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Mujeres emprendedoras recurren al ingenio para montar negocios y evitar la huida a Estados Unidos

“No aguanté. Salimos hacia EE.UU. pero desgraciadamente el coyote nos dejó tirados y tuvimos que regresarnos acá; ha sido muy difícil y duro”, dice una de estas mujeres, "ahora estoy pensando en emigrar otra vez, porque no quiero que mi hijo corra peligro".
ACNUR y otros grupos de alivio humanitario atienden a miles de mujeres desplazadas por la violencia en El Salvador
 Verónica*, una joven desplazada internamente por la violencia en El Salvador, camina dentro de su casa, en una comunidad que la ha acogido. ©ACNUR/D. Dreifuss  ©ACNUR/D. Dreifuss / Noticias Telemundo

Por María Peña

SAN SALVADOR.— Sentadas en círculo a la sombra de enormes árboles de mango y almendra, un grupo de mujeres emprendedoras relatan, con tímidas sonrisas, cómo han logrado montar sus pequeños negocios y proteger a sus hijos de las garras de las pandillas. Todo eso sin caer en la tentación de huir hacia Estados Unidos, como lo han hecho otras desplazadas en meses recientes.

Durante un recorrido esta semana por varias comunidades en las afueras de San Salvador, facilitado por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), varias madres salvadoreñas compartieron sus testimonios con un selecto grupo de periodistas de medios extranjeros, incluyendo Noticias Telemundo.

La situación de inseguridad y miedo es tal que los medios tienen prohibido mencionar siquiera el municipio al que pertenecen estas comunidades en las cercanías de San Salvador, ni grabar vídeos, o tomar fotografías de rostros.

Para mayor precaución, usamos pseudónimos -señalados con un asterisco- para proteger a las mujeres y a sus familias de posibles represalias, amenazas, o extorsiones de las pandillas y otros grupos criminales.

Con la ayuda de capital semilla, estas mujeres de comunidades de bajos recursos han logrado autonomía económica, pasando de la desesperanza a poblar sus humildes casas de adobe de productos artesanales.

 Así, mediante talleres de emprendimiento, capacitación y asesoría, el programa de Plan Internacional las ha convertido, en cuestión de meses, en artesanas, costureras, alfareras, cocineras, panaderas, peluqueras, o pequeñas empresarias en otras áreas.

“Con esta ayuda que nos están dando para montar nuestros negocios, vamos a poder tener nuestros propios ingresos y mejorar nuestra economía.  Eso quiere decir que nuestro círculo familiar, nuestros hijos, van a estar mejor”, explicó María*, quien es dueña de una panadería.

Es que, en las zonas rurales de El Salvador, los trabajos acompañan el ciclo de siembra y cosecha -disponibles principalmente para hombres- y, en la actualidad, la temporada del corte de caña empezó en diciembre y concluirá el mes próximo.

“Pasamos rayados (ajustados), y cuando termine la temporada, en un hogar donde sólo trabaja el hombre, es duro: comemos solo frijoles, queso y tortilla. Ya con hijos es difícil, porque a veces no hay cómo darles para el pasaje al colegio, o para llevarlos a la clínica si se enferman”, agregó María*, madre de un niño de ocho años.

Hilvanando sueños, una puntada a la vez

Algunas emprendedoras desplazadas permitieron fotografías o grabaciones de audio bajo estrictas condiciones, por el alto riesgo de convertirse nuevamente en víctimas. Otras, como Rosario*, dieron sus testimonios fuera de cámaras en sus casas, mientras describían sus sueños y planes de futuro.

Rosario ofrece un recorrido por su pequeña casa, a la que se llega por un estrecho camino de tierra y, ya adentro, muestra un pequeño salón con piso de ladrillo en el que ha improvisado su taller de costura.

Luciendo un vestido rosa que ella misma confeccionó, Rosario sonríe al recordar que su sueño de ser costurera comenzó a los 13 años, cuando veía a su mamá sentada frente a una máquina de coser.

Su madre le regaló una tela con la condición de que “no la echara a perder o desperdiciar” porque, de lo contrario, se la cobraría, dijo con una amplia sonrisa.

“Hice mi primera falda con esa tela, estaba muy contenta… no me imaginé esto, ahora tengo mucha demanda, estoy trabajando con escuelas para hacer uniformes”, sonrió Rosario, quien utiliza a sus pequeñas hijas como modelos.

Rosario instaló su pequeño taller en la casa de su madre, ya fallecida. Allí comenzó haciendo ajustes, ruedos y demás alteraciones, y el negocio ha crecido “de boca en boca” con la ayuda de amigos.

Ahora cuenta con algunas máquinas, pero quiere comprar una industrial para responder a la demanda de uniformes, y contratar a ayudantes.

“Tengo trabajo, siempre he sido una mujer luchadora”, afirmó Rosario, cuyas palabras, transportadas bajo el sol calcinante por una suave brisa, eran puntualizadas por el cantar de gallos y las risas de niños que correteaban a su alrededor.

La tentación de huir

María*, madre soltera de un hijo adolescente, emigró a una colonia en San Salvador tras la muerte de su hermano a manos de desconocidos hace unos tres años, pero terminó en un barrio con frecuentes balaceras entre pandillas opuestas.

“No aguanté. Salimos hacia EE.UU. pero desgraciadamente el coyote nos dejó tirados en México a pesar de que ya le habíamos pagado, y tuvimos que regresarnos acá; ha sido muy difícil y duro”, anotó.

“Ahora estoy pensando en emigrar otra vez, porque no quiero que mi hijo corra peligro; estos grupos ya lo han querido meter a vender drogas… no me voy porque tengo que cuidar a mi mamá”, explicó.  

Una joven madre desplazada relata su sueño de salir de la pobreza extrema
Una joven madre desplazada, que cubre su rostro por temer por su seguridad, relata su sueño de salir de la pobreza extremaMaría Peña / Noticias Telemundo

María trabajó un tiempo como asistente de albañil, ganando unos 240 dólares al mes, antes de conseguir ayuda a finales de 2019 para empezar un negocio de reparación de celulares, para el cual obtuvo una computadora, un estuche de desarmadores, y “una caja de activación”.

Por su parte, Yesenia*, afirmó que el desembolso de un bono mensual de 80 dólares que obtuvo durante seis meses de Plan Internacional, ha permitido más y mejor alimentación a sus hijos.

“Esto también nos permitió ahorrar un poquito por si sale una emergencia, o a pasar consulta con un médico, porque acá en nuestro país, aunque hay hospitales públicos, no tienen la medicina que uno necesita”, señaló.

“Uno aprende a vivir con lo poquito que tiene y, bien o mal, con eso uno tiene que ver cómo ir resolviendo. Cuando hay crisis, una enfermedad, a uno le toca pedir prestado… la salud de un miembro de mi familia está por encima de todo”, enfatizó.

Asimismo, Yesenia dijo que, ante el clima de inseguridad, “una palabra no bien dicha le puede costar la vida a uno”, y en su caso, ella vive “con la fe puesta en Dios”.

Ella ha pensado muchas veces en huir a Estados Unidos, como han hecho otras familias en su pueblo, pero no se atreve por temor a que sea “darle un peor futuro” a sus hijos.

“Ha habido gente que me dice ´vámonos, agarremos camino´, pero no lo hago sin mis hijos. Si me voy, a mí me pueden llamar y decirme que algo les está pasando, pero estaría lejos y sin poder ayudarlos”, puntualizó Yesenia, a manera de reflexión.

En la actualidad, el gobierno salvadoreño lleva a cabo una campaña de anuncios para disuadir la emigración ilegal hacia el Norte, y uno de los anuncios insta a los jóvenes a “conectarse con su futuro”.

Respuestas a corto y largo plazo

Según un estudio gubernamental apoyado por ACNUR, entre 2006 y 2016, alrededor de 71,500 salvadoreños fueron desplazados forzosamente de sus comunidades, o el equivalente de casi 600 personas al mes. La cifra podría ser mayor debido al subconteo de personas desplazadas.

En el último año, las autoridades dieron cuenta de 50,3 homicidios por cada 100,000 habitantes, es decir, un promedio de nueve personas a diario.

El pasado 9 de enero, la Asamblea Nacional de El Salvador aprobó la Ley Especial para la Protección Integral de Personas en Desplazamiento Forzado, con el objetivo de ofrecer soluciones a corto y largo plazo a personas desplazadas por la violencia derivada del crimen organizado, las pandillas, y la delincuencia común.

En concreto, la ley, que aguarda la firma del presidente, Nayib Bukele, permitirá que decenas de miles de víctimas del desplazamiento forzado tengan acceso a asistencia humanitaria y a sus derechos básicos, incluyendo el acceso a la justicia.

Además, la ley facilitará la cooperación de las diversas agencias gubernamentales para prevenir un mayor desplazamiento forzado, en un país considerado uno de los más violentos del mundo.

Mucho antes de que la Asamblea aprobase esa ley, grupos de alivio humanitario, como ACNUR -que facilitó la gira de periodistas en la zona- y Plan Internacional, han ofrecido múltiples servicios para atender a los afectados por el desplazamiento interno en el mundo.

En El Salvador, Plan Internacional realiza programas en más de 400 comunidades en los departamentos de Chalatenango, Cabañas, Cuscatlán, La Libertad y el área sur de San Salvador.

Según la organización, más de 365,000 niños y jóvenes se benefician de sus programas cada año. El programa de Seguridad Económica Juvenil,por ejemplo, fue puesto en marcha en 2011 y ha beneficiado a más de 4,000 jóvenes, indicó Plan Internacional.