El Gobierno de Joe Biden y las autoridades sanitarias están analizando la posibilidad de pedir a los ciudadanos vacunados que vuelvan a usar mascarillas ante el crecimiento desbocado de los contagios de COVID-19 por la propagación de la variante delta en todo el país.
Las conversaciones, que adelantó este miércoles el diario The Washington Post citando a seis personas conocedoras de lo sucedido, están en fase preliminar. En ellas participan miembros de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), que están examinando por separado si deben actualizar sus guías sobre el uso de cubrebocas, de acuerdo con un asesor de la Administración Biden y un funcionario federal de salud.
La Casa Blanca ha indicado que cualquier nueva orientación formal debe provenir de los CDC y mantiene que prefiere no intervenir en las decisiones de las autoridades sanitarias para asegurarse de no interferir en el trabajo de los científicos.
Pero las discusiones de alto nivel reflejan la creciente preocupación de las autoridades sanitarias por la amenaza que supone la variante delta, que obliga a replantear qué medidas son necesarias para frenar su expansión.
Una de las acciones que se está considerando es pedir a todos los ciudadanos -vacunados y no vacunados- que lleven mascarilla cuando haya altas concentraciones de personas en lugares públicos o en interiores, como centros comerciales o cines, según personas familiarizadas con la propuesta.
Hasta ahora la Casa Blanca ha dudado en requerir explícitamente que los ciudadanos demuestren su estado de vacunación para evitar tener que usar mascarilla, según una persona conocedora de las conversaciones.
Dependiendo del rumbo que tomen las discusiones, esa decisión podría recaer en última instancia en los propietarios de los negocios que quieran permitir que sus clientes no lleven tapabocas.
Expertos en salud pública afirman que la situación ha cambiado radicalmente desde mayo, cuando los CDC publicaron sus orientaciones para las personas totalmente vacunadas. La variante delta está aumentando y representa ya el 83% de los nuevos contagios por coronavirus, explicó la directora de los CDC, Rochelle Walensky, en una audiencia en el Senado esta semana.
En casi dos tercios de los condados estadounidenses, la tasa de vacunación es inferior al 40% y más del 97% de las personas hospitalizadas con infecciones graves por COVID-19 no están inmunizadas, según los CDC.
Además, las autoridades registran más de 40,000 casos nuevos al día, un aumento considerable con respecto al mínimo de los 11,000 contagios diarios contabilizados en junio.
Esto se debe en gran medida a la variante delta, mucho más contagiosa que otras cepas anteriores, y a la caída del ritmo de vacunación.
"En la Casa Blanca, seguimos la orientación y el consejo de los expertos en salud y medicina", dijo Kevin Muñoz, secretario de prensa adjunto, en declaraciones recogidas por el citado diario. "Las orientaciones de salud pública las hacen los CDC y estos siguen recomendando que las personas totalmente vacunadas no lleven mascarilla. Si no estás vacunado, deberías usarla", señaló.
Cualquier nueva recomendación sobre el uso de mascarillas estaría dirigida principalmente a proteger a la población no vacunada, que representa casi la totalidad de las hospitalizaciones y muertes registradas actualmente a causa del virus.
El presidente sugirió además en la noche del miércoles que en otoño los niños menores de 12 años tendrán que llevar mascarilla para volver a la escuela, dejando entrever que por entonces es poco problema que se haya aprobado una vacuna para los más pequeños.
"Los CDC van a decir que lo que deberíamos hacer es que todos los menores de 12 años probablemente deberán llevar mascarilla en la escuela. Eso es probablemente lo que va a ocurrir", dijo Biden, en declaraciones a la cadena CNN.
Biden celebró en mayo que los CDC declararan que los ciudadanos vacunados ya no necesitaban usar tapabocas en la mayoría de lugares, un cambio que algunos funcionarios de Salud Pública dijeron que era precipitado. Semanas más tarde redobló la apuesta, organizando una fiesta por el 4 de julio en la que participaron 1,000 personas, en su mayoría sin mascarilla, en el jardín sur de la Casa Blanca, mientras la variante del delta se fortalecía.