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“Alguien tiene que hacer esto, necesitamos la vacuna este año”. Un voluntario celebra avances en la primera vacuna del COVID-19 con resultados

Insomnio, fiebre y dolores musculares son algunos de los efectos adversos que están sufriendo los 45 voluntarios que participan en la primera vacuna experimental contra el coronavirus. Uno de ellos relata cómo han sido los primeros dos meses del proceso.

Por Juan Cooper - Noticias Telemundo Investiga

Andrew Rubin pasó semanas contando las ambulancias que llegaban cada día al hospital donde trabaja, todas llenas de pacientes en estado crítico, enfermos de COVID-19. Al llegar a casa, veía en las noticias que, a pocas cuadras de su oficina, cientos de cadáveres eran almacenados en furgones como si fueran latas de sardinas.  Y un día, ya no pudo más.

La mañana del 13 de mayo se presentó voluntario en el Hospital Langone de la Universidad de Nueva York para recibir la primera dosis de una vacuna experimental producida por las farmacéuticas Pfizer, en Estados Unidos y BioNtech, en Alemania, uno de los proyectos apoyados por la Casa Blanca. No le importó arriesgar su propia salud. 

“Alguien tiene que hacer esto, necesitamos la vacuna para el final de año, por eso pensé que el riesgo valía la pena”, asegura en conversación con Noticias Telemundo Investiga desde su oficina en Manhattan.

Rubin es un ejecutivo de 52 años, soltero y sin hijos, que trabaja como vicepresidente de negocios de NYU Langone Health, uno de los sistemas privados de salud más grandes de Nueva York. Desde que comenzó la crisis del COVID-19 se sentía impotente y por eso decidió actuar.

Ambulancias llegando con pacientes de COVID-19 al Centro Médico Langone NYU en la ciudad de Nueva York
Ambulancias llegando con pacientes de COVID-19 al Centro Médico Langone NYU en la ciudad de Nueva YorkAP / AP

Dos meses después, ha sabido que las pruebas de la vacuna que le han suministrado van por buen camino y siente que su esfuerzo, sus noches de insomnio y sus dolores musculares están valiendo la pena: “Bendito sea Dios, era lo que todos queríamos escuchar. Es la noticia que todo el planeta está esperando en este momento”, comentó este miércoles.

“Sentía que tenía que retribuirles a doctores y enfermeras”

Cuando Rubin supo a finales de abril que se harían las pruebas clínicas de una vacuna del coronavirus en el Centro de Vacunas de NYU, no dudó en tomar el teléfono y comunicarse con el encargado del proyecto, el doctor Mark J Mulligan, director de la División de Inmunología y Enfermedades Infecciosas.

“Le dije que quería participar como voluntario, siento que tenía que retribuirle a los doctores y enfermeras que veo todos los días luchando contra este virus el esfuerzo que están haciendo”, asevera Rubin.

Después de varios análisis de sangre para verificar que estaba en buenas condiciones de salud y confirmar que no había sido contagiado con el COVID-19, Rubin firmó un contrato con Pfizer donde se comprometía a no demandar a la compañía en caso de que se enfermara gravemente por recibir la vacuna pero, si esto sucedía, la farmacéutica correría con todos los gastos médicos.

Edificio de la farmacéutica Pfizer en Nueva York.
Edificio de la farmacéutica Pfizer en Nueva York. AP

En estas pruebas clínicas, a algunos voluntarios les inyectan la vacuna real y a otros un placebo, es decir, una solución salina que no tiene efectos en el cuerpo. El objetivo de administrar un placebo es comprobar si la mera convicción de que se está tomando un medicamento es beneficiosa, en sí misma, para la salud.

El 13 de mayo recibió su primera dosis de la vacuna. Aunque se considera un hombre sano –hace ejercicio cada día y se alimenta de manera saludable– horas más tarde comenzó a sentirse mal y se dio cuenta de que tenía fiebre de 100 ºF.  

Me dolía la cabeza y el brazo, tenía insomnio, y solo rezaba para que esto que estaba haciendo fuera por el bien de la humanidad”, relata Rubin.

Contó con el apoyo de sus amigos y de sus padres, que le llamaron desde Palm Beach, Florida, para darle ánimos. Al día siguiente se sintió mejor y una semana después volvió al laboratorio para que le tomaran las primeras muestras de sangre.

Le hicieron la prueba del COVID-19 y salió negativa. Luego le volvieron a sacar sangre y le pusieron una segunda dosis de la vacuna.

“Al otro día amanecí con mucha fiebre, y también fatigado, por eso estoy seguro de que sí me inyectaron la vacuna y no un placebo”, relata Rubin.

Sin efectos secundarios graves

En el reporte publicado por Pfizer el 1 de julio, la compañía aseguró que más de la mitad de los pacientes a los que les habían proporcionado la vacuna habían sufrido de fiebre e insomnio, pero ninguno tuvo un efecto secundario grave ni la necesidad de ser atendidos en un centro médico.

Rubin no tendrá que recibir más dosis de la vacuna, por ahora debe ir una vez a la semana a sacarse muestras de sangre en el hospital, que son enviadas a los laboratorios de Pfizer para ser analizadas.

Andrew Rubin recibe la primera dosis de la vacuna de COVID-19 en el Centro Médico Langone NYU en Nueva York. Mayo 13 de 2020
Andrew Rubin recibe la primera dosis de la vacuna de COVID-19 en el Centro Médico Langone NYU en Nueva York. Mayo 13 de 2020Andrew Rubin

En julio comienza la fase 3 de las pruebas de esta vacuna, y serán reclutados 300 nuevos voluntarios entre los que se espera que haya una mayor diversidad genética.

“En la sala de espera cuando me sacan las muestras de sangre cada miércoles, no he visto ningún voluntario latino ni afroamericano, sólo americanos blancos y uno de ascendencia asiática”, aseguró Rubin.

Sin dar cifras exactas, este voluntario neoyorkino aseguró que el monto de dinero que le da Pfizer cada vez que va al hospital a sacarse sangre es mínimo.

“Uno no hace esto por dinero, sino por ayudar a la causa. Lo que me pagan es realmente muy poco”, cuenta Rubin.

Una carrera millonaria y contra reloj para conseguir la vacuna

En abril, Pfizer y BioNtech anunciaron una alianza para desarrollar conjuntamente la vacuna BNT162 contra el COVID-19. La farmacéutica estadounidense firmó un cheque por 748 millones de dólares para financiar la investigación, desarrollo y producción. El 11 de junio, el Banco Europeo de Inversiones les ofreció 113 millones de dólares adicionales para la fabricación masiva de la vacuna en caso de que las pruebas clínicas resultaran exitosas.

: Primera muestra de sangre de Andrew Rubin después de haber recibido la vacuna del COVID-19. Mayo 20 de 2020
: Primera muestra de sangre de Andrew Rubin después de haber recibido la vacuna del COVID-19. Mayo 20 de 2020Andrew Rubin

Para que esto suceda, Pfizer y BioNtech deben demostrar que la mayoría de los pacientes que reciban su vacuna tengan más del 50% de probabilidades de no infectarse con el virus en caso de ser expuestos. Esta carrera la están compitiendo contra otros gigantes de la salud como Inovio Pharmaceuticals, Moderna, AstraZeneca, Novavax y Johnsons & Johnsons.

Esta es la primera vez en la historia que se experimenta con una vacuna basada en un mensajero del ARN (ácido ribonucleico), por eso se le conoce en inglés como mRNA. Esto significa que los científicos crean una secuencia del virus de COVID-19 en el laboratorio y se lo inyectan al paciente.  

El ARN viaja a las células y crea el virus dentro del cuerpo. En una vacuna exitosa, cuando el virus aparece en las células, inmediatamente el cuerpo produce linfocitos o células-T que lo matan, impidiendo que se enferme la persona. Es decir, el propio cuerpo se convierte en una máquina para producir las proteínas y anticuerpos que combaten al virus, aunque este se multiplique. 

Los voluntarios deben hacerse análisis durante dos años

Este es un estilo de vacuna novedoso, y por eso no se sabe cuánto tiempo pueda durar la inmunidad al virus en un paciente. Por esta razón, en el contrato que firmó con Pfizer, Rubin debe ir todos los meses durante dos años a que le tomen las muestras de sangre para ser analizadas en el laboratorio. Y si en algún momento la farmacéutica considera que el voluntario necesita una nueva dosis de la vacuna, esta le será suministrada.

Aunque Rubin se siente muy optimista con el alcance de esta vacuna en tan poco tiempo, aún no canta victoria porque quedan varios meses de pruebas. Asegura que sigue cuidándose y comportándose en público como si nunca le hubieran suministrado una vacuna.

Siempre uso mi cubrebocas en sitios públicos y practico el distanciamiento social. He sido testigo del desastre que este virus ha causado en Nueva York y por eso no bajaré la guardia hasta que hayamos ganado esta batalla”, concluye Rubin.

Estados Unidos es el país más afectado por la pandemia con casi tres millones de infectados.

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