En medio del tumulto mediático y político que ha provocado el mortal secuestro de cuatro estadounidenses la semana pasada en Matamoros (Tamaulipas), hay un grupo que ha elevado su voz para hacerse oír por encima del ruido: el de los padres y madres que buscan a sus hijos estadounidenses desaparecidos en México, aquellos que nadie ha encontrado aún.
Para Lisa Torres, madre de Roberto Franco Jr., un joven de Houston (Texas) que desapareció en 2017 en el lado mexicano de la frontera tras viajar a Monterrey, el mediático secuestro de Matamoros ha desatado una tormenta de sentimientos encontrados.
"Estaba en casa cuando escuché por primera vez de los cuatro estadounidenses y me sentí profundamente indignada. No me malinterprete, me alegro mucho de que los hayan encontrado (...) Pero mi primera emoción fue sentirme realmente enojada", contó Torres a Noticias Telemundo en un mensaje de texto el viernes por la tarde.

Torres dijo que padece de presión alta, pero ni siquiera los medicamentos que toma la pudieron ayudar después de enterarse en TikTok de los cuatro estadounidenses raptados —dos de ellos luego asesinados y dos rescatados y devueltos a Estados Unidos. El caso resonó tanto con su historia personal que sufrió taquicardia durante dos días.
Entonces compartió la noticia con dos amigas, madres como ella que buscan desde hace años a sus hijos estadounidenses desaparecidos en México: Yairaniz Figueroa Ruiz y Jeannette Cerecer Ruiz. Pasaron el día escribiéndose en el grupo de WhatsApp que bautizaron como 'Mamás Guerreras'. Después llenaron Twitter de mensajes donde reclamaron respuestas a las autoridades sobre el paradero de sus hijos.
Noticias Telemundo entrevistó a seis madres y padres que buscan a sus hijos ciudadanos estadounidenses desaparecidos en México, uno de ellos sin rastro desde 2008.
Son Lisa Torres (Texas), Yairaniz Figueroa Ruiz (Nueva Jersey), Jeannette Cerecer Ruiz (Texas), Luz Francisca Rivera (Texas), Geovani Barrios (Tamaulipas, México) y Eddy Carrillo (Baja California, México). Y estas son las historias de sus seres queridos que nadie ha encontrado.
Roberto Franco Jr.
El joven mecánico de 21 años Roberto Franco Jr. viajaba de Houston a Monterrey (Nuevo León) con su amigo Juan Francisco Hernández Rivera, de 18, cuando sus familiares les perdieron la pista en julio de 2017.
Era un viaje que Franco Jr. había hecho de niño muchas veces con su padre, originario de una pequeña comunidad en Nuevo León, estado vecino de Tamaulipas. Lisa Torres, su madre, no imaginó que una visita de fin de semana para ver a los parientes de su exesposo mantendría a su hijo alejado de ella hasta hoy.

A los pocos días de la misteriosa desaparición de su hijo, Torres recibió una llamada de teléfono escalofriante de un tipo que aseguraba ser 'El Z-40', un temible capo del Cártel del Golfo llamado Miguel Treviño Morales. El hombre al teléfono les pidió pagar un rescate a cambio de su hijo.
"No pude manejar en ese momento el terror que me hizo sentir por lo que le pudo haber pasado a mi hijo", contó Torres durante una entrevista telefónica.
Sin embargo, la mujer dijo que el FBI, que ya había asignado a un agente para el caso de su hijo, desestimó la llamada al considerarla falsa, pues nunca se mostró evidencia de que tenían al joven. Treviño Morales fue detenido en 2013 por cargos no relacionados con la desaparición de Franco Jr.Ya que el FBI no consideró real la llamada, no catalogaron el caso de Franco Jr. como secuestro, dijo Torres. Ella cree que eso tuvo repercusión en el caso. Desde entonces, la mujer cuenta que múltiples agentes han sido asignados a la búsqueda, dificultando cualquier progreso. Dice que en ocasiones nadie de la agencia ha contestado sus mensajes.
Como le ocurre a muchas madres mexicanas que buscan a sus hijos desaparecidos, Torres dijo que se vio obligada a buscar por su propia cuenta, viajando a México. Pero allí tampoco obtuvo ayuda de las autoridades locales, aseguró.
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Noticias Telemundo contactó al Departamento de Estado de Estados Unidos por correo electrónico para preguntar sobre el caso de Roberto Franco Jr. y abordar las preocupaciones de su madre y los padres entrevistados para esta nota.
La agencia respondió que está “al tanto de las desapariciones de ciudadanos estadounidenses en el norte de México”, que trabaja de manera coordinada con las autoridades locales y que comparten información con las familias tanto como pueden.

“Si nos enteramos de que un ciudadano estadounidense está cautivo en el extranjero, trabajamos agresivamente para traerlo a casa, utilizando todas las herramientas a nuestra disposición (diplomática, de inteligencia y militar) para asegurar su liberación”, respondió la agencia.
Noticias Telemundo también contactó a la Fiscalía General de Tamaulipas, donde desaparecieron cinco de los seis jóvenes abordados en esta nota. No hubo respuesta inmediata.
"Yo quisiera hacer un movimiento de los americanos que están desaparecidos en México. Ir a protestar a la Casa Blanca", dijo Torres, quien busca que más personas conozcan el caso de su hijo. "Algo tiene que pasar, algo tiene que cambiar. Y si lo que les pasó a estos cuatro estadounidenses en Matamoros es lo que nos va a empujar, tengo que tomar esa oportunidad".
Juan Francisco Hernández Rivera
Luz Francisca Rivera estaba en su natal Moctezuma (San Luis Potosí) en 2017 cuando dejó de tener noticias de su hijo, Juan Francisco Hernández Rivera, quien en ese entonces tenía 18 años y residía en Houston, la ciudad en la que nació.

Lo último que supo fue que se había ido con su amigo Roberto Franco Jr. a Nuevo Léon para acompañarlo en su viaje y también para ver a una amiga. Pero nunca llegaron a su destino. Se perdieron en algún punto del peligroso camino en carretera que lleva de Tamaulipas a Nuevo León, una vía con presencia del crimen organizado.
Los viajes de su hijo por carretera para ir a visitarla en México siempre preocuparon a Rivera, quien le pedía que la visitara en camión, pues consideraba que así se exponía menos a los delincuentes que acechan los pequeños poblados de la sierra potosina.
Ella recuerda que él la calmaba diciéndole: "Tranquila, mamá, yo estoy tranquilo, yo no le debo nada a nadie, yo traigo mi vehículo, pago mi permiso para pasar (la frontera), traigo bien mis cosas".
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Cuando se hizo realidad el peor temor de Rivera y su hijo dejó de llamarla, el padre del joven fue al consulado estadounidense en Monterrey para levantar una denuncia. Ella se encontraba demasiado destrozada para ir.

En el consulado tomaron muestras de ADN al padre y le dijeron que le darían seguimiento a su caso.
"Nos dieron un número (...) y siempre estábamos llamando. A veces nos contestaban, a veces no, que sí sabían pero luego que no. O sea, que no sabían nada", afirmó Rivera durante una entrevista telefónica con Noticias Telemundo.
Las autoridades mexicanas, dijo, tampoco ofrecieron muchas respuestas.
"Yo tengo mucha fé de que mi hijo aparezca, nunca he perdido la fe", aseveró Rivera entre sollozos. "Que Diosito me lo vuelva a regresar, que nos de otra oportunidad de estar juntos, porque nos queríamos bastante yo y mi hijo".
Joseph Rosa
Joseph Rosa, un puertorriqueño de 17 años, estaba en un estudio de tatuajes llamado Chato's Tattoo en Reynosa (Tamaulipas) cuando se le vio por última vez, en junio de 2020.
El joven había ido a tatuarse con su padre, Thomas Rosa Jr., de 53 años en ese entonces, también ciudadano estadounidense. Pero al salir del estudio, hombres armados vestidos con ropa de camuflaje los interceptaron y se los llevaron. Nunca más se les ha vuelto a ver, contó en una entrevista telefónica con Noticias Telemundo la madre del joven, Yairaniz Figueroa Ruiz.

El secuestro de su hijo y exesposo en México trastocó por completo la vida de Figueroa, quien vive en Nueva Jersey, nació en Puerto Rico y nunca había viajado a México ni tenido contacto con el país vecino.
Nada la había preparado, dijo, para lidiar sola con la burocracia del sistema de justicia mexicano.
"Es algo bien difícil, te hacen sentir como si fueras un ciudadano de tercera clase porque nadie te ayuda, uno tiene que hacerlo todo solo, el consulado (estadounidense) no te ayuda y las autoridades mexicanas no están preparadas", lamentó.
Al igual que cientos de madres mexicanas que buscan a sus seres queridos en bosques, brechas y cañadas, Figueroa también ha tenido que buscar a su hijo por sus propios medios, incluso poniéndose en riesgo.
"Tú tienes que entrar hasta el fondo de la brecha para conseguir unos restos que ni siquiera son tuyos, pero para que al menos ya sepas que eso que está ahí no es lo tuyo", contó.
Figueroa dice que haber encontrado a un grupo de madres como Lisa Torres, quienes sufren algo en común, ha sido un verdadero consuelo. "Hay gente que te entiende en tu dolor y sabe lo que estás pasando", dijo.
Ernesto Garnica Jr.
Jeannette Cerecer Ruiz creció en Matamoros (Tamaulipas) antes de emigrar a Texas y dar a luz a su hijo Ernesto Garnica Jr. en Long Beach en 1994. Acostumbrada a las frecuentes balaceras en su natal ciudad fronteriza, dijo que siempre creyó que si se mantenía al margen de los delincuentes, la violencia no alcanzaría a su familia.
"Hay una mentalidad errónea como sociedad de que los criminales solo tocan a los que se meten con ellos, jamás piensas que te va a tocar a ti", afirmó Cerecer.
Sin embargo, la violencia llamó a la puerta de la casa de su propia madre en Matamoros el 31 agosto de 2017, cuando su hijo Garnica se encontraba celebrando su cumpleaños número 23.

Garnica trabajaba en un albergue del Gobierno estadounidense para niños migrantes en Texas. El 30 de agosto, al salir del trabajo, el joven viajó a Matamoros para celebrar su cumpleaños en casa de su abuela materna junto con sus amigos, narró Cerecer por teléfono.
"Ese día invité a comer a mi hijo. Salí de trabajar, fui a casa de mi mamá, lo vi, lo abracé y nunca pensé que ese iba a ser el último abrazo", contó.
A las cinco de la madrugada, Cerecer recibió una llamada en la que le avisaron que habían encontrado las puertas de la casa de su madre abiertas y que su hijo ya no estaba allí.
Desde entonces, ella ha dedicado su vida a tratar de encontrarlo. Como otras madres, ha trabajado arduamente para integrar una carpeta de investigación con pruebas que ella misma ha recopilado. La carpeta del caso de su hijo ya tiene más de 3,000 páginas, dijo.
Aunque ella cree saber quiénes son los responsables de la desaparición forzada de Garnica —prefirió no decir sus nombres por temor a represalias—, lamenta que las autoridades de Tamaulipas no los hayan detenido, a pesar de que algunos tienen órdenes de captura.
"Por mi hijo Ernesto yo estoy dispuesta a dar la vida (...) Pero no puedo arrastrar a mis otros hijos que amo con el corazón", afirmó.
Geovani Barrios Jr.
El 24 de abril de 2008, más de 15 sujetos fuertemente armados ingresaron a una tienda de autoservicio de la cadena Súper 7 en Reynosa (Tamaulipas) y se llevaron por la fuerza al joven Geovanni Barrios Hernández, residente de Brownsville (Texas). El adolescente tenía 17 años.
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Su padre, Giovanni Barrios, contó a Noticias Telemundo que ha hecho todo lo que está a su alcance para que la investigación sobre la desaparición de su hijo avance, incluso acudió a un congresista estadounidense después de que, aseguró, los consulados de ese país en Matamoros y Monterrey le cerraran las puertas cuando pidió ayuda.
"Fue por la intervención de un congresista norteamericano, Rubén Hinojosa [demócrata por Texas, retirado desde 2017] que nos quisieron atender. Yo le dije lo que estaba pasando y acudimos al consulado y nos pidieron una disculpa por no habernos atendido", contó por teléfono Barrios.

Como Lisa Torres y las otras madres en Estados Unidos, Barrios siente que la intervención del Gobierno estadounidense en el caso de los cuatro ciudadanos secuestrados en Matamoros contrasta con la falta de apoyo para su hijo.
"Hasta recompensa dieron para información sobre el paradero de estos muchachos. Pero no en el caso de mi hijo. Yo hice que el Gobierno mexicano ofreciera un millón de pesos [50,000 dólares] por medio de la Fiscalía. Pero el Gobierno norteamericano se ha limitado a decir que ellos no pueden hacer nada. No entiendo por qué hacen esta distinción, por qué nos abandonan", cuestionó.
Erick Carrillo
En el otro extremo de México, en la fronteriza Tijuana (Baja California) el joven Erick Carrillo desapareció en junio de 2019 después de salir de fiesta con sus amigos en la zona este de la ciudad. Tenía 19 años.
Ahora, su padre, Eddy Carrillo, fundador del colectivo Todos somos Erick Carrillo, se ha convertido en uno de los defensores de los derechos humanos más destacados del noroeste de México.

Su lucha ejemplifica como pocas los peligros que corren los familiares que buscan desaparecidos en México. En los últimos años al menos cuatro personas que buscaban a sus seres queridos fueron asesinadas. Entre ellas, Aranza Ramos, ultimada en 2021 Sonora; Javier Barajas Piña, en Guanajuato, también en 2021; Esmeralda Gallardo, matada a tiros en Puebla el año pasado, y Rosario Rodríguez Barraza, en Sinaloa, también en 2022.
"A nosotros nos han amenazado muchas veces y nos han atacado al menos en tres ocasiones durante las búsquedas que hemos realizado en el estado", dijo Carrillo.
Entre los atentados que ha sufrido Carrillo se cuenta una balacera en la comunidad de Alamar. "Nos habíamos dado cuenta de que había unos tipos que nos observaban, iban y venían, luego nos tiaron tres balazos y tuvimos que dispersarnos", contó.
Sin embargo, este padre afirma que no cejará en su intento por hacer justicia para su hijo.
Esta semana dirigió una nueva ronda de excavaciones en uno de los predios donde fue hallado el pasaporte de su hijo, en la colonia El Dorado, en Tijuana. "Estamos presionando a la Fiscalía para que entregue resultados", afirmó.
Desde entonces, dice que el Gobierno federal de México le ha asignado dos agentes para su seguridad, como parte de un programa de protección a periodistas y defensores de los derechos humanos.
La punta del iceberg
La desaparición de estadounidenses en México había recibido poca atención antes de secuestro-asesinato de Matamoros, pero de ningún modo se trata de un fenómeno aislado.
Segun datos del Gobierno mexicano, hay 532 ciudadanos estadounidenses en México que no han sido encontrados. Tamaulipas es el estado donde más estadounidenses han desaparecido: unos 167, según los datos oficiales.
Mientras tanto, hay más de 110,000 ciudadanos mexicanos en paradero desconocido.
En la opinión del doctor José Andrés Sumano Rodríguez, investigador del Colegio de la Frontera Norte, esto se debe a dos factores: la compenetración del crimen con el Gobierno y la falta de recursos de las Fiscalías y otras instituciones clave que se encuentran rebasadas.
“Las desapariciones en el estado se concentran en la frontera, practicamente la mitad de ellas ocurren en Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo. Eso tiene que ver con la cuestión de gobernanza de la criminalidad: es muy difícil saber en donde termina el Gobierno y donde empieza la delincuencia en Tamaulipas”, explicó Sumano en una entrevista telefónica.
“Mientras no se incremente las capacidad de investigación de las Fiscalías, difícilmente habrá una mejoría en el tema de las desapariciones”, sentenció.