“El Día de la Madre yo no cocino. Tenlo por seguro”, se ríe Berna Colmenares desde su apartamento en Miami. La venezolana de 54 años espera que entre su esposo y su hijo mayor le preparen “algo especial”, como es costumbre en esta fecha que se celebra en Estados Unidos desde que fue declarada un día festivo nacional en 1914.
A Berna le gusta la comida italiana.
—La pasta. La lasaña, dice.
La tradición familiar en este día, antes de emigrar a Estados Unidos en 2014, siempre fue estar rodeada de gente. Pasar el día entero en familia, comer, compartir mucho tiempo. Desde que llegó aquí –con su esposo y sus dos hijos Samuel, de 13 años y Gabriel, de 22– el trabajo ha tenido la prioridad, aunque siempre buscan la manera de comer juntos. En Miami, esta madre venezolana y su esposo han trabajado mayormente en el sector de la gastronomía, en el que no hay descanso sobre todo durante los días festivos.
Este año, el Día de la Madre será atípico para esta familia latina y para millones de otras en Estados Unidos, puesto que la pandemia del coronavirus mantiene a millones bajo órdenes de permanecer en casa, persisten las restricciones de viaje y los epidemiólogos siguen advirtiendo sobre el peligro de las festividades y reuniones grupales. Las madres llegan al día en que son celebradas desde inicios del siglo XX en medio del caos: algunas han perdido el empleo y cuidan de sus hijos a tiempo completo ahora que las escuelas han cerrado, otras trabajan en el sector de la salud y apenas tienen contacto físico con sus familiares por el miedo a contagiarlos. Muchas, como Berna, se han convertido en el sustento de la familia luego de que sus esposos también quedasen desempleados.

Pero tres madres latinas entrevistadas por Noticias Telemundo coinciden en que no todo ha sido tragedia. Algunas han tenido, por primera vez en largo rato, la oportunidad de pasar más tiempo con sus hijos y conocerlos a fondo. Otras agradecen cómo la emergencia sanitaria ha reajustado los roles dentro del hogar, donde la mujer no es la única en la que recaen responsabilidades como la cocina y la limpieza.
—Mi hijo mayor ahora prepara comida para su hermano pequeño, si yo estoy trabajando. Se asegura de que esté tomando sus clases en línea y haciendo los deberes.

Berna quedó sin su trabajo de tres años en una pastelería, al comienzo de la pandemia, cuando los pequeños negocios comenzar a cerrar y reducir el personal. La gastronomía era su mundo conocido desde que llegó a Estados Unidos. Poco después consiguió un empleo temporal en la cadena de farmacias Walgreens.
—Pasé de trabajar con comida a trabajar con medicamentos. A veces vienen clientes preguntando por una medicina y no sé responderles. Pero ha sido positivo el reto de saber que puedo conseguir trabajo en otro lugar. Una a veces se queda en la zona de confort.
El sacrificio de cambiar de trabajo por los hijos comenzó –como sucede con otros inmigrantes que tienen trabajos profesionales en sus países de origen– cuando vino a Estados Unidos. En Venezuela se graduó de Sociología, con un Máster en Ciencias Gerenciales. Lo conocido para ella eran los pasillos de la universidad en la que impartía clases. Aquí tuvo en contra el idioma y la falta de dinero para revalidar su título. Ella y su esposo siempre se enfocaron en priorizar los gastos en la carrera universitaria de su hijo mayor.
—Las conferencias, los congresos, los seminarios. Ese era mi mundo. Hoy día lo cambié por un delantal, por estar dentro de una farmacia, que son roles totalmente distintos a mí.

Lo que dejó atrás para ponerlo en función de sus hijos, dice, "valió totalmente la pena". El mayor se acaba de graduar de Química, y el menor ya no tiene problemas para hablar inglés en la escuela.
El Día de la Madre, para Berna, es también un momento en el que pensar en el rol de la mujer dentro del núcleo familiar. Su marido, dice, es uno de los “considerados”. Pero señala que en aquellas familias en las que la mujer no trabaja y solo se dedica a cocinar y lavar, una emergencia como el coronavirus genera problemas mucho mayores.
—Con el virus, muchas familias se vieron afectados porque el hombre perdió el empleo, pero la mujer no. En esas familias con la mentalidad de siglos pasados donde es el hombre el que sale a buscar el sustento, la situación se complica más.
Este domingo tiene que trabajar el turno de la mañana, probablemente hasta las cuatro de la tarde. Lo que planea hacer es comer con su familia en la noche. El tiempo que pasa con ellos, dice, ahora se trata de “menos cantidad y más calidad”.
“No he podido estar con mis hijos como antes”
Para Sarah López, una doctora de urgencias de California que tiene tres hijos varones (de siete, cinco y tres años) no han sido semanas fáciles.
Desde que a mediados de marzo comenzó a atender pacientes enfermos de COVID-19 en las salas de cuidados intensivos decidió autoaislarse en una habitación de la casa, lejos de sus hijos y su esposo, por el miedo a contagiarlos.
—Me espanté un poco cuando vi los reportes de Italia y China donde las enfermeras y doctoras se estaban enfermando y llevando el virus a la casa, dice esta madre de 40 años y ascendencia mexicana
Muchas otras madres en el sector de la salud han hecho sacrificios similares. Algunas, incluso, están viviendo temporalmente en hoteles, cuenta Sarah.

El virus ha cambiado la manera de interactuar con su familia. Ahora llega a la casa, se quita la ropa en el garage, la pone a lavar y va directo al baño. Durante algunos días en los que tuvo síntomas como dolor de cabeza y cansancio extremó las medidas y comenzó a usar mascarilla incluso dentro de la casa.
Eventualmente los niños comenzaron a preguntar qué sucedía. Ahora, cuenta Sarah, el de cinco años se queja graciosamente de lo que él llama “el virus de la corona”, que no les permite salir a pasear o ver a sus abuelos y primos.
Los Días de la Madre son usualmente de mucho desorden en la cocina, relata con una sonrisa.
—Cuando no me toca trabajar, a los niños y mi esposo les gusta hacerme el desayuno en la mañana: los pancakes, el french toast, el jugo. Luego me dejan un trastero, pero no importa.
Este domingo es uno de esos días afortunados en que no tiene que ir al hospital y puede celebrar con la familia. La incidencia del virus en California, comenta, ha mejorado levemente. El estado ha comenzado la lenta reapertura de la economía, aunque los expertos temen que puedan resurgir los casos si no se mantiene el distanciamiento social.

Algo provechoso de la cuarentena, a pesar de la distancia que guarda con sus hijos dentro de la casa, es haber descubierto que cada uno tiene inclinaciones muy diferentes.
—Al mayor le encanta pintar, al segundo le encantan las computadoras y el más pequeño es el jefe. Nos dice cómo y cuándo. Antes yo trabajaba mucho y cuando terminaba también hacía conferencias y otras actividades. Como todo eso ahora está cancelado, solo voy al trabajo y regreso. (Estar más en la casa) ha sido bonito, dice.
“Me levanto y me acuesto con mis cinco hijos dentro de la casa”
Laura Galvis, una peluquera de origen dominicano que vive en Miami, apenas ha tenido tiempo para arreglarse su propio pelo en las últimas semanas. Desde que el salón de belleza que su esposo y ella administran en Miami Beach cerrara por la pandemia, se ha visto sin empleo y ha tenido que ocuparse a tiempo completo de sus cinco hijos, que van desde los dos años hasta los 20.
—No tengo siquiera tiempo para usar el baño sola. Estos niños son como mi cola, mi sombra. "Mami, quiero esto. Mami cerraste la puerta. Mami, dónde estás. Mami, por qué te fuiste", los imita.

La rutina para esta madre de 37 años y sus cinco hijos cambió drásticamente. “Llevamos casi 2 meses en la casa volviéndonos locos”. Para ella, lo más difícil de ser una madre desempleada durante esta emergencia sanitaria ha sido tratar de crearles nuevas rutinas, entretenerlos, mantenerlos ocupados.
Pocas veces han salido de la casa juntos desde que la situación se agravó en el condado de Miami-Dade, el más afectado de Florida. Cuando los ha llevado a dar un paseo por la cuadra, ya hasta los más pequeños saben cómo mantenerse con sus guantes y mascarillas puestas.
—Ellos saben lo que está pasando, explica Laura.
En su casa, El Día de la Madre usualmente se celebra con grandes reuniones de familiares y amigos para comer. Eso no será posible esta vez.
—Tampoco planeo hacer mucho, porque la cocina me tiene aburrida, se ríe.

Lo que más lamenta de este tiempo es no saber cuándo su peluquería podrá reabrir y bajo qué términos. “El futuro es una incógnita muy grande. No sabemos qué limitaciones tendremos como peluqueros, pues tenemos contacto directo con las personas. Arreglar el pelo a 6 pies de distancia es imposible. No tenemos una varita mágica”, dice.
Su esposo se ha mantenido activo y, hasta el momento, aunque el golpe económico ha sido duro, han estado bien. Ella piensa en las madres solteras y aquellas que son la cabeza de familia en cuanto a las finanzas.
A pesar de la incertidumbre, dice que no todo ha sido malo de este período.
—Estamos compartiendo más tiempo juntos y esa parte es muy bonita, dice.
Las madres como ella, asegura, incluso extrañarán ese aspecto del coronavirus: no tener muchas opciones ni justificación para salir de la casa. “Puede ser que lo echemos de menos. Yo me acuesto con ellos y me levanto con ellos. Estamos juntos todo el día y eso lo voy a extrañar”.
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