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"Los hospitales se sienten como una zona de guerra, aunque en las calles no sea así"

Tres doctoras especializadas en medicina de emergencia, que trabajan en la primera línea contra el coronavirus en distintas salas de urgencias del país, explican en conversación con Noticias Telemundo cuáles son las razones por las que todavía lo más prudente es permanecer en casa.
/ Source: Telemundo

La doctora Tsion Firew fue entrenada para salvar vidas bajo las condiciones más duras: socorrió a heridos durante la guerra de Irak y estuvo en Haití para atender a los damnificados del letal terremoto de 2010. Pero las guerras y los desastres naturales son males conocidos, relata a Noticias Telemundo desde Nueva York. El nuevo coronavirus no fue algo para lo que la comunidad médica estaba preparada, asegura.

“Se siente como si te estuviera viniendo encima una tormenta a cada minuto. No hay descanso. El mundo parece estar acabándose frente a ti, dentro del hospital”, cuenta. “Cuando hay que cuidar a pacientes que están muriendo a esta velocidad, con la falta de recursos que enfrentamos, hay un costo físico y emocional para todos los doctores”.

Firew, quien trabaja en la sala de emergencias del Columbia University Medical Center —en el estado más golpeado por la pandemia en Estados Unidos— es apenas una de las profesionales de salud que vio con una mezcla de asombro e inconformidad cómo a inicios de semana, varios estados –donde el número de contagios y muertes sigue en aumento– comenzaron a reabrir negocios y relajar las medidas de aislamiento social.

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Para los médicos que, como ella, enfrentan todos los días la posibilidad de enfermarse en medio de la escasez de equipos de protección personal que aún atraviesa el país, la decisión de comenzar a levantar las órdenes de permanecer en casa es vista como un gesto desleal.

“Nos han quitado mucha de nuestra libertad, pero las personas no entienden que los hospitales se sienten como una zona de guerra, aunque en las calles no sea así”, se queja. “El campo de batalla es el hospital y nosotros tenemos el privilegio de pelear en representación de la gente. Pero cuando nos fallan al no escuchar a los expertos, les están fallando a los médicos y a todo el país”.  

Desde que la Casa Blanca dejó en manos de cada gobernador la decisión de cuándo comenzar la reapertura, más de una docena de estados han reabierto bares, restaurantes, peluquerías, teatros, salones de tatuajes, gimnasios y otros negocios, en una movida que refleja la urgencia de comenzar a reanimar las economías locales para mitigar el golpe financiero de la pandemia. Más de 30 millones de personas han perdido el empleo, y la presión ha aumentado en todo el país, semana tras semanas. Miles de manifestantes también han llegado hasta las sedes de gobierno e incluso hasta las casas de algunos gobernadores para exigir el fin de la cuarentena.

Algunos estados también dejaron expirar las órdenes de permanecer en casa el pasado 30 de abril y otros planean hacer lo mismo en los días subsiguientes, para permitir “operaciones esenciales” en algunos comercios, bajo el contradictorio llamando a seguir practicando el distanciamiento social.

El presidente Donald Trump ha celebrado el nuevo escenario: “¡Muchos estados están reabriendo de manera segura y rápida!”, escribió la semana pasada en Twitter.

Para la doctora Firew, sin embargo, no hay forma “segura” de reanudar la vida normal en la etapa actual de la pandemia.

“No sé cómo alguien te puede hacer un tatuaje a seis pies de distancia”, cuestiona. A la pregunta de cuándo será seguro salir, la doctora responde que “nadie sabe”, debido a que aún el país no está preparado logística ni médicamente para lidiar con el virus, el cual algunos epidemiólogos consideran que se podría convertir incluso en una infección estacional.

"No vamos a regresar a la normalidad en ningún momento cercano"

La doctora de urgencias Dara Kass, quien también trabaja en Nueva York, comenta que los gobernadores no están reabriendo los estados “basándose en métricas de salud” como el número de contagiados o la capacidad de los hospitales, sino en lo que “creen que es mejor para sus residentes”.

Según la guía de la Casa Blanca, dos requisitos son imprescindibles para relajar las medidas: los estados deben demostrar una trayectoria descendente en los casos de COVID-19 por 14 días sostenidos y contar con capacidad suficiente para atender y hacerles pruebas a todas las personas que lo necesiten, incluyendo a los trabajadores de la salud. En ningún estado del país, advierten los expertos, las condiciones justifican relajar el aislamiento social, el único recurso que señalan como el principal escudo contra el virus, a falta de una vacuna o tratamiento preventivo.

Kass, quien contrajo el virus en abril y se recuperó dos semanas después —solo para volver al campo de batalla— también opina que los manifestantes que han protestado contra la cuarentena han actuado de manera irresponsable y egoísta. “Todo el mundo tiene miedo y está buscando la manera de sobrevivir, pero no entiendo el sentido de las protestas presenciales. Ir al Capitolio sin mascarilla no resolverá nada, excepto exponerse a un mayor riesgo y tal vez enfermar a la familia”, dice.

También rechaza la idea de que las personas son prisioneras en sus propias casas y no pueden salir por ningún motivo. "No hay razón para no ver la luz del día o conversar con tu vecino a 6 o 10 pies de distancia", dice. "Nadie está llevando una vida normal. Hay que empezar a replantearse la idea de qué es lo normal, porque no vamos a regresar a la normalidad en ningún momento cercano".

El riesgo continúa a pesar de la reapertura

La tercera doctora de emergencias entrevistada por Noticias Telemundo, Mizuho Morrison, trabaja en Los Ángeles y en el condado de Orange, en California, y también contrajo y superó el virus en abril, luego de intubar a un paciente crítico con un equipo de protección inadecuado.

A aquellos que piensan que es seguro comenzar a frecuentar playas, conciertos o lugares con grandes reuniones de personas, les recuerda: “Desde el punto de vista médico, nada ha cambiado en las últimas semanas en el país. Aún no hay un tratamiento para esto”.

Otro elemento que se mantiene invariable es la vulnerabilidad de los estadounidenses frente a la pandemia, entre quienes son comúnes las afecciones como la hipertensión, la diabetes y la obesidad.

Mizuho dice que, para la comunidad médica, las próximas semanas funcionarán como un experimento. “Será algo muy interesante de ver. Pero estamos esperando un aumento en los casos nuevos, entre las dos y las cinco semanas de que los estados reabran”, advierte.

En este punto, unas 70,000 personas han muerto en Estados Unidos por el COVID-19 y la Casa Blanca ha anticipado que este número podría alcanzar los 134,000 para principios de agosto.

El problema de las pruebas, el rastreo de contactos y las dudas sobre la inmunidad

La última vez que Estados Unidos lidió con un cierre de tal envergadura fue en 1918 durante la llamada 'gripe española'. A los residentes de las zonas más golpeadas también se les ordenó en ese entonces permanecer en casa para evitar más contagios, y usar mascarillas si salían al exterior. Pero justo cuando las medidas comenzaron a mostrar resultados, ciudades como San Francisco se confiaron: ordenaron la reapertura de teatros y reanudaron eventos con grandes cantidades de público.

Poco después, para enero de 1919, la ciudad fue golpeada con 600 casos nuevos al día, lo que llevó a las autoridades a dar marcha atrás. San Francisco quedó para la historia como símbolo del peligro de reabrir demasiado pronto.

Incluso cuando la cuarentena parezca inaguantable, tampoco esta vez el país está preparado para un retorno seguro a la vida normal, coinciden las expertas entrevistadas.

Las 4 razones principales que citan estas doctoras para permanecer en casa son:

✔️ El país no cuenta ni con la mitad del total de pruebas diarias que necesita para examinar a todo el que tenga sospecha de haber contraído el virus, presente síntomas o no

Según estimados de la Universidad de Harvard, para que la reapertura sea segura, se deben estar haciendo tres veces más pruebas de las que el país realiza hasta el momento. Las cifras ideales se ubican entre las 500,000 y las 700,000 pruebas diarias, lo que equivale a ser capaz de examinar a un mínimo diario de 152 personas por cada 100,000.

“Hasta el momento, hemos hecho unos 7 millones de pruebas en total. Y eso significa que hemos cumplido solo con poco más de 10 días, en un plazo de 10 semanas. No ha habido una abastecimiento centralizado y elevado de pruebas, hisopos y otros implementos”, dice Kass, quien agrega que cada día el país está un poco mejor preparado que el anterior, pero las condiciones están lejos de ser las idóneas para reabrir.

En Estados Unidos no se están realizando diariamente ni la mitad de las pruebas que recomiendan los expertos.
En Estados Unidos no se están realizando diariamente ni la mitad de las pruebas que recomiendan los expertos. Newsday via Getty Images

“La idea de hacer más pruebas no es solo para detectar a los que se infectaron, sino también a aquellos que no lo tienen. De esta manera, quien quizás estuvo cerca de alguien contagiado no deberá aislarse por semanas en vano. Quien sí lo tenga, permitirá que se le haga el examen a sus contactos”, explica.

De esta manera, se identificará a quienes nunca se sintieron mal porque eran asintomáticos, pero tenían en virus y lo estaban propagando.

Harvard calcula que un 20% de las personas que tomaron la prueba dieron positivo. La alta cifra, según el informe del centro de altos estudios, significa que probablemente hay una buena cantidad de personas que padecen la enfermedad, pero por falta de pruebas no han podido ser detectadas.

✔️ La falta de un sistema robusto para el rastreo de contactos

“Necesitamos un ejército de rastreadores. Personas que vayan tocando las puertas para encontrar quién puede tener el virus y hacerle la prueba. Ese es un empleo”, dice Kas.

Los epidemiólogos llaman track and trace o contact tracing a este sistema. La idea es encontrar todos los posibles contactos de una persona infectada para saber quién se contagió y cómo. En un inicio, dicen las doctoras consultadas, se le dijo a todos los que estuvieron en una habitación con una persona enferma que se autoaislaran. Esa fue una medida mucho más severa de la que hubieran adoptado si se hubiera rastreado y examinado correctamente al sospechoso.  

“Rastrear y monitorear a quienes están cerca de los contagiados es la manera más rápida de que la gente regrese a algún nivel de nueva normalidad”, explica Kass. 

La semana pasada, varios exfuncionarios de salud pidieron al gobierno invertir US$46,000 millones en salud pública, incluyendo US$12,000 millones para expandir la fuerza laboral de rastreo de contactos. Los funcionarios estiman que se necesita aumentar en 180,000 el número de rastreadores.

✔️ Continúa la escasez de PPE (Equipos de Protección Personal) para los trabajadores de salud

Desde el inicio de la pandemia, el sistema de salud de Estados Unidos demostró no estar preparado logísticamente para asumir la amplia demanda de implementos de protección como mascarillas, batas quirúrgicas y guantes. La escasez de otros implementos como termómetros, escudos faciales, respiradores y líquidos desinfectantes siguen ocupado las quejas del personal de salud de todo el país.

“La administración de los hospitales nos ha dejado en ascuas”, se queja Mizuho Morrison. En los dos centros para los que trabaja en California, dice, muchos de los implementos han sido comprados o gestionados como donaciones por los propios médicos.

“Es asombroso que en Estados Unidos, que debería ser un país robusto, todavía en 2020 tengamos que depender de donaciones de PPE. Estamos preocupados por lo qué pasará cuando el virus dure otros tres o seis meses, o un año más”, comenta.

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La falta de equipo apropiado, denuncia Morrison, fue lo que propició que se contagiara mientras intubaba a un paciente crítico al que conectó a un respirador artificial.

Los médicos de urgencias son los más propensos a enfermarse si no tienen los equipos de protección adecuados, pues están en contacto directo con la boca de los pacientes graves que necesitan intubación. Como ella, muchos otros de sus compañeros han terminado como pacientes en las mismas salas de emergencia en las que trabajan como doctores.

✔️ Aún no existe una vacuna o tratamiento preventivo y subyacen interrogantes sobre la inmunidad

Desde el inicio de la pandemia, los expertos de salud han dicho que no habrá una vacuna lista hasta dentro de un año, como mínimo, lo que significa esperar hasta 2021.

Los médicos tampoco tienen seguridad de que el medicamento será efectivo, pues la carrera a contrarreloj significa que muchos de los pasos que normalmente se siguen para aprobar una vacuna serán obviados, como las pruebas en animales.

“Sabemos que históricamente no existen grandes tratamientos antivirales. Incluso el que utilizamos para la influenza solo disminuye sus síntomas durante 20 o 24 horas al día, y no necesariamente disminuye la mortalidad o la morbilidad”, dice Mizuho.

Las pruebas de anticuerpos han mostrado que haber contraído el virus no grantiza inmunidad.
Las pruebas de anticuerpos han mostrado que haber contraído el virus no grantiza inmunidad. Barcroft Media via Getty Images

“La mayoría de nosotros en la comunidad médica tenemos esperanzas, pero también estamos un poco escépticos de que un medicamento antiviral será suficiente”.

El virus, dice la doctora Dara Kass, sigue siendo extremadamente misterioso para la comunidad médica, que aún está tratando de entender cómo tratar pacientes en las unidades de cuidado intensivo, entendiendo las diferentes maneras en que el virus ataca diferentes órganos. El tema de la inmunidad es otra de las grandes interrogantes.

Kass fue una de las que pensó que haberse enfermado había sido una ventaja. “Pensé que me había enfermado y no me podía reinfectar, por lo que podría trabajar en el hospital sin riesgos”.

Estaba equivocada.

La Organización Mundial de la Salud ha dejado claro que no hay evidencia de que las personas que se hayan recuperado del COVID-19 tengan anticuerpos y estén protegidas de una segunda infección. La mayoría de los estudios realizados hasta el momento han mostrado que las personas que se recuperan tienen anticuerpos en la sangre, pero algunas muestran niveles muy bajos.

Editada por Eulimar Núñez

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