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Ecuador extravía a sus muertos en el peor momento de la pandemia de coronavirus. Algunos incluso han “resucitado”

“Nadie merece morir y terminar en un contenedor, como si fuera basura”, denuncia un concejal de Guayaquil tras el hallazgo de restos sin identificar. No es la única consecuencia del caos: ecuatorianos han llorado a sus familiares, los han enterrado y luego han recibido la noticia de que aún están con vida.
/ Source: Telemundo

Por Jefferson Díaz

QUITO (ECUADOR).- Hace 34 días que Narcisa Martillo no sabe de su mamá, Rosa Elena Alvarado Díaz. La última vez que vio a la anciana, de 82 años, estaba sentada en una de las sillas del área de emergencias del hospital ecuatoriano del Guasmo, al sur de Guayaquil, esperando que un médico la atendiera.

“Ella llegó quejándose de un dolor muy fuerte en la boca del estómago. Quince minutos nos tardamos en ubicar al doctor, y cuando la tomó de la muñeca, ya no tenía signos vitales. Murió de un ataque al corazón”, explica Martillo en una entrevista telefónica.

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Entonces comenzó su periplo para que le entregaran el cadáver de su madre. Primero le dijeron que ninguno de los cuerpos salía del hospital en medio de la pandemia por el COVID 19, que iban a ser cremados. Luego le informaron que sí les darían los restos, pero que debía esperar porque la morgue estaba contaminada.

“Nos tienen esperando. Desde las autoridades del hospital hasta el Gobierno nacional, no tienen idea de dónde pusieron el cuerpo de mi mamá. Y me aterra que esté dentro de esos contenedores que consiguieron con cuerpos pudriéndose”, lamenta Martillo.

El 2 de mayo se descubrieron cinco contenedores en los alrededores del hospital de Los Ceibos con 237 cadáveres descomponiéndose bajo el intenso calor de Guayaquil. La Fiscalía General del Estado aseguró que se había podido identificar hasta el momento sólo 106 de los restos. Ninguna autoridad ha explicado aún cómo terminaron ahí.

Hasta el lunes 4 de mayo, el Ministerio de Salud ha reportado 31,881 contagios de coronavirus en Ecuador. Han fallecido 1,569 personas, aunque hay otras 1,336 muertes vinculadas como probables. 

La provincia del Guayas, donde está ubicada Guayaquil, sigue siendo la más afectada con 14,192 contagiados; seguida por Pichincha, donde está Quito, con 1,732.

Una brigada retiraba un féretro dejado a las afueras de una residencia en Guayaquil, Ecuador, el 6 de abril de 2020.
Una brigada retiraba un féretro dejado a las afueras de una residencia en Guayaquil, Ecuador, el 6 de abril de 2020.AP

El Gobierno asegura que la cifra de muertos diarios por la pandemia se está reduciendo, y en la funeraria que dirige Edgar Herrera en Guayaquil parecen estar de acuerdo: “Hace 15 días, en toda la ciudad se estaban enterrando un promedio de 400 por día; ahora estamos por el orden de los 70”.

“Al principio estábamos asustados. No sabíamos cómo proceder. Pero una vez que recibimos los lineamientos del gobierno sobre el manejo de los fallecidos por el virus, nos pusimos manos a la obra. Ha sido una labor agotadora”, explica Herrera en una conversación telefónica. 

Cementerios como el municipal o el Pascuales han tenido que aumentar su capacidad de nichos y parcelas para enterramientos. Las funerarias, en cambio, también han sufrido la pandemia: del centenar que opera en Guayaquil, sólo un 25% ha trabajado durante la emergencia, según comenta Herrera. 

“Hay mucho miedo, y también mucho desconocimiento sobre cómo manipular los cuerpos: dos trabajadores de nuestra funeraria se enfermaron, pero ya se recuperaron. Nosotros hemos trabajado de la mano con el Ministerio de Salud para aplicar todos los protocolos de seguridad necesarios”, aseveró.

Para Narcisa Martillo, sin embargo, esos protocolos de seguridad son insuficientes. Luego del fallecimiento de su madre tuvieron que esperar cinco horas para recibir el certificado de defunción. Cuando al fin lo recibieron, constaba como causa de la muerte una “neumonía severa por COVID-19”

“Mi mamá no murió por el virus, fue un ataque al corazón. Pero como colocaron esa causa de muerte, las cosas se complicaron más para que me pudieran dar su cuerpo. Yo no quería que la dejaran en la morgue del hospital porque sabía que estaba contaminada, y ahora no sabemos dónde está”, explica Martillo.

Como ella, otras 83 familias en Guayaquil se han coordinado para buscar y pedir respuestas a las autoridades sobre el paradero de los cuerpos de sus seres queridos.

“Todavía tengo el ataúd de mi mamá en la casa. Me costó 650 dólares. Tal parece que ahora no sólo debemos preocuparnos por el contagio, sino por el destino de los cadáveres”, concluye Martillo.

Los más afectados

Con 17,1 millones de habitantes y casi 32,000 casos registrados oficialmente, Ecuador es uno de los países del continente más golpeados por la pandemia. Perú, con 32 millones de habitantes, tiene más de 47,000 casos, según el recuento de la universidad John Hopkins. Brasil tiene casi 110,000 con una población de 209 millones de personas.

Sin embargo, el diario The New York Times informó en abril que la cifra de muertos en Ecuador es 15 veces más alta de lo informado por el Gobierno: entre el 1 de marzo y el 15 de abril fallecieron 7,300 personas según el Registro Civil, frente a los 503 muertos que reportó el Gobierno por COVID-19.

Las autoridades admiten que sólo registran como muertes por coronavirus a los decesos de personas a las que se les realizó una prueba y dio positivo. “Así lo indica la Organización Mundial de la Salud”, indica Juan Sebastián Roldán, secretario de la Presidencia.

“Mezclaron los cuerpos de los que murieron por el virus y los que no”, denuncia Héctor Vanegas, concejal de Guayaquil y encargado de asesorar a las 83 familias que buscan aún los restos de sus familiares. “Ahora criminalística debe hacer su trabajo y reconocerlos”. Pide además que se practiquen pruebas de ADN a los cadáveres hallados en contenedores, toda vez que no se les puede reconocer por las huellas dactilares debido a su estado de descomposición. 

Pero eso alargará los trámites tres meses más. “¡Tres meses! ¿Cómo le dices a una persona que tiene más de un mes buscando a sus familiares que se espere más? Aquí tienen que haber responsables. Hasta tenemos casos de personas que fueron dadas por muertas y a sus familiares les entregaron los cuerpos o cenizas de otros”, afirma Vanegas.

Los "resucitados"

Alba Maruri y Teófilo Velasco murieron y regresaron de entre los muertos.

Maruri fue internada el 27 de marzo en el hospital Abel Gilbert Pontón de Guayaquil tras presentar un cuadro febril alto e insuficiencia respiratoria. Ese mismo día, el personal del centro de salud informó a sus familiares que había muerto.

Recibieron las cenizas pero dos semanas después se dieron cuenta de que no eran las de Maruri. La mujer pasó ese tiempo en cuidados intensivos, y se despertó con la noticia de que sus hijos ya la habían velado y hasta le celebraron su cumpleaños póstumo: entre su muerte y "resurrección" cumplió 74 años.

Su sobrina Laura Maruri declaró al diario Expreso que otro sobrino “vio un cadáver con las característica de ella, pero no dejaron verle el rostro”. “Era mejor verla de lejitos nomás”, cuenta que le dijeron.

Ahora, Maruri debe "resucitar" también legalmente en un sistema que se está tardando semanas en entregar certificados de defunción, y conocer los detalles  de esta “negligencia”, como la califica si sobrina. 

Las hijas de Teófilo Velasco vivieron una historia similar. Su padre, de 68 años, presentó los síntomas del COVID-19 a mediados de marzo y cayó en coma el día 21. Fue la última vez que supieron de él: no las dejaron entrar a verlo al área de cuidados intensivos, y tras mucho insistir, lo único que les dijeron en el hospital del Guasmo es que había muerto y que debían buscarlo en el cementerio de Pascuales. 

Ingresaron a la página web del Gobierno ecuatoriano donde se registran los decesos, y ahí estaba el nombre de su papá. Les entregaron un certificado de defunción y en el cementerio les dijeron que no podían dejarlas pasar y que debían volver en tres meses, cuando pasara la cuarentena.

Pero el 30 de abril, su padre despertó en el hospital y reclamó ver a sus hijas.

“No le deseo esto a nadie. Llorar a un familiar, enterrarlo, y que luego te digan que está vivo es muy fuerte. Las autoridades deben responder por esta situación”, explica Laura Velasco, una de ellas. 

El ministerio de Salud informa que está investigando ambos casos.

Lo que se viene

El 4 de mayo, Ecuador entró en una etapa de transición en la que va a pasar del aislamiento al distanciamiento social. Se ha creado un sistema de semáforo pero hasta ahora todas las ciudades están en rojo: eso implica medidas como el toque de queda desde las 2 de la tarde hasta las 5 de la mañana, restricciones para desplazarse en vehículo, prohibición de aglomeramientos, e ingreso a los mercados municipales según el día.

Jorge Yunda, alcalde de Quito, dijo este domingo que la capital se quedará en rojo hasta el 31 de mayo aunque, según sus previsiones, el 26 de mayo se registrará el pico de contagios en la ciudad. 

En el parque Bicentenario se han habilitado contenedores que servirán como morgues de ser necesario, y se mantiene monitoreadas a las personas contagiadas para que no rompan la cuarentena.

Entre tanto, en Guayaquil, Héctor Vanegas espera que a partir del 4 de mayo las autoridades empiecen a reconocer los cadáveres localizados en los contenedores del hospital de Los Ceibos. Narcisa Martillo ruega porque su madre no esté ahí.

“Espero que esté en otro lado”, dice,  “nadie merece morir y terminar en un contenedor. Como si fuera basura”. 

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