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Esta joven se propuso dar a luz en su casa: “Me lavé el cerebro en internet”. El resultado fue trágico

Con casi 45 semanas de embarazo, ella quería un "parto libre" sin médicos. Los grupos en internet la convencieron de que no tendría problemas. Todo acabó horriblemente mal.
Ilustración de Andrew D. Zimbelman /para NBC News
Ilustración de Andrew D. Zimbelman /para NBC NewsNBC News

En febrero de 2019, Judith sufría una ansiedad insoportable. La fecha de parto de esta joven de 28 años, oriunda de la costa del Pacífico, había pasado. Solo dos días antes de cumplir las 45 semanas de embarazo, su vientre estaba tan estirado que brillaba, su cuerpo estaba hinchado y casi todo le dolía, desde los dedos de los pies hasta el cabello.

Para las mujeres que no han comenzado el trabajo de parto a sus 42 semanas, casi todos los profesionales médicos recomiendan la inducción, un procedimiento rápido que lo provoca mediante medicamentos que preparan el cuello uterino o contraen el útero.

Pero Judith, quien es artista y librepensadora, tenía un plan de parto tan diferente: rechazó las recomendaciones médicas y confió en la naturaleza y en la intuición,lo  que la llevaría a intentar dar a luz en una piscina caliente en su propia casa sin médicos ni parteras, en lugar de acudir a la sala estéril de un hospital.

Ella quería estar sola con su esposo y su amiga más cercana, un plan conocido como “parto libre” o “parto sin asistencia médica” dentro de la pequeña subcultura de mujeres que lo practican.

Pero Judith no podía contarles su plan a muchas personas: su esposo la apoyaba, pero la mayoría de sus familiares y amigos se preocuparían. Por eso pasó los últimos meses de su embarazo inmersa en páginas de Internet donde otras mujeres celebraban su decisión y le ofrecían apoyo y consejos.

A través de grupos privados de Facebook, cuentas de Instagram, podcasts y cursos, Judith tenía todo lo que pensaba que necesitaba saber acerca de cómo su bebé llegaría al mundo.

También tenía dudas a partir de lo que le transmitieron algunos amigos de su vida real que estaban al tanto de su plan, así como los médicos a quienes ella había tenido que acudir para inscribirse y obtener los beneficios del seguro estatal.

Pero Judith había hecho resistencia contra esa inquietud progresiva gracias a las historias que leía en Internet sobre mujeres que dieron a luz sin asistencia médica y al apoyo en tiempo real que recibió en Facebook.

Así, con la pequeña ayuda de algoritmos que la condujeron a información y fuentes cada vez más cuestionables, Judith se había convertido en parte de las comunidades de Internet más extremistas sobre el embarazo.

Cualquier temor persistente empezó a desaparecer en el momento en que comenzó el parto de Judith, un mes después y por su cuenta.

Estaba eufórica. Después de todo, tendría a su bebé en casa. Y les contó a sus grupos de Facebook que ya había perdido el tapón y que habían comenzado las contracciones. También les hizo una pregunta.

“¿Los bebés se quedan para quietos para intentar bajar?”, escribió, "siento que me da un par de patadas, pero no se parece al movimiento habitual".

Mientras sus amigos en Facebook llenaban su publicación con comentarios tranquilizadores y le pedían que confiara en sí misma, en su cuerpo y su intuición, Judith colgó el teléfono para empezar el trabajo de parto.

Caminó y bailó durante horas en medio de las contracciones y flotó en una piscina que su esposo había llenado de agua. También escuchaba música, y cuando una amiga que era doula le masajeaba la espalda, tomaba siestas entre cada contracción.

“Lo estoy haciendo”, pensó. Su cuerpo funcionaba como debía, como las historias que había leído obsesivamente prometían que lo lograría.

Hasta que se le hizo imposible. A medida que el dolor aumentaba y los descansos entre las contracciones se acortaban, Judith trataba de enfocarse en cómo había previsto su parto, pero diez horas después las cosas comenzaron a salirse de su control.

Judith vomitaba y tenía miedo. Cada contracción era tan fuerte y rápida que no podía enderezarse antes de que llegara la próxima. Trató de controlar la frecuencia cardíaca del bebé, pero no pudo quedarse quieta el tiempo suficiente para revisar la lectura del estetoscopio fetal que había comprado.

Luego rompió aguas y llegó una explosión de meconio marrón oscuro que ella creyó que eran heces que pueden ser peligrosas para un bebé si llega a inhalarlas. Sabía que necesitaba ayuda.

Apoyada en rodillas y manos, Judith se subió al asiento trasero del auto mientras su esposo la llevaba al hospital más cercano, donde un equipo de enfermeras y de médicos le colocaron un monitor en el abdomen y la prepararon con rapidez para que diera a luz a su bebé.

Pero cuando Judith estaba en otra contracción, hubo un silencio en la habitación y un médico dio un paso adelante. No se sentían los latidos del corazón del bebé.

“Hay algo diferente en el gemido de una madre que ha perdido a su bebé”, asegura ella, “toda su responsabilidad es proteger a su hijo, y yo no lo hice antes de que él tuviera la oportunidad de respirar".

“Nunca me sentí escuchada”

Judith tiene el cabello ondulado de color chocolate que combina con sus ojos almendrados, y una boca que naturalmente dibuja en una sonrisa juguetona. Sentada en el sofá de su sala de estar nueve meses después de su pérdida, sus uñas recién mordidas dan una pista de la ansiedad que a menudo la abruma.

Ya antes le había pedido a NBC News no pusiera su nombre completo, por miedo a una reacción violenta por parte de los trolls, blogueros pagados y defensores de la salud bien intencionados que se congregan en espacios digitales para debatir las opciones sobre el parto. Le aterroriza escuchar esas cosas que se dicen en los momentos más oscuros.

“No puedo soportar más la culpa”, confiesa.

Es imposible saber si el bebé de Judith estaría vivo si se le hubiera inducido el parto a las 42 semanas o programado una cesárea, o si ella hubiera tomado otras decisiones que no sean las que tomó.

Como el hospital no le realizó la autopsia a la criatura, los médicos no pudieron explicar exactamente por qué el corazón de su bebé dejó de latir. Aun así, desde entonces Judith no ha dejado de repetirse diferentes escenarios, imaginando un mejor resultado y preguntándose cómo llegó a donde está.

Por lo que puede recordar, todo comenzó con los podcasts.

Judith trabajaba en una floristería. Durante la hora que le tomaba llegar a las afueras de la ciudad, escuchaba podcasts. Cuando quedó embarazada, devoró episodios completos de The Birth Hour (La hora del nacimiento) e Indie Birth, (Nacimiento independiente), programas populares en los que mujeres compartían sus historias de parto tanto en el hospital como en casa. Pero fue Free Birth (Nacimiento libre) el que realmente le impactó.

Presentado como “un espacio de apoyo para las personas que están aprendiendo, explorando y celebrando sus elecciones autónomas a la hora del parto”, este podcast es conducido por Emilee Saldaya, de 35 años, defensora de los partos sin asistencia médica en Los Ángeles y fundadora de la Free Birth Society (Sociedad del Parto Libre, en inglés). Este grupo tiene 46,000 seguidores en Instagram, y su podcast alcanzó un millón de descargas en 2019.

En su emisión, Saldaya entrevista a madres que no recibieron asistencia médica para dar a luz. Cuando las escuchó, Judith pensó en sí misma: habían acudido a la universidad, eran espirituales y creativas, y se referían a sus partos con términos poderosos y radicales.

Ellas habían dado a luz con euforia en bañeras, en la naturaleza o en sus propias camas, rodeadas por sus parejas y sus familiares. Las mujeres que visitaban estos podcasts no habían escuchado a los médicos sino a sus cuerpos. No habían estado acostadas boca arriba esperando que alguien les sacara el bebé, sino que los habían traído al mundo con sus propias manos.

Judith escuchó unos 70 episodios. Luego volvió a escuchar a sus favoritos; en uno de ellos aparecía una mujer que había parido a la luz de las velas en una cabaña en las montañas de California, con solo su esposo y un perro que ella llamaba su "midwolf" (mitad lobo).

Mientras la escuchaba, Judith soñaba despierta, imaginándose a sí misma como futura invitada al podcast.

“Me obsesioné”, relata. “Me imaginaba preguntando ¿Cómo sería mi historia? Y me decía: ‘Quiero que mi historia sea tan ruda como las suyas’.

Los podcasts comenzaban con anuncios de los servicios de pagos de la Free Birth Society: cursos por internet y consultas privadas. Queriendo estar preparada, Judith pagó 299 dólares por un video-guía en 10 clases para aprender a dar a luz en casa; un curso que muestra a estas futuras madres como guerreras, y a las expertas, las doctoras y las parteras como enemigas.

“El parto no es un suceso médico, sino una función espontánea de la biología”, dice la instructora de la Free Birth Society, Yolande Norris-Clark, en el video de bienvenida.

Según Norris-Clark, artista y madre de ocho hijos residente la provincia canadiense de Nuevo Brunswick, no son la suerte, sino la educación, la mentalidad y el amor por el bebé las claves para un parto exitoso.

Ni Saldaya ni Norris-Clark parecen tener experiencia o conocimientos médicos. Y aquí esta obviamente el problema. (Ninguna de las dos accedieron a hacer comentarios para NBC News).

Pero la negativa a aceptar la atención externa durante el parto conlleva a riesgos, asegura el Dr. Lawrence Leeman, codirector médico de la Unidad Madre-Bebé del Hospital de la Universidad de Nuevo México.

“Es delicado”, insiste el galeno. “Estás equilibrando la autonomía materna sobre el nacimiento. Por otro lado, también sabemos que hay cosas graves que suceden en el embarazo y durante el trabajo de parto que se pueden identificar y prevenir los malos resultados al existir una persona calificada que pueda reconocer si las cosas van mal y brindar la atención requerida”.

Judith ya había vinculado a los médicos con sus momentos vulnerables cuando la sometieron a anestesia siendo una niña, cuando se sometió a fríos exámenes ginecológicos siendo una adolescente y cuando un médico le restó importancia a un dolor del oído interno estando en la universidad.

 “Si calculo todas las experiencias que había tenido con los médicos, nunca me sentí escuchada. Nunca sentí que me escuchaban", indica.

Ella dice que los podcasts avivaron su inquietud y su desconfianza intensa hacia los médicos y hacia la medicina, un estribillo muy común en las comunidades dedicadas a promover el parto libre, en las que los partos hospitalarios son identificados en gran medida con experiencias traumáticas: equipos médicos apresurados que empujan, tiran a las mujeres a las camas, las llenan de drogas que confunden sus mente, que estrangulan las hormonas responsables del amor y las obligan a aceptar procedimientos que ellas sentían que no necesitaban.

A menudo se utilizan términos como "tiranía obstétrica industrial" y "cultura de la violación".

Si bien las ideas promovidas por los promotores de los partos sin asistencia médica pueden ser radicales, su ideología se basa en preocupaciones legítimas.

En la actualidad, una mujer en Estados Unidos tiene un 50% más de probabilidades de morir durante el embarazo o el parto que su madre. Si bien muchas de estas muertes son prevenibles y tienen más que ver con el acceso que con una atención médica inadecuada, la estadística en sí misma puede llevar a las mujeres a dudar de las instituciones médicas.

Mientras tanto, un tercio de las mujeres estadounidenses dan a luz por cesárea, una tasa que los expertos han calificado de alarmante para un procedimiento que puede salvar vidas, pero también conlleva un mayor riesgo para la salud de la madre y su bebé.

Además, una de cada seis mujeres reportó haber sido víctima de maltrato (abuso verbal, amenazas, súplicas de ayuda ignoradas, violaciones de la privacidad y abuso físico) por parte de quienes deben atenderla durante el embarazo y el parto, según una encuesta publicada el año pasado en la revista Reproductive Health.

Las mujeres que dieron a luz en hospitales tenían más de cinco veces más probabilidades de reportar malos tratos que las que dieron a luz en el hogar.

Una encuesta diferente, realizada por el grupo de defensa National Partnership for Women & Families, radicado en Washington, encontró que en 2002, el 45% de las madres encuestadas estuvo de acuerdo en que “dar a luz es un proceso natural que no debe interferirse a menos que sea absolutamente necesario por razones de salud”. Ya en 2018, el 74% de las nuevas madres pensaban lo mismo.

"Las madres que dan a luz en casa piensan que es más seguro que un hospital", dijo el Dr. Eugene Declercq, profesor de ciencias de salud comunitaria en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston. (Si bien la cuestión de la seguridad y el riesgo de los partos domiciliarios planificados versus los partos hospitalarios es objeto de un intenso debate profesional y en internet, la evidencia para apoyar a ambas partes es limitada, según el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos.

Los partos domiciliarios atendidos por parteras son inusuales (representa menos del 1% de todos los nacimientos) y el “parto libre” es un fenómeno demasiado raro como para ser objeto de estudio).

"Las mujeres quieren la libertad de tomar decisiones sin ser presionadas a intervenciones que quizás no quieran o prácticas que no sienten apropiadas", señaló Declercq.

"Obviamente, las personas que nacen en el hogar tienen más control: los proveedores van a su hogar", agregó "La máxima expresión de eso sería: "Nadie viene a mi casa ".

"Creo que me lavé el cerebro con internet"

Cuando Judith se acercaba a las 40 semanas de gestación, recurrió al episodio del curso de la Free Birth Society sobre "embarazos largos" en busca de fortaleza.

En el video, Norris-Clark advierte contra la inducción, llamando a cualquier procedimiento para provocar el parto un "desalojo del útero". Norris-Clark asegura que tardó mucho más allá de las 40 semanas de gestación estándar para todos sus nacimientos, uno de ellos con hasta casi 43 semanas.

Aunque aborda la preocupación de la muerte fetal, llamándola el "elefante en la habitación", Norris-Clark rápidamente continúa y dice que la idea de que "los bebés deben nacer antes de las 42 semanas no tiene sentido".

"Los bebés salen", afirma Norris-Clark, "los bebés siempre salen".

Excepto que a veces no lo hacen.

En noviembre de 2018, la Free Birth Society cerró su grupo de Facebook de 6,000 miembros en respuesta a un blogger que escribió varias publicaciones sobre un miembro que había perdido a su bebé después de seis agotadores días de trabajo de parto en su hogar en el desierto.

La historia se volvió viral cuando fue recogida en un reportaje del sitio web The Daily Beast. En su última publicación en el grupo, Saldaya redobló su misión. "Este no es el momento de correr, esconderse o ser silenciado", escribió. "Es el momento de ser más firmes, más poderosos y estar más protegidos en este trabajo radical de curación de las heridas más profundas en esta tierra".

El cierre del grupo de Facebook de la Free Birth Society no tuvo ningún efecto en la confianza de Judith; ella no recordaba haber visto las noticias.

Pero a medida que pasaban los días, su confianza se quebró. Para calmar su pequeña pero creciente preocupación, Judith hizo revisar su líquido amniótico en un hospital local. Todo se veía lo suficientemente bien, pero un médico la instó a programar una inducción. Ella hizo una cita pero la canceló al día siguiente. Judith también se comunicó con un colectivo de partería local, pero ignoró los consejos suaves y constantes de que debería inducirse el parto.

Judith halló una segunda opinión en Facebook. Aunque la página de Facebook de la Free Birth Society había cerrado, varios otros grupos privados de Facebook de “parto libre” continuaron brindando espacios seguros para que Judith hablara sobre sus planes.

Judith se metió en grupos como “Unassisted Pregnancy & Childbirth” ("Embarazo y parto sin asistencia") y “Home Birth Assisted & Unassisted Uncensored” "Parto en casa asistido y sin asistencia sin censura" cuando aparecieron en su barra lateral recomendada.

Una búsqueda del hashtag # 43weekspregnant (embarazada de 43 semanas) la llevó a un grupo de Facebook llamado "Ten Month Mamas" (Mamás en el décimo mes), compuesto por unos cientos de mujeres que sabían por lo que estaba pasando. Judith se unió a ellas.

"43 + 1 hoy, cortésmente declinando la inducción hospitalaria. Piensan que estoy loca”, publicó Judith en Ten Month Mamas en enero de 2019, junto con una lista de las preocupaciones de las parteras, incluido el tamaño más grande del bebé, su disminución del líquido amniótico y la integridad de su placenta, el órgano que transporta oxígeno y nutrientes de la madre al bebé.

“Realmente siento que este bebé también quiere un parto en casa, pero definitivamente estamos siendo puestos a prueba. ¿Qué harían uds, mamas?”, preguntó.

Recibió más de 50 comentarios.

"Confía en tu cuerpo".

"¡Tu bebé no está listo para salir!"

"¡Haría exactamente lo que estás haciendo!"

"Sigue adelante, mamá, escucha a tu bebé y tus instintos, tú puedes".

Con el sonido de cada nuevo comentario llegaba una ola de alivio fresco. Las últimas dos semanas de su embarazo, Judith estaba publicando en múltiples grupos y leyendo los comentarios "obsesivamente", recuerda ahora. Ella respondió a cada uno y tomó capturas de pantalla de las mamás con historias de pasar de las 43 semanas.

"Bien, si me siento mal, puedo leer esto", pensó.

Nadie en los grupos de Judith la alentó a prestar atención a los consejos de las parteras, y por una buena razón: ese tipo de reacción era generalmente desalentada o iba expresamente en contra de las reglas.

"La charla sin asistencia" era la primera regla de “Unassisted Pregnancy & Childbirth”, que prohibió expresamente a sus 4.600 miembros sugerir que uno de ellos acudiera a un médico o una partera.

"Esto significa que no queremos escuchar sobre las pruebas que tu partera quiere que te hagas, o cómo tu obstetra piensa que el bebé está de nalgas o es "demasiado grande" o cualquier otra porquería que dicen. Solo no lo hagas. Este no es el lugar”, precisaban las reglas. “No hay discusión sobre inducción. No abogamos por la inducción de ningún tipo, ya que ninguna inducción es natural".

Las reglas fueron tranquilizadoras para Judith.

"Las mujeres pueden obtener consejos sobre si ver a un médico en otro lugar, pero van a ese espacio específicamente para no ser bombardeadas con comentarios negativos", dijo Judith. "No quieres llenarte la cabeza con nada que no quieras".

Las redes sociales han sido criticadas en los últimos años por amplificar visiones extremistas y emplear algoritmos que conectan a los usuarios con esas cámaras de eco potencialmente peligrosas. Aunque gran parte de esta crítica se ha centrado en el extremismo político, los expertos y legisladores también han señalado que el extremismo alimentado por la información errónea sobre la salud es una amenaza para las personas y la salud pública en general.

"Las cosas pueden ponerse un poco complicadas", advierte Kolina Koltai, investigadora de la Universidad de Texas en Austin, que estudia el comportamiento en las redes sociales de comunidades de salud alternativas. “No por demonizar a todos los grupos, pero cuando las mujeres comienzan a diagnosticar y hacer crowdsourcing (obtener información de diversas personas a través de internet) sobre problemas relacionados con la salud, pueden terminar recibiendo malos consejos médicos que pueden ser bastante peligrosos”.

"Estamos en este momento extraño, como un nuevo Wild, Wild West digital", añadió.

La dependencia de Judith de Internet y las redes sociales durante el embarazo no es infrecuente; las mujeres embarazadas y las madres de bebés pequeños se encontraban entre las primeras y más activas en sumarse a Internet.

"Las madres primerizas están experimentando una sensación de soledad y aislamiento, y están lidiando con la falta de conocimiento sobre la base de la experiencia que tenían hace una generación", dijo Deborah Lupton, socióloga digital y profesora de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia.

Para Judith -recién casada y viviendo lejos de la familia y la mayoría de sus amigos- la comunidad online sobre nacimientos llenaba el vacío. Y se desvió hacia el contenido más radical, buscando a quienes validarían sus decisiones. Bloqueó las principales cuentas sobre partos y nacimientos en Instagram y Facebook y solo leyó testimonios que promovían el parto sin asistencia. Todos los días, se sentía más radical y decidía dar a luz sola, "sin importar qué".

"Creo que me lavé el cerebro con internet", dice ahora.

“Diciendo adiós”

Al final, Judith aceptó la asistencia médica que tanto se había esforzado en evitar: Pitocina para apresurar el parto, medicina para las náuseas, una epidural para el dolor. Judith lloró hasta que ya no pudo más. Su esposo lloró a su lado.

Durante las siguientes 10 horas más o menos, mientras esperaba que su trabajo de parto progresara, Judith permaneció acostada en su cama de hospital, sintiéndose mal, mirando televisión y presionando el botón que liberaba dosis de analgésicos. En un momento, su mente se volvió hacia los grupos de Facebook. Las mujeres se estarían preguntando acerca de ella, pensó, y le podría servir su apoyo en este momento.

"Tengo algunas muy malas noticias", comenzó su publicación. "Perdimos a nuestro bebé en el parto".

Judith contó su historia de nacimiento: cómo su bebé, aún dentro de ella, había muerto y cómo se culpaba a sí misma.

"Ni siquiera se lo digo a mi familia hasta que hagamos el parto, digamos adiós y salgamos de aquí", escribió. Luego, mareada por los fármacos y adormecida por la conmoción, se durmió.

Cuando una enfermera despertó a Judith y le dijo que era hora de pujar, ella pujó. El médico buscó en el cuerpo de Judith para ayudar a guiar al bebé y nació. Pesaba 10 libras, con un mechón de cabello rubio.

Judith sostuvo a su bebé en su pecho durante mucho tiempo. Estaba tan pesado en sus brazos, pensó, no como lo que se suponía que se debía sentir un bebé recién nacido. Judith lo besó, lo abrazó y lloró. En las fotos que tomó con su teléfono, el bebé de Judith se ve gordito y saludable. Perfecto, pensó ella.

"Lo siento mucho", le dijo una y otra vez. Y después de varias horas, Judith y su esposo se despidieron de él.

Mientras Judith lloraba, mujeres de todo el mundo ofrecieron sus condolencias en sus grupos de Facebook. Pero no todos estaban allí para brindar apoyo. Para al menos un miembro, Judith debía ser un ejemplo.

A las pocas horas de la muerte fetal, un blogger de la constelación contra el parto en casa publicó un artículo al respecto sin comunicarse con ella. En la publicación, que incluía capturas de pantalla pero ocultaba el nombre de Judith, uno de sus grupos de Facebook había sido infiltrado por un oponente del movimiento de “parto libre”, alguien que había visto cómo se desarrollaba la tragedia de Judith y filtró fotos de sus chats.

Con esa traición, Judith dejó todos sus grupos de Facebook de embarazo. Sabiendo que los estaban espiando, el administrador de Ten Month Mamas cerró el grupo y explicó en una publicación final que lo que una vez había sido un grupo "íntimo y maravilloso" ya no era "un lugar seguro para que los padres compartieran".

Pero otros grupos de “parto libre” y gestación prolongada a que pertenecía a Judith se mantienen. Un grupo privado con 2.000 miembros todavía usa el vientre embarazado de Judith, una fotografía submarina tomada a las 42 semanas, como imagen de portada.

Cuando regresó a casa desde el hospital, Judith se quedó fuera de internet y dentro de su casa, temiendo encontrarse con alguien que pudiera preguntar por su bebé.

Después de unos meses, Judith y su esposo decidieron que no podían seguir en duelo en su pequeño pueblo y se mudaron 1,200 millas a un estado donde ella nunca había estado y donde nadie sabía sobre el bebé. Encontraron una casa para alquilar en un rancho, donde ayudan a alimentar y cuidar los caballos.

"Es un buen lugar para esconderse", asegura la joven.

Judith camina, alimenta a los caballos y escribe: poemas y cartas que no comparte con nadie. El arte también la ayuda. Ella crea atrapasueños con madera y cuerdas así como joyas con piedras pulidas. Comenzó a vender sus creaciones en ferias de arte locales.

En Facebook, los grupos de apoyo a madres afligidas y que han dado a luz a bebés muertos han reemplazado a sus comunidades de “parto libre”. Y aunque Judith nunca pudo compartir uno de los relatos de nacimiento de ensueño que ofrecen las empresas y los blogs de nacimiento, espera que no sea demasiado tarde para que otra mujer embarazada gane algo al escuchar su historia ahora.

"No hay tantas historias tristes", dijo. "Tal vez mi historia extrema podría ayudar a alguien".