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Estos niños de Ciudad de México no tienen acceso a internet ni a la televisión. Van a tomar clase a una tortillería

Los propietarios del local, ubicado en el sur de la capital mexicana, instalaron un espacio para ofrecer asesoría, al igual que acceso a televisión e wifi gratis. Las clases en el país se retomaron en remoto en agosto por el coronavirus, pero no son accesibles a todos.
Dalia Dávila Neri, que maneja "Tortillerías La Abuela", asesora el pasado viernes a la estudiante Aidé Joselín Hernández Moreno mientras ella aprende con una tableta donada afuera de la tienda.
Dalia Dávila Neri, que maneja "Tortillerías La Abuela" en Ciudad de México, asesora el pasado viernes a la estudiante Aidé Joselín Hernández Moreno mientras ella aprende con una tableta donada afuera de la tienda. AP
/ Source: The Associated Press

Por Gerardo Carrillo, The Associated Press

CIUDAD DE MÉXICO. — Una tortillería ha comenzado a dar acceso gratuito a wifi y televisión a niños en una zona de Ciudad de México si los menores no tienen esos servicios en casa o si sus hermanos y hermanas ya los están utilizando para tomar clases a distancia debido a la pandemia.

Las escuelas públicas en México comenzaron a impartir clases por televisión el 24 de agosto debido al coronavirus, porque el 94% de los hogares en México cuentan con televisores. Pero los horarios televisados se enciman dependiendo del nivel educativo de las clases y con frecuencia hay varios jóvenes en una sola familia que necesitan mirar clases al mismo tiempo.

Ahí es donde ayuda el nueco espacio, llamado 'rinconcito de esperanza'. Los propietarios de la tortillería La Abuela, en el distrito de Tlalpan en el sur de la capital, instalaron el sitio para ofrecer asesoría, al igual que acceso a televisión e internet, todo gratuito. 

El lugar abarca el interior de la tortillería, una carpa instalada en la acera y la caja de una vieja camioneta pickup estacionada allí. En un verdadero esfuerzo comunitario, las clases que necesitan más espacio o silencio se imparten en establecimientos vecinos.

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Dalia Dávila y su pareja, Fernando Lozano, emprendieron el proyecto sin fines de lucro en su tortillería después de que ella escuchara las preocupaciones de sus vecinos y amigos sobre cómo iban sus hijos a mantenerse al día con las clases.

Una voluntaria imparte una clase de historia a dos niños en el espacio destinado a tomar clases frente a la tortillería La Abuela.
Una voluntaria imparte una clase de historia a dos niños en el espacio destinado a tomar clases frente a la tortillería La Abuela, en Ciudad de México. AP

En un principio se comenzó con una sola televisión que no funcionaba bien, pero cuando el aparato se quemó durante una tormenta, los vecinos proporcionaron un televisor nuevo y otros artículos.

“Vimos la necesidad de nuestra amiga Martita, porque Martita no es sólo una persona que nos ayuda, es nuestra amiga; vimos su preocupación, sus nervios: ‘O trabajo o educo a mis hijos, y si educo a mis hijos con clases, ¿quién nos va a dar de comer’"?, dijo Dávila, que sigue preparando y vendiendo tortillas mientras supervisa el proyecto. “Entre los vecinos nos fuimos organizando para apoyar”.

La pandemia acentúa las desigualdades

Hay una caja con libros de texto, un celular, una tableta y una laptop, todo donado.

“Los vecinos nos están apoyando y traen cuadernos, plumas, colores”, afirmó Lozano.

El lugar da servicio a unos 50 niños a diario, y las clases se imparten en horarios escalonados para evitar que el lugar se ateste de menores de diversas familias. Algunos voluntarios dan clases de inglés, matemáticas y ciencias.

“Vimos la desigualdad en estos momentos. Gracias a esta pandemia, muchos padres no tienen el recurso necesario para solventar, comprar un teléfono, ya sea una televisión, una computadora”, dijo Lozano. “Si pierdes un año no lo vuelves a recuperar. Y la verdad no estamos hablando de uno o dos niños, estamos hablando de millones de niños que a nivel mundial va a tener una repercusión importante”.

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El Gobierno ha distribuido unos 140 millones de libros de texto gratuitos, y las casas que no tienen televisión pueden escuchar las clases por radio. Los estudiantes no regresarán a las aulas sino hasta sea seguro hacerlo, y esto lo determinará el Gobierno hasta que su sistema de advertencia, al que llama semáforo, tenga color verde.

Sólo 44% de los hogares en México tienen una computadora. Un porcentaje mayor, 56%, tiene algún tipo de servicio de internet, aunque muchas de esas conexiones son utilizadas sólo con teléfonos celulares cuyas pantallas complican tomar las clases. Según una encuesta, 95% de las personas en México aseguran utilizar internet para teléfonos, 33% para una laptop y 29% para una computadora de escritorio.

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Lo que no ha hecho el Gobierno

La mayoría de los hogares tiene más de un hijo, que a menudo toman clases simultáneamente, lo que hace que la única televisión y la única computadora en casa de muchas familias sean insuficientes.

María Luis Moreno Barajas, madre de cuatro chicos y cuyo esposo está desempleado, lleva a la tortillería a su hijo José Mario a estudiar, en una parte de esta improvisada zona de enseñanza que se extiende hasta un taller de herrería.

José María no se inmuta para nada por el ruido a su alrededor. El chico dijo sentirse como si estuviera en la escuela.

“La verdad nos sirvió mucho” la iniciativa de la tortillería, dijo la madre, Moreno Barajas. “Porque sí tenemos internet, nos lo presta mi papá, pero como somos muchos, pues todos ocupamos el mismo internet”.

“Entonces hay ocasiones en las que no alcanza para que todos investiguemos”, agregó. “Por eso yo sí me acerqué a un Rinconcito de Esperanza, por mi niño... que si necesitamos imprimir o sacar tareas de internet, pues ya hay ahí una opción de ayudarlos y ayudarnos a nosotros como principio”.

Manuel López Pereyra, investigador del departamento de educación de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, dijo que estos esfuerzos comunitarios son magníficos, pero ponen de relieve lo que no ha hecho el Gobierno.

“Una de las políticas que esperaríamos de la educación en México es poder apoyar a las familias que no tienen acceso a estos recursos tecnológicos”, afirmó López Pereyra. “Entonces, en estos momentos, cuando el Estado no está dándonos lo que necesitamos, la comunidad es la que sale a flote, y la comunidad es la que busca esta participación y la comunidad es la que ayuda, y eso es muy importante”.