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"Te dejan morir solo": la precariedad de los trabajos esenciales ante el coronavirus en México

Muchas de las personas a las que el gobierno ordenó seguir laborando durante la contingencia lo hacen sin red de seguridad alguna; repartidores, farmacéuticos y más nos cuentan su dilema.

Por Marina E. Franco

CIUDAD DE MÉXICO.- Cada mañana, Paola despierta en casa, empieza un trayecto de dos horas de transporte público para llegar a la capital y, ya ahí, prende las aplicaciones de entrega de alimentos que le dan trabajo.

Labora por ocho horas, más o menos, con la esperanza de poder ganar suficiente entre el pago por los pedidos que lleva en bicicleta y las propinas que recibe para ella misma poder comer y pagar las cuentas un día más.

Paola es una de miles de personas en México que no se ha detenido en medio de la contingencia por el coronavirus SARS-CoV2, al ser designada su labor como un trabajo esencial que no debe suspenderse.

El trabajo de surtir a todos los mexicanos que sí pueden quedarse en casa se dificulta además porque el temor al contagio va de la mano con que estas personas designadas esenciales —repartidores, farmacéuticos, quienes hacen trabajo de limpieza o intendencia, conductores de taxi, quienes recogen la basura, los que operan las cajas en el supermercado, y más— llevan años viviendo en la precariedad.

“Todos trabajamos al día y eso es lo que nos hace seguir saliendo hasta en estas situaciones”, cuenta Paola, parte del colectivo DeliverLibres, grupo de mujeres que trabajan como repartidoras y buscan protegerse también del acoso sexual en Ciudad de México, notoria por altos índices de violencia machista.

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Algunos legisladores han pedido actuar para proteger más a los trabajadores esenciales en este momento, aunque en gran medida quienes hacen estas labores han tenido que encontrar cómo cuidarse solos.

“Nos estamos cuidando nada más entre nosotros”, dijo Jorge Rodea, otro repartidor. “Y exhortamos a los clientes a quedarse en casa porque sabemos que también nos necesitan, sobre todo los adultos mayores”.

En las últimas semanas, sabiendo que ella iba a seguir trabajando expuesta, Paola mandó a su hijo a vivir con sus abuelos, una de los cuales tiene diabetes, porque “con el COVID-19 no nos queremos arriesgar”. Los hijos de Jorge tampoco están viviendo con él por el momento debido al temor de infección.

Algunos repartidores que hablaron con Noticias Telemundo contaron que siguen trabajando a pesar de tener algunas de las enfermedades crónicas que los hacen susceptibles a estar delicados si se contagian.

Una mujer reparte en bicicleta pedidos hechos a su pequeño restaurante, en Xochimilco, Ciudad de México, el 1 de abril de 2020.
Una mujer reparte en bicicleta pedidos hechos a su pequeño restaurante, en Xochimilco, Ciudad de México, el 1 de abril de 2020.AP

La situación se dificulta para Paola, Jorge y sus colegas porque son parte del 56.2% de todos los mexicanos que son trabajadores informales.

“Son informales no porque no paguen impuestos, que sí lo hacen muchos, sino porque no tienen los derechos de ley, ni salarios muchos de ellos”, indicó la senadora Patricia Mercado, secretaria de la comisión del trabajo de la cámara alta. “La pandemia está exponiendo más esta tragedia”.

Por ejemplo, las apps de entrega de alimentos con las que trabajan los entrevistados no los consideran empleados, sino socios, con lo que se deslindan de darles beneficios de ley.

“Te dejan morir solo”, sentencia Paola.

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Insumos por cuenta propia

Han corrido con la relativa suerte de que, pese a no tener empleo formal, la mayoría no han sido tampoco despedidos, a diferencia de más de 346,000 personas en México que han perdido su trabajo en las últimas semanas por las secuelas económicas del coronavirus.

Pero los empleados de sectores esenciales que mantienen su trabajo siguen en la precariedad.

La gran mayoría no tiene cobertura de la red de seguridad social; si se enferman quedan especialmente en aprietos.

En México, además, no existe una modalidad de cheques de desempleo como los de Estados Unidos. Y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha anunciado ninguna medida de protección económica para el sector informal del país.

Encima, quienes recurren a los servicios de estos repartidores y otros trabajadores no están siendo muy comprensivos.

Algunos clientes les están dando mejores propinas, pero hay otros que, según los repartidores, se burlan cuando les piden ponerse gel antibacterial antes de entregarles su pedido o se rehúsan a recibir el paquete a una sana distancia.

Empleados de farmacias viven una situación similar de temor e incertidumbre. Los mexicanos que entregan productos básicos para cuidarse en estas épocas han ido improvisando cómo protegerse ellos conforme avanza la pandemia.

“No queda de otra, no hay ningún organismo que se preocupe por decirnos claramente: ‘Oigan, consigan este material’”, dijo Israel Mendoza, gerente de una farmacia en el sur de Ciudad de México.

“El personal acá en la farmacia, que tiene que estar abierta todo el tiempo, decidió poner plástico protector en el mostrador para atender, o usamos telas para cubrebocas, pero la verdad es que no es suficiente”, agregó Mendoza.

Incluso parte del personal médico y técnico de hospitales está sin sueldo fijo ni prestaciones, reconocieron autoridades.

Los trabajadores de la salud también han denunciado que las mascarillas y el equipo de protección personal lo han tenido que comprar en el mercado negro, en espera de cargamentos de protección que el Gobierno de México adquirió de China en un nuevo puente aéreo. Ya hay casi 400 trabajadores del sector salud infectados en México.

Así que lo que viven los repartidores se ve en muchas industrias actualmente.

“Siempre olvidan, incluso en estos momentos, que si están en donde están es gracias al esfuerzo humano que realizamos”, indicó Saúl Gómez, miembro del grupo #NiUnRepartidorMenos, colectivo que busca concientizar sobre los peligros de hacer ese trabajo.

En vilo

Los encargados sanitarios del país reconocen que las personas que realizan estas labores esenciales tienen preocupaciones válidas.

“Es muy natural que su inquietud sea: ‘¿Qué riesgo corro yo de infectarme de COVID en este momento: me estoy protegiendo como sí se protegen todos los demás?’ O también: ‘¿Y si yo me enfermo de COVID y llego a la casa y contagio a la familia?’”, reconoció Hugo López-Gatell, subsecretario para la Prevención y Promoción de la Salud, en conferencia de prensa ante pregunta expresa de Noticias Telemundo.

Por lo pronto, López-Gatell dijo que la recomendación del gobierno para todos estos trabajadores esenciales es seguir las mismas medidas preventivas generales contra el coronavirus: lavarse las manos continuamente, mantener sana distancia como se pueda y quedarse en casa si es posible.

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Por necesidad económica, Saúl Gómez sigue saliendo a trabajar como repartidor. Lo hace a pesar de que tiene diabetes, una de las enfermedades crónicas con las que se agravan los síntomas del COVID-19, y pese a que sus ganancias han caído por más de 40%.

Él acusa a las autoridades de lavarse las manos, pero en el sentido figurado: “Se hacen ciegas ante estas situaciones de precarización”.

López Obrador ha anunciado bonos especiales para poblaciones como adultos mayores, pero nada que pueda llegar directamente a las manos de otras personas en el sector informal.

Un repartidor de app, con cubreboca debajo del casco, recoge un pedido en Ciudad de México el 26 de marzo de 2020.
Un repartidor de app, con cubreboca debajo del casco, recoge un pedido en Ciudad de México el 26 de marzo de 2020.Reuters

El Gobierno de AMLO instauró el 1 de enero el llamado Instituto de la Salud para el Bienestar (Insabi) con miras a que fuera un seguro médico popular para todos, pero la primera fase de la transición a ese seguro general estuvo marcada por escasez de medicamentos y tropiezos. Ahora ha quedado trunca ante la crisis, por lo que personas como Gómez siguen en la misma situación que antes.

Hay connatos de propuestas, originarias en su mayoría de la sociedad civil, para mejorar aunque sea temporalmente las condiciones, con mecanismos de recaudación de fondos o pedidos para que haya ingreso básico universal, como se decidió en Brasil, o cheques como los que reparte la Administración Trump.

A nivel estatal, algunos gobernadores han adoptado medidas económicas más certeras, entre ellas las entregas de despensas o microcréditos.

Varios legisladores federales, de distintos partidos, también han exhortado que se establezca un seguro de desempleo nacional o se prevean más recursos específicos, aún si el Congreso suspendió sesiones por la emergencia sanitaria en México.

La senadora Patricia Mercado propone que sesionen aunque sea virtualmente para legislar paquetes de emergencia si el presidente no propone algo más concreto para todo el país, al igual que si las autoridades municipales, que tienen contacto más directo con la población, tampoco actúan con mayor celeridad.

“Tenemos que resolver con herramientas inmediatas”, dijo Mercado, “pero esto no va a surgir de una sola autoridad”.

Mientras, personas como Paola, Israel, Jorge y Saúl seguirán saliendo de sus casas con la esperanza de ganar dinero suficiente y de no contagiarse en el camino.

“Yo sigo rodando”, sentenció Saúl Gómez.

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