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“No podemos enterrar a la gente en cajas de cartón”: Ecuador no puede ni enterrar a sus muertos de coronavirus

Guayaquil suma más contagios que México. Los muertos se almacenan durante días en casas, y ya no hay espacio en los cementerios. El Gobierno prepara nuevas medidas de cuarentena, mientras la población teme por la crisis económica:  “Si no salen, no los mata el virus, los mata el hambre”.

Por Jefferson Díaz

QUITO, Ecuador — Jazmín Paredes mide cada palabra que dice, no quiere que su denuncia sea malinterpretada y perder más tiempo: hace tres días que su padre murió en Guayaquil y las autoridades no han recogido el cuerpo. “Hemos llamado al 911 y a la alcaldía y siempre nos dicen que ya vienen”, explica durante una entrevista telefónica. Pero aún nadie ha llegado.

Luis Roberto Paredes tenía 68 años, de los que pasó 23 trabajando como operador de báscula para la alcaldía de esta ciudad portuaria, la más poblada de Ecuador con 2.2 millones de habitantes, y la más golpeada también por la pandemia de coronavirus

Hasta la mañana del 6 abril, el Centro de Operaciones y el Ministerio de Salud de Ecuador reportaron 3,747 casos confirmados y 191 fallecidos en Ecuador, de los que 2,534 contagiados y 130 fallecidos están registrados en la provincia de Guayas.

Sólo en Guayaquil, la capital de esa región, hay más casos reportados que en todo México. 

Hacía diez días que Luis Roberto Paredes sufría de bronquitis. Su familia aún no sabe si se originó por un contagio de COVID-19 porque nunca le realizaron la prueba: cuando trataron de llevarlo al hospital de Los Ceibos le dijeron que todas las camas estaban ocupadas.

“Una doctora del Seguro Social nos dijo que lo mejor era que se recuperara en casa”, explica Jazmín Paredes, “pero esa mañana me dijo que se sentía muy mal, se cayó de la cama y murió”.

Entre los familiares reunieron el dinero para un ataúd en 950 dólares. Paredes se niega a enterrar a su padre en una de las 500 cajas de cartón corrugado que donó la alcaldía para intentar disminuir la cantidad de cuerpos guardados aún en casas a la espera de ser recogidos y sepultados.

  Las imágenes de Guayaquil que se han difundido en las redes sociales muestran una ciudad desolada, con parques y plazas cerradas, largas filas en los supermercados (que sólo admiten hasta 20 personas a la vez), y patrullas de policía con megáfonos pidiendo a los ciudadanos que se queden en sus casas para frenar la propagación del virus. 

Jorge Wated, presidente del banco público BanEcuador y ahora al frente de la comisión gubernamental para solventar la retirada de cadáveres, ha asegurado que en los próximos días pueden morir entre 2,500 y 3,500 personas más por la pandemia

El teléfono activado el sábado para ayudar con el levantamiento de cuerpos (+593 99 4461851) ha recibido más de un centenar de mensajes en sólo 24 horas.  

Uno de ellos era de Yusneiry Angulo, quien pedía asistencia para enterrar a su madre. “Tardaron cuatro días en recoger el cuerpo. Ella murió por una insuficiencia renal y no pudieron atenderla en el hospital de Los Ceibos porque estaba colapsado”, explica, en medio de la pena, durante una entrevista telefónica. 

La familia pagó 900 dólares por un ataúd, pero Angulo afirma: “Los cementerios municipales ya no tienen espacio, así que decidimos que Medicina Legal la cremara. Nos dijeron que no nos darán las cenizas, y que lo único que nos quedará de ella es el acta de defunción”.

El presidente, Lenín Moreno, ha asegurado esta semana en un mensaje televisado que las cifras de la pandemia se harán públicas “por muy dolorosas que sean”. La ministra de Gobierno, María Paula Romo, ha prometido difundir un informe sobre la tasas de mortalidad en todo el país.

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Ante la falta de datos oficiales, la periodista Blanca Moncada comenzó a recopilar el 30 de marzo las denuncias que le llegaban de cuerpos sin recoger en Guayaquil. “Me dediqué a comprobar uno por uno los casos, y a subirlos en redes para dejar evidencia de la situación”, explica. 

Junto al urbanista Luis Alfonso Saltos, creó además un mapa interactivo: “En seis días ya hemos mapeado más de 100 casos”, indica Moncada. La mayoría, en barrios de clase media baja o baja.

“Esto debe servir para que a mediano y largo plazo se estudien las necesidades que padecen estas personas: poco acceso a servicios de salud y atención psicológica luego de haber pasado tantos días en casa con un familiar muerto y carencias en transporte al no poder trasladar a los enfermos”, añade Saltos.

 

 

En los hospitales, el personal médico denuncia que atienden sin mascarillas, guantes y desinfectantes. Hasta el 2 de abril se habían contagiado al menos 80 enfermeras (podrían ser hasta 380), y cinco habían fallecido, según el Colegio de Enfermeras de Guayaquil. 

“Muchas no tienen nombramientos ni contratos fijos de trabajo”, denuncia por medio de mensajes de Whatsapp, Liliana Triana, una de sus representantes, que asegura que la mayoría están aisladas en sus propios domicilios. 

Catalina Andramuño, quien fuera ministra de Salud hasta finales de marzo, renunció en desacuerdo por cómo se estaba gestionando la crisis. Un ejemplo de ese desencuentro fue su anuncio de la llegada de dos millones de pruebas, que fue desmentido después por el Gobierno. Fue sustituida por Juan Zevallo, que informó el 23 de marzo del arribo de 200,000 pruebas.

Actualmente se procesan 400 exámenes al día en cada sede del Instituto Nacional de Investigación para la Salud Pública de Guayaquil, Quito y Cuenca. Este lunes el Ministerio espera triplicar estas cifras con un nuevo procesador en Guayaquil.

Hacerse una prueba se ha convertido en un viacrucis. El teléfono de asistencia 171 otorga citas para finales de abril. Los laboratorios privados cobran hasta 120 dólares (aproximadamente un tercio del salario medio mensual).

“Comencé a presentar síntomas el 18 de marzo, desde entonces traté de que a través del 171 me hicieran la prueba, pero no fue sino hasta el 24 de marzo que me tomaron la muestra”, explica el periodista Jorge Andrés González, por teléfono. “Ese mismo día acudí a un laboratorio privado. El 28 de marzo me confirmaron el diagnóstico, pero el Ministerio de Salud, aún no me dan sus resultados”.      

En Quito, la capital del país, se ha decretado un toque de queda para frenar la pandemia, de dos de la tarde a cinco de la madrugada. El Gobierno ha anunciado nuevas restricciones para este lunes, y el alcalde, Jorge Yunda, está habilitando dos espacios públicos para que aquellos con síntomas leves pasen la cuarentena.   

“Además, contamos con 500 nichos disponibles para enterrar a personas que mueran por el virus. Esperemos no tener que usarlos”, dijo Yunda.

Las calles del centro, que antes rebosaban de vendedores y turistas, están vacías. 

“Son muy pocos los que se pueden dar el lujo de quedarse en sus casas”, lamenta Maria Rojas, quien mantiene abierta una pequeña bodega en esa zona. “Muchos de nosotros viven del día a día, y si no salen, no los mata el virus, los mata el hambre”, añade.

La capital espera, con ansiedad, que no se repita lo ocurrido en Guayaquil. El río Guayas, que bordea esa ciudad y es sinónimo de su progreso económico, también se ha vaciado en los últimos días.

Jorge Wated anunció a través de su cuenta de Twitter que este 5 de abril tenían “la misión” de retirar a “98 hermanos fallecidos” en viviendas de Guayaquil. Mientras que el viceministro de Salud, Ernesto Carrasco, en rueda de prensa, anunció que 1600 personas que trabajan en el sistema de salud pública están contagiados y 10 ya murieron. 

Guayaquil espera que la vida vuelva a la normalidad, así como Jazmín Paredes. Pero ella espera que vuelva con dignidad. “No podemos enterrar a la gente en cajas de cartón”, dice con desaliento.

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