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La cárcel de El Vaticano tiene un solo preso que trabaja en una tienda de estampillas

El centro de detención cuenta con tres celdas y un recluso: el monseñor Carlo Alberto Capella, quien cumple una condena de cinco años por divulgar pornografía infantil. Duerme tras las rejas, pero durante el día, puede circular y hasta tiene un empleo.

Por Anagilmara Vilchez

La Ciudad del Vaticano tiene tres celdas y un preso: Carlo Alberto Capella, acusado de posesión, divulgación e intercambio de pornografía infantil y sentenciado en 2018 a cinco años de cárcel y una multa de 5,000 euros.

Capella ahora se encuentra en un trabajo de oficina no remunerado como parte de su “rehabilitación”, según reveló The Washington Post

Antes de ser acusado, fue abogado canónico y consejero de la Nunciatura en Washington. El título de monseñor lo ostentaba de forma honorífica, relata el sitio web Vatican News

La policía encontró 40 fotos y vídeos en el celular de Capella en 2017, luego de que el Departamento de Estado de Estados Unidos notificara por vía diplomática de una “posible violación de las normas en materia de imágenes de pornografía infantil”. 

Su juicio se celebró al año siguiente y duró dos días en un tribunal del Vaticano. El fallo fue el primero en el que se aplicó una ley de 2013 que penalizaba esos cargos, informó el medio USA Today. Su sentencia fue posible porque el papa Francisco decretó que diplomáticos de la Santa Sede podían ser juzgados por los tribunales del estado independiente más pequeño del mundo. 

Capella puede circular en una ruta definida dentro de la ciudad de apenas 44 hectáreas, sin cruzar la frontera con Italia aseguró Roberto Borgogno, su abogado. En el Vaticano no hay riesgo de fuga, dijo. “Todo el mundo sabe quién entra y sale. No hay problema en comprobar que respeta sus limitaciones”, explicó.

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Testigos citados por The Washington Post aseguraron que las celdas del Vaticano tienen un inodoro, una cama de hierro, una mesa anclada a la pared y barrotes en las ventanas.

El Vaticano también puede trasladar detenidos a Italia, como lo hicieron con Mehmet Ali Ağca quien en 1981 trató de asesinar a Juan Pablo II.

Papa Francisco en una foto del 10 de octubre de 2021.
Papa Francisco en una foto del 10 de octubre de 2021.Gregorio Borgia / AP

En junio de 2021 el papa Francisco aprobó una extensa revisión de las leyes de la Iglesia que permitía criminalizar el abuso sexual a adultos por parte de sacerdotes y establecer sanciones a laicos con cargos dentro de la institución. 

En octubre, se llevó a cabo el primer juicio por abusos cometidos dentro de la ciudad estado.

Gabriele Martinelli, de 28 años y Enrico Radice, de 72, fueron juzgados, el primero por supuestos abusos sexuales a un monaguillo y el segundo por encubrirlo cuando era rector del pre seminario San Pío X, reportó la agencia de noticias Reuters

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Ambos fueron absueltos por prescripción del delito y ausencia de pruebas.

“Es el momento de la vergüenza”, dijo el Papa también en octubre refiriéndose a la “incapacidad de la Iglesia” para evitar abusos sexuales en Francia luego de que un informe revelara 330,000 casos de abuso sexual por parte del clero francés desde 1950.

“Solo confrontando la verdad de este comportamiento cruel y buscando humildemente el perdón de las víctimas y de los supervivientes, la Iglesia podrá encontrar el camino para volver a ser considerada y confiada como un lugar de acogida y de seguridad para los que la necesitan”, reconoció Francisco en un video en septiembre.

Antes de Capella, dos personas que filtraron información sobre la Iglesia fueron los presos más famosos de las celdas del Vaticano.

Uno era Lucio Vallejo Balda, un sacerdote español que facilitó documentos a periodistas y consiguió en 2016 un indulto del papa Francisco. Paolo Gabriele, mayordomo del papa Benedicto XVI, fue el otro. Gabriele robó documentación para exponer corrupción en la institución y desencadenó un escándalo, que de acuerdo a The Washington Post, podría haber motivado a Benedicto a dimitir.

Aunque luego fuese perdonado, Gabriele aseguró que durante su juicio permaneció en una habitación diminuta con la luz siempre encendida.

Capella, por su parte, obtuvo un trabajo sin remuneración en una oficina que vende oraciones papales, tras cumplir una parte de su condena. 

Otras 10 personas, ninguna detenida en las celdas del Vaticano, enfrentarán en los próximos meses un juicio para investigar posibles delitos financieros.