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El coronavirus en El Salvador: médicos se enfrentan a la pandemia sin equipos ni protección

Los trabajadores de salud salvadoreños denuncian la escasez de insumos y equipos de protección ante el coronavirus. “No queremos dejar huérfanos a nuestros hijos”, dijo Ricardo Minero, médico con 27 años de experiencia.

Por Albinson Linares

Ricardo Minero se siente como el médico de un pueblo fantasma cuando, como cada mañana desde hace 27 años, maneja hasta el hospital donde trabaja. Calles poco transitadas, autobuses vacíos y retenes militares es lo que ve antes de llegar a la Unidad Médica Soyapango, un centro de salud del Instituto Salvadoreño del Seguro Social.

“Al menos en esta zona, la gente ha hecho caso y se ha quedado en sus casas”, dice en referencia a la cuarentena domiciliar completa que el gobierno de Nayib Bukele decretó por un mes y el estado de excepción implementado con el fin de contener el brote de coronavirus. “No estamos preparados. A veces no comemos para no quitarnos las mascarillas porque hay muy pocas y también se pierden, algunos se roban los insumos porque se ha desatado el temor”.

Según las más recientes informaciones oficiales, El Salvador ha registrado 323 casos positivos de coronavirus, entre los que se incluyen ocho fallecidos. Además, al menos, 2,323 personas han sido enviadas a “centros de contención” por supuestamente no acatar el confinamiento. Recientemente, el presidente Bukele ha desplegado una serie de medidas enérgicas que incluyen el cierre del aeropuerto internacional, la prohibición de vuelos provenientes de los países con mayor número de infectados y la cuarentena obligatoria para los salvadoreños que lleguen de esos destinos.

“Esas medidas son correctas, pero solo se cumplen parcialmente en algunas zonas de San Salvador en lugares como los mercados y las ciudades dormitorio la gente no acata eso”, asevera María Milena de Guerra, de 53 años y especialista en salud pública que advierte sobre los riesgos de la migración interdepartamental debido a las graves fallas del sistema de salud salvadoreño. “Hay muy pocos guantes y mascarillas solo quirúrgicas, no las especiales. Nos dicen que las cuidemos porque ya no hay, y no les dan a los pacientes sospechosos”.

Noticias Telemundo contactó a médicos generales, intensivistas y especialistas en salud pública quienes señalan que, ante los problemas estructurales del sistema sanitario del país, Bukele ha reaccionado de manera drástica porque no tiene mayores opciones. Recientemente anunció una serie de medidas económicas como la suspensión del pago de servicios de electricidad, agua, teléfono, cable e internet, así como los alquileres y las cuotas de créditos hipotecarios, de vehículos y tarjetas de crédito durante los próximos tres meses.

Además decretó un bono de 300 dólares para compensar la carencia de ingresos de miles de personas durante la crisis, una estrategia que ha despertado la simpatía de muchas personas en América Latina, así como la suspicacia de algunos salvadoreños.

“Establecer un cerco en el país, cerrando fronteras y poniendo la cuarentena es acertado y uno siente que el gobierno se está preparando para la pandemia. Pero somos consciente de que podemos ser sobrepasados, como ya pasó en Estados Unidos”, explica Víctor Segura Lemus, médico intensivista de 56 años, quien calcula que en su país solo hay unas 140 camas de terapia intensiva entre todos los sistemas de atención, tanto públicos como privados. En teoría, cada una de esas unidades tendrían ventiladores mecánicos.

“Tenemos una población de 6.4 millones aproximadamente, comparativamente un país como Estados Unidos tendría 1,900 camas disponibles para esa cantidad de gente”.

En respuesta a esa situación, Bukele anunció la creación de un hospital provisional especializado en el tratamiento de los pacientes diagnosticados con coronavirus que, según él, tendrá 300 unidades de cuidados intensivos y 2,000 camas adicionales. El proyecto costará 70 millones de dólares y estará listo en 75 días, según las proyecciones gubernamentales. El mandatario afirma que el país tiene la capacidad de atender 1,300 casos, “el 80% en habitaciones de cuido y el otro 20% en camas hospitalarias”, dijo el 18 de marzo, sin especificar cuántas son de terapia intensiva.

Sin embargo, la cantidad de camas y unidades de cuidados intensivos no es el único reto que enfrenta el país centroamericano. Según los planes académicos de diversos países, incluyendo El Salvador, la formación de intensivistas conlleva estudios de cinco a seis años y actualmente se calcula que solo hay 48 especialistas en el país. Los expertos aseguran que para operar las nuevas instalaciones provisionales se necesitan más de 70 intensivistas y 1,200 enfermeras, además de terapistas respiratorios y otros profesionales.

Con el maximalismo que lo caracteriza, Bukele ha pasado de irrumpir con militares en el congreso en febrero pasado a liderar una amplia estrategia de acciones públicas que ha clausurado su país, aparte de conversar con el cantante Residente por Instagram y definir a la emergencia sanitaria mundial como la “Tercera Guerra Mundial”.

“La realidad es que el personal de salud, que son la primera línea de batalla, no tiene el equipo mínimo necesario para enfrentar el virus y eso comienza a preocuparnos mucho”, asevera Iván Solano, médico infectólogo con más de 20 años de experiencia. “Hay escasez de mascarillas normales y eso no funciona para un virus como este, hay muchos comentarios de las malas condiciones en el sistema público y eso puede ocasionar mayores problemas a corto plazo”.

“Queremos que nos cuiden”

Marco, un médico del Hospital Médico Quirúrgico que pidió mantener su anonimato, dice que hace tres días recibió a un paciente muy delicado sospechoso de tener coronavirus. “Al final le diagnosticamos H1N1 que también es muy grave. Pero ¿el gobierno tomó medidas? No. ¿Lo hicieron público? No. Todos se quedaron callados porque hablar de eso cuesta mucho pisto (dinero)”, asevera.

Hace poco, luego de su consulta en la clínica María Milena de Guerra comenzó a examinar sus equipos precarios. Y empezó a recordar que le contabilizan los guantes que ha usado, la mascarilla que no sirve para el coronavirus, la falta de gel y material descartable, porque todo es sumamente restringido. Hay que cuidar mucho lo poco que tienen.

“Todos los que trabajamos en la salud pública tememos contagiar a nuestras familias, vivimos con eso porque el Estado no nos ofrece garantías, queremos que nos cuiden”, explica De Guerra mientras describe su ritual diario para intentar evitar contagios.

Entra a su casa por la cochera, se quita los zapatos y todas las prendas, y pasa directo al baño donde se ducha. “No solo se trata de nuestras familias, es el impacto que tenemos en otras personas. Para un médico tener que correr el riesgo de convertirse en un foco de infección durante una pandemia es una pesadilla”.

Hoy la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó 2000 millones de dólares para la contingencia, aunque Bukele ya pidió 3000 millones más, lo que ha desatado controversias entre los sectores políticos del país. Según la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social, un grupo de investigación sobre las políticas de desarrollo, la aceleración del endeudamiento podría ocasionar que, en los próximos dos años, “la deuda pública supere el 100% del Producto Interno Bruto” de El Salvador.

A pesar de que apoya las políticas de Bukele, Ricardo Minero dice que se siente defraudado. Le basta con ver por televisión los equipos de bioseguridad en los países desarrollados, donde a pesar de todo el equipamiento se han desbordado las tasas de contagio y fallecimientos, para saber que los 150 dólares de “estímulo provisional” que ha ofrecido el gobierno no son suficientes ante el riesgo inminente de la epidemia.

Explica que durante 18 años ha esperado por un aumento de sueldo; el gabachón, la bata de protección que usa, es tan vieja que data de la crisis del cólera en 1997 y ha tenido que comprar sus propios instrumentos como el oto/oftalmoscopio, así como los guantes y mascarillas. Se ríe con amargura mientras cuenta que en su hospital compraron unos termómetros infrarrojos chinos que no miden bien la temperatura.

A Minero las batallas no le resultan extrañas, recuerda con orgullo que se formó durante la guerra civil y le tocó atender a guerrilleros y militares, pero la supuesta guerra de la que habla Bukele sí le da miedo. “No queremos dejar huérfanos a nuestros hijos, porque esto no es broma. Si te agarra aquí, te mueres por mucho dinero que tengas. Basta con que se nos escape un solo contagiado y no sé dónde vamos a parar”.

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