Cualquiera que se asome a los libros de historia podría caer en el error de creer que, tras casi sesenta años de Revolución Cubana y décadas de ruptura de las relaciones con su vecino del norte, no quedan huellas de la cultura estadounidense en la isla.
Pero si coincidimos en estos días con Barack Obama en La Habana, no dejaremos de sorprendernos con la increíble presencia de elementos que van desde la arquitectura y el parque automovilístico, hasta el vestuario y ciertos términos que se han adherido a nuestro castellano y no parece que vayan a desaparecer.
Los cubanos siguen llamando frigidaire al refrigerador, closet a la alacena y sidecar a ese apéndice que en otros tiempos se les colocaban a las motos para incluir a un pasajero más.
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El Capitolio de La Habana

Lo primero que llama la atención a muchos turistas es la similitud entre el Capitolio de La Habana y su hermano casi gemelo de Washington. La construcción de esta mole de piedra blanca fue concluida en 1929, y fue inaugurado el 20 de mayo, Día de la Independencia, con todo el esplendor que merecía un proyecto de 17 millones de dólares.
Detrás de su concepción se encontraban los delirios del entonces hombre fuerte de La Habana, el general Gerardo Machado. En su interior funcionaron durante treinta años las dos cámaras del Congreso: la Cámara de Representantes y el Senado.
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Con su enorme cúpula de casi 92 metros de altura, esta edificación es considerada, junto al Castillo del Morro y la Catedral de La Habana, la más emblemática de la ciudad.
En su interior reposa un diamante de 25 quilates colocado bajo la cúpula, que supuestamente perteneció al zar Nicolás II de Rusia y que marca el kilómetro cero, a partir del cual quedan establecidas todas las distancias para el resto del país.

Aunque el proyecto arquitectónico fue concebido por especialistas de Cuba y Francia, la construcción en sí estuvo a cargo de la compañía norteamericana Purdy & Henderson, que ya había construido, entre otros, el edificio de la Lonja del Comercio; mientras que la confección de los herrajes fue encargada a The Yale & Towne Mfg. Co., de Stanford, Connecticut.
A partir de la llegada de Fidel Castro al poder, las dos cámaras fueron disueltas y el edificio pasó a ser la sede de la Academia de Ciencias y más tarde del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
Alrededor de los muros sólidos de ese capitolio transitaron los cubanos de 1933, de 1959 y de 2016.
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A fines de 2012 comenzó una intensa y costosa reparación del Capitolio, valorada inicialmente en 20 millones de dólares.
Es posible que cuando esta concluya, la sede de la Asamblea Nacional cubana se traslade al insigne edificio.
Bar Sloppy Joe´s
En abril de 2013, la prensa se hacía eco de la reapertura del Bar Sloppy Joe’s, tras décadas de clausura y abandono. Este emblemático espacio, a medio camino entre La Habana Vieja y Centro Habana, gozó durante años de la reputación de poseer la barra más extensa que se haya conocido, con 18 metros de longitud, que aparece en el filme británico "Nuestro hombre en La Habana".

Era este uno de los lugares de diversión en donde se codeaban artistas de renombre, comerciantes, viajeros, jugadores de béisbol y hasta mafiosos.

Había sido inaugurado en 1917, en plena ley seca en los Estados Unidos; de ahí que por sus banquetas pasaran todos los tipos de traficantes y consumidores, además de personalidades estadounidenses como John Wayne, Spencer Tracy, Errol Flynn, Clarck Gable, Frank Sinatra y Ava Gardner.

Apenas cinco años después de la llegada de los barbudos a La Habana, el Sloppy Joe’s, que había sido nacionalizado, cerró definitivamente sus puertas, dando paso al polvo y al olvido.
Hotel Nacional de Cuba
La zona donde en 1930 fue erigido este monumental edificio había llevado por nombre Monte Vedado y en ese promontorio se encontraba una batería que siglos atrás había servido para proteger la ciudad del ataque de corsarios y piratas.

Con una arquitectura ecléctica, este hotel fue construido por las firmas norteamericanas Mc Kim, Mead & White y la misma Purdy and Henderson Co. que poco antes edificara el Capitolio.

Sede de escenas sociales, de cenas de negocios y de muchos amores, por este hotel han pasado a lo largo de 86 años celebridades estadounidenses como Johnny Weismuller, Buster Keaton, Rita Hayworth, Fred Astaire, Gary Cooper, Nat King Cole, Nelson Rockefeller, MarIon Brando y Walt Disney, entre otros tantos.
Como nota curiosa, en 1946, meses después que allí se alojara Sir Winston Churchill, el hotel fue cerrado totalmente para hospedar a los jefes mafiosos más connotados del momento: Lucky Luciano, Santos Traficante (padre), Meyer Lansky y Amadeo Barletta.

A partir de enero de 1959, la instalación fue tomada por el Ejército Rebelde y en sus jardines, en octubre de 1962, fueron emplazadas baterías antiaéreas durante la célebre Crisis de los Misiles, el momento más peligroso de la Guerra Fría.

El Hotel Nacional siguió siendo destino predilecto de las pocas celebridades estadounidenses que se aventuraron por Cuba antes del anuncio de restauración de relaciones bilaterales en 2014: Robert de Niro, Arnold Schwazeneger, Francis Ford Coppola, Benicio del Toro, Jodie Foster, Oliver Stone, Steven Spielberg, entre otros.

En la actualidad, el Hotel Nacional acoge también a los ilustres invitados del Festival Internacional de Cine de La Habana, del Festival del Jazz y del Festival del Habano.
El monumento a las víctimas del Maine
Uno de los momentos más simbólicos de la llegada de Fidel Castro a La Habana fue cuando el 18 de enero de 1961 fue derribada la enorme águila de bronce que coronaba la parte alta de este monumento.

Significaba que la revolución naciente rompía todo vínculo con su vecino del norte, algo que por estos días ha empezado a rectificarse.
El monumento había sido construido en 1926, muy cerca de donde se edificaba el Hotel Nacional, justo frente al mar.
Se erigía en honor a los 266 marineros víctimas de la explosión del acorazado USS Maine que en el 15 de febrero de 1898 estalló en aguas de la Bahía de La Habana y que sirvió de pretexto para que los norteamericanos le declararan la guerra a España.
En uno de esos misterios de la historia, resulta que la cabeza del águila destronada permanece en el salón Eagle Bar de la sede de la Embajada Norteamericana en la capital cubana, mientras las alas y el resto de su cuerpo son cuidados en uno de los almacenes del Museo de Historia de la Ciudad de La Habana.
El resto del monumento sigue en pie, contemplando los vaivenes de la historia.