Hace casi un cuarto de siglo que Kristin Smart, una estudiante universitaria de 19 años, desapareció sin dejar rastro cuando regresaba a su residencia tras una fiesta. Fue vista poco antes junto a un compañero, Paul Flores, que fue interrogado al respecto y se convirtió en el principal sospechoso para la policía de San Luis Obispo, una pequeña ciudad californiana frente al océano Pacífico.
Aquello sucedió en 1996. Flores siguió con su vida, trabajando en el condado de Orange y viviendo en San Pedro, en Los Ángeles, mientras los investigadores seguían trabajando, día a día, mes a mes, año a año, década a década... Hasta ahora.
El hombre, que siempre ha negado culpa alguna, ha sido arrestado por la desaparición de la joven, según anunció este martes la policía de San Luis Obispo, que lo acusa de asesinato.
Junto a él ha sido detenido también su padre, Rubén Ricardo Flores, de 80 años, como presunto cómplice. La policía ha rastreado su casa y garaje este martes; en 2016, los investigadores ya excavaron en una colina cerca del campus, pero hasta ahora no han hallado resto alguno.
La familia de la joven demandó a Flores ante un corte civil, pero el hombre negó las acusaciones y se acogió a la Quinta Enmienda de la Constitución para no incriminarse cuando fue llamado a declarar ante un gran jurado.
La policía siempre sospechó de él, pero no se explicaba cómo pudo deshacerse del cuerpo de la joven en caso de haberla asesinado. En los últimos años se centró precisamente en cómo pudo transportar el cadáver, y rastró los vehículos que Flores y su padre tenían en 1996 en busca de pruebas de ADN.
Smart fue declarada muerta en 2002, pero su cuerpo nunca fue hallado.
En febrero, Flores fue detenido por la policía de Los Ángeles como sospechoso de poseer un arma de fuego. La detención se produjo a partir de la información facilitada por la oficina del sheriff del condado de San Luis Obispo. Flores tiene una condena anterior por conducir bajo los efectos del alcohol.
Con información de AP y Los Angeles Times.