Por Erik Ortiz - NBC News
Keisha Bryan, psicoterapeuta cerca de Raleigh, en Carolina del Norte, tenía una lista de actividades que quería hacer este verano con su marido y su hija de 5 años: asistir a las fiestas de su vecindario, visitar un parque de camas elásticas y viajar al parque de atracciones Walt Disney World para disfrutar de unas vacaciones familiares.
Pero incluso algo tan despreocupado como el Downtown Raleigh Food Truck Rodeo, al que ya habían asistido anteriormente, queda descartado este año después de que los organizadores del evento anunciaran el lunes su cancelación debido al aumento de casos de COVID-19 en la zona.
Carolina del Norte, al igual que muchos estados, ha visto cómo el número de contagios se multiplicaban y las hospitalizaciones aumentaban por la variante delta, altamente transmisible.
Bryan y su familia han sido prudentes durante toda la pandemia, vacunándose, usando mascarillas y evitando grandes aglomeraciones. Pero ante el repunte de casos, mientras la tasa de vacunación se estanca y las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses no vacunados siguen sin estar interesados en inmunizarse contra el coronavirus, sus esperanzas se desvanecen para disfrutar de un verano lleno de acontecimientos. Ahora, otro sentimiento la ha invadido: el desprecio.
"Me encuentro haciendo todas estas cosas extra y siendo considerada, porque aprendí de mi abuela a no sólo cuidar de uno mismo, sino a cuidar del prójimo", explicó Bryan. "Ahora estoy llegando a un punto en el que estoy enfadada: enfadada porque veo que otras personas no hacen lo mismo, no se vacunan cuando pueden. ¿No queremos todos volver a la normalidad?", se preguntó.
Ese anhelo por recuperar la normalidad del pasado –compartido tanto por los vacunados como por los no vacunados– parece cada vez más lejos ante una pandemia politizada y llena de desinformación.
El aumento de los casos ha provocado la cancelación de campamentos de verano y el aplazamiento de conciertos. Las discusiones sobre la eficacia de las vacunas y los mandatos de vacunación también han destrozado matrimonios, se han apoderado de las redes sociales y se han convertido en puntos de fricción para los negocios, ya que algunos sólo atienden a clientes vacunados y otros sólo a los no vacunados.
Casi el 50% de las personas mayores de 12 años en Estados Unidos están totalmente vacunadas contra el COVID-19, aunque la tasa se ha ralentizado desde abril y el país no alcanzó el objetivo del presidente Joe Biden de tener al 70% de la población inmunizada para el 4 de julio.
Pero incluso en los estados conservadores en los que la idea de la elección personal es muy codiciada –y los niveles de vacunación merman– los no vacunados han suscitado resentimiento.
"Son los no vacunados los que nos defraudan", dijo la semana pasada la gobernadora de Alabama, la republicana Kay Ivey, cuando su estado lidera la tasa de inmunización más baja del país. "Esta gente está eligiendo un horrible estilo de vida de dolor autoinfligido", aseguró.
El Gobierno federal recomendó el martes que las personas vacunadas lleven mascarilla en espacios cerrados en las zonas del país donde está en auge la variante delta. Se trata de un cambio de enfoque radical después de que dijera en mayo que ya no debían usarla debido a la eficacia de las vacunas.
Las autoridades sanitarias federales siguen sosteniendo que los casos de COVID-19 entre personas vacunadas son una minoría y que la mayoría de las hospitalizaciones se producen entre los no vacunados.
"Dan ganas de darle una bofetada a la gente", dijo Elise Power, de 66 años, del condado de Orange, en California. Está deseando viajar a Inglaterra a finales de año para conocer en persona a los padres de su nuera, pero ese viaje “está en el aire”.
Aunque dijo entender que bajo ciertas circunstancias haya personas aptas para vacunarse que no se sientan cómodas con la vacunación, aquellos que simplemente deciden no hacerlo y hacen alarde de su resistencia al virus no le merecen ningún respeto.
"Son totalmente egoístas", subrayó Power, una gerente de banca jubilada que se vacunó en marzo. "Confían en que los demás hagan lo que ellos deberían hacer", señaló.
Este mes, los funcionarios de salud pública del condado de Los Ángeles restablecieron el mandato de usar mascarillas en interiores en respuesta a la rápida propagación de la variante delta.
"Ahora que nos dicen que nos pongamos cubrebocas de nuevo, nos quitan la recompensa de estar vacunados", añadió Power.
Las preferencias políticas de cada uno han desempeñado algún papel a la hora de que una persona se vacune o decida hacerlo.
Una encuesta de la Henry J. Kaiser Family Foundation realizada en mayo reveló que de los no vacunados, el 49% se identificaba como republicano y el 29% demócrata. De los vacunados, el 31% se identificaba como republicano y el 59% como demócrata.
Otro sondeo del Centro de Investigación de Asuntos Públicos de The Associated Press-NORC, realizada antes de que varios republicanos y personalidades conservadoras de las noticias por cable instaran esta semana a la gente a vacunarse después de meses de avivar las dudas, reveló que los republicanos son mucho más propensos que los demócratas a decir que no se han vacunado y que definitivamente o probablemente no lo harán: 43% frente a 10%.
[El COVID-19 puede causar infertilidad masculina y disfunción eréctil. Las vacunas, en cambio, no]
La encuesta también dio a conocer que entre los adultos que aún no se han vacunado, el 35% dice que probablemente no lo hará y el 45% afirma que definitivamente no lo hará. Sólo el 3% de los que respondieron dicen que definitivamente se vacunarán, mientras que otro 16% dice que probablemente lo harán.
Cody Johansen, que vive cerca de Orlando, en Florida, se considera un republicano conservador, pero asegura que eso no influyó en su decisión de no vacunarse.
"Realmente no ha sido tan peligroso para la gente de mi grupo demográfico, y tengo un buen sistema inmunológico", explicó Johansen, de 26 años, que instala equipos audiovisuales en bases militares. "La mayoría de mis amigos se vacunaron y están un poco enfadados conmigo por no haberlo hecho. Hay presión de los compañeros porque dicen que es una responsabilidad cívica", contó.
Reconoce que las vacunas son eficaces, pero le molesta un poco que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) sólo las hayan autorizado para uso de emergencia.
Rebecca Brocious, que vive en un condado mayoritariamente conservador del centro-norte de Pensilvania, dijo que era una "obviedad" vacunar a su hijo de 12 años. Antes trabajaba como rastreadora de contactos y ha tenido delicadas conversaciones con amigos y conocidos sobre los beneficios de vacunarse, pero ahora se siente casi derrotada.
"Llevo tanto tiempo discutiendo con la gente para que se ponga las mascarillas y se vacune que me ha desgastado y estoy en plan: 'Ponte enfermo'", dijo. "Me he cansado y no puedo seguir explicando cómo ayudan las mascarillas y las vacunas", reconoció.
En junio, Brocious asistió a la fiesta de jubilación de un compañero y se sintió casi como en los viejos tiempos. Todo el mundo aseguró estar vacunado y la gente optó por no llevar mascarilla.
"Alguien vino a darme la mano", contó. Luego "estreché como seis manos", pero sobre todo sintió "la presión de los compañeros para hacerlo".
Eso fue antes de que la variante delta se convirtiera en la cepa predominante en el país. Ahora, dijo, le preocupa lo que su propagación pueda significar para el regreso de su hijo a las aulas para el nuevo curso escolar.
De momento, está deseando hacer una escapada con su familia el mes que viene a Rehoboth Beach, en Delaware, pero sabe que el desarrollo de los acontecimientos puede hacer que lo cancele.
"Se han arruinado muchas cosas", lamentó Brocious. A los no vacunados que se sienten apáticos, "no sean egocéntricos", les pidió.