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Esta joven hispana recibió un balazo frente a su escuela. Y eso no fue lo peor, dice. No está sola

Cada año cientos de latinos resultan heridos a balazos. De ellos se sabe muy poco.
Karina Sartiaguin en Capitol Hill en el año 2018.
Karina Sartiaguin en Capitol Hill en el año 2018.Getty Images
/ Source: Telemundo

Por Alexandra Villareal - NBC News

Karina Sartiaguin conmemora su “segundo cumpleaños” el 6 de diciembre. Lo hace todos los años, desde que en 2010 un balazo la dejó paralizada de cintura para abajo.

“Siento que posiblemente no pensaría en aquel día tan a menudo si ahora no tuviera que convivir con las consecuencias”, cuenta a NBC News, “tengo que despertarme y ver mi silla de ruedas, o moverme con ella. Y por eso me acuerdo todos los días de ese día”.

Sartiaguin tenía 16 años y estaba con amigos cuando se convirtió en víctima de un tiroteo desde un auto afuera de su escuela secundaria en Aurora, Colorado.

Tras ser impactada, quedó en la calle sin poder moverse, mientras perdía y volvía a recuperar el conocimiento. Se despertó en una sala de emergencias, donde le quitaron las prendas y, mientras luchaba para respirar o hablar, quedó claro que su pulmón fue perforado.

“Sinceramente, creo que es la peor parte de recibir un disparo, esa parte de tratar de salvarme, dice Sartiaguin.

Unas 100 personas mueren cada día a causa de la violencia armada, y más de 230 sufren heridas no letales que, a veces, como en el caso de Sartiaguin, pueden cambiarles la vida.

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Un informe de la organización sin ánimo de lucro Everytown for Gun Safety, compartido en exclusiva con NBC News, muestra 84,776 personas resultaron heridas de bala en 2017. Muchas de estas víctimas son adolescentes y jóvenes de minorías como la comunidad negra o latina.

En este momento, “no hay un sistema centralizado para rastrear heridas de arma de fuego no fatales ni un lugar para ver el número, el tipo y el punto en que se produjeron y así tener una base para analizar estos datos y usarlos para formular respuestas eficaces”, indica el reporte. Se trata de un vacío de información que la investigación de Everytown trata de superar.

La tasa de latinos hospitalizados por heridas de bala es dos veces mayor que la de los blancos, mientras que la de las personas negras es 10 veces más alta, según este análisis

Más en detalle, las personas latinas y negras sufren asaltos con armas de fuego no letales —con disparos no autoprovocados o no intencionales— a tasas exponencialmente más altas que en el caso de los blancos. 

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La violencia con armas afecta particularmente a los hombres jóvenes negros y latinos, en parte por “generaciones de negligencia institucional”, asegura Saraj Burd-Sharps, directora de investigación en Everytown.

“Para muchos de estos sobrevivientes, las repercusiones a largo plazo no terminan cuando salen del hospital”,  escribió Burd-Sharps en el informe. “El camino para la recuperación puede ser largo, los costos económicos pueden ser altos y las consecuencias psicológicas y emocionales pueden afectar, incluso en el caso de heridas leves”, agregó. 

Más de un tercio de las víctimas por armas de fuego atendidas en hospitales tienen entre 15 y 24 años, mientras que la gran mayoría son hombres y niños. 

“Uno de las consecuencias más fuertes de la violencia futura, particularmente para los jóvenes, es sobrevivir”, afirma Burd-Sharps, "si no contamos, comprendemos y apoyamos a las personas que reciben disparos y sobreviven, no vamos a avanzar en términos de interrumpir los ciclos futuros de violencia".

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Las inversiones en vivienda, educación, artes y recreación, infraestructura y bienestar infantil podrían reducir la violencia a largo plazo, sugiere Caterina Roman, profesora de Justicia Penal en la Universidad de Temple.

Más programas en hospitales

Para reducir las lesiones por arma de fuego, el informe de Everytown recomienda más investigación, políticas de seguridad de armas y alcance local.

Los programas de intervención contra la violencia en los hospitales son especialmente importantes para ayudar a los jóvenes a procesar su trauma y acceder a los recursos que necesiten, considera Burd-Sharps.

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Hace diez años, Sartiaguin se despertó en la UCI, confundida, con aparatos ortopédicos en el pecho y el cuello y conectada a vías intravenosas. Languideció en hospitales durante unos dos meses mientras los profesionales trataban de explicarle con "terminos médicos" por qué ya no podría caminar.

Incluso después de que fue dada de alta, no estaba mentalmente preparada para estar rodeada de otros adolescentes y nunca terminó su título de secundaria. Su familia ha tenido que cambiar por completo la forma en que viven y viajan, y a veces ha sido difícil encontrar trabajo debido al estigma en torno a las discapacidades, lamenta.

También sufre la sensación de cansancio que solía experimentar después de salir a correr pero sin haber hecho ningún tipo de esfuerzo.

"Incluso hasta el día de hoy, todavía hay cosas con las que lucho", afirma, "porque sé lo que me estoy perdiendo".