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Un análisis de la semana de Trump: ira y represalias tras el juicio político

Tras resultar absuelto en el juicio político en su contra, los asesores del presidente aseguran que tiene pocos incentivos para bajar la guardia. De modo que se esperan más acciones.
Donald Trump
El presidente de EE.UU, Donald Trump, sonríe mientras habla a los miembros del Consejo Nacional de la Patrulla Fronteriza en la Casa Blanca en Washington, el pasado viernes.AP Photo/J. Scott Applewhite

Por Shannon Pettypiece - NBC News

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dedicó la primera semana tras el juicio político en su contra –del que resultó absuelto– a reivindicar su dominio sobre el Departamento de Justicia, en un intento por vengarse de sus enemigos y ofrecer recompensas a sus aliados. Se trata de una repentina y dramática escalada de una larga campaña para solidificar su control sobre asuntos legales, y eliminar o dejar de lado las voces independientes que restan dentro de su administración.

Ahora que el ‘impeachment’ quedó atrás, los asesores del presidente aseguran que Trump tiene pocos incentivos para bajar la guardia. Con muy pocas voces disidentes –si es que queda alguna en su órbita– sus ayudantes y consejeros han estado alentando y dándole ánimos por sus acciones, diciéndole que está librando a su administración de "serpientes" y luchando contra un Estado profundo (deep state). Ese apoyo se ha incentivado desde que fue absuelto por el Senado.

La tumultuosa semana de Trump incluyó un voto para purgar su administración de aquellos que desafían sus políticas; una renovación e incremento de sus ataques contra su propio Departamento de Justicia; un resurgimiento de los rencores de siempre contra quienes estuvieron involucrados en la investigación de los esfuerzos de Rusia para influir en su campaña de 2016, y la promesa pública de que vendrán más acciones de este tipo.

Trump hizo que el teniente coronel del Ejército Alexander Vindman, quien testificó en las audiencias del ‘impeachment’ en la Cámara de Representantes, y su hermano –quien no participó en el proceso– fueran escoltados hasta la salida de la Casa Blanca menos de 48 horas después de que finalizara el juicio político en el Senado.

Sin tomar en cuenta las súplicas de varios senadores republicanos, Trump también despidió a Gordon Sondland, el embajador de Estados Unidos en la Unión Europea, quien también testificó ante la Cámara de Representantes.

El castigo provocó críticas generalizadas de los demócratas e incluso del exjefe de gabinete de Trump de la Casa Blanca, John Kelly. Pero el presidente solo parecía decidido a seguir despidiendo a sus disidentes. "¡Drenen el pantano! ¡Queremos a la gente mala fuera de nuestro gobierno!", tuiteó el pasado jueves.

Las acciones del presidente fueron más allá de los movimientos de personal. Trump atacó públicamente al grupo de fiscales que recomendó una sentencia para su exasesor y aliado Roger Stone, quien fue hallado culpable de manipular testigos y emitir declaraciones falsas, una medida que condujo a una cadena de eventos que resonaron en la capital.

Horas después de que Trump tuiteara que la sentencia recomendada para Stone representaba "una situación horrible y muy injusta", funcionarios con altos cargos en el Departamento de Justicia intervinieron para reducir la sugerencia, y ello provocó que los cuatro fiscales involucrados en el caso renunciaran. También hizo que los demócratas pidieran la dimisión del fiscal general, William Barr.

 

Luego la Casa Blanca retiró formalmente la nominación al Departamento del Tesoro de Jessie Liu, la exfiscal federal del Distrito de Columbia que se había desempeñado como la fiscal principal del caso Stone, entre otros. Una audiencia de confirmación estaba prevista para el jueves; la Casa Blanca no proporcionó una explicación de por qué se retiró la nominación. 

Cuando los periodistas lo presionaron sobre el asunto, Trump se negó a descartar un perdón para Stone.

Las ambiciones del presidente de consolidar aún más su alcance y control sobre el Departamento de Justicia se pusieron de relieve con la noticia de que Barr estaba tomando el control de los asuntos legales de interés para Trump.

El anuncio del viernes de que el Departamento de Justicia se negaba a enjuiciar a uno de los villanos favoritos de Trump en la investigación de Rusia, el exsubdirector del FBI Andrew McCabe, se produjo en medio de la noticia de que también se estaba abriendo una investigación sobre el caso del exasesor de seguridad nacional del presidente, Michael Flynn.

Trump se sorprendió y se enfureció por la decisión sobre McCabe y el hecho de que el Departamento de Justicia no le avisara con antelación, según una persona cercana al presidente. Esa misma persona dijo que Trump cree que sus aliados son injustamente castigados por delitos por los que sus adversarios no lo han sido.

Barr se irritó ante la acusación de que estaba siguiendo las órdenes del presidente, y le dijo a la cadena ABC: Trump "nunca me ha pedido que haga nada en un caso penal".

Pero el propio Trump terminó la semana dejando claro que se sentía libre de hacer tal solicitud. La declaración de Barr, tuiteó, "no significa que no tenga, como presidente, el derecho legal de hacerlo, ¡pero hasta ahora he decidido no hacerlo!".

El desafío de Trump parece haber impulsado a sus asistentes, así como el paso de la nube del juicio político, y con las elecciones a aún más de ocho meses de distancia, hay poco temor interno a las consecuencias políticas del remolino actual de ira y represalias, dijeron los consejeros de campaña.

El índice de aprobación del presidente alcanzó el nivel más alto de su presidencia: 49%. Un 61% de los estadounidenses asegura estar mejor que hace cuatro años; esta última estadística es la más alta registrada bajo un presidente en ejercicio en un año electoral, según a los números publicados este mes por Gallup.

Es poco probable que sus acciones de esta semana alteren esa dinámica, señaló el encuestador republicano Bill McInturff, de Public Opinion Strategies. En la más reciente encuesta de NBC / WSJ publicada este mes, Trump obtuvo sus números más altos desde febrero de 2017, justo después de su inauguración. Esto se traduce en un índice de aprobación superior, puntos positivos y entusiasmo por su candidatura, explicó McInturff, quien realizó la encuesta junto con el encuestador demócrata Jeff Horwitt, de Hart Research Associates.

Mientras tanto, Trump vio un escenario ideal desarrollándose entre sus rivales que competían por la nominación demócrata, con una batalla en escalada entre el establishment y los sectores más alternativos del partido.

"El optimismo económico de los votantes está ayudando al presidente", explicó McInturff. "Después de Mueller, después del juicio político, es difícil imaginar lo que una semana de noticias podría hacer para tener un efecto inmediato sobre esos números”.

Mientras el presidente busca completar la purga de quienes están fuera de su círculo de confianza, está trayendo de vuelta a una de sus asesoras más confiables, Hope Hicks. También está promoviendo a su exguardaespaldas John McEntee –quien abandonó la Casa Blanca hace dos años tras anunciarse que sería investigado por el Servicio Secreto– para supervisar la contrataciones en distintas instancias del gobierno, poniendo a alguien leal “a cargo de eliminar la disidencia”, según declaraciones de un exfuncionario de la Casa Blanca.

A medida que el equipo que rodeaba al presidente se sigue reduciendo aún más a sus empleados más leales –llevando a cabo sus deseos con poco rechazo visible– Trump dijo a los periodistas esta semana que había aprendido una lección del juicio político, sólo que quizás no fue la que algunos senadores pensaron. 

La conclusión de Trump del proceso, según lo aseguró el miércoles, fue "que los demócratas son corruptos y deshonestos (crooked)". 

"Probablemente no deberían haber impulsado el juicio político", añadió.


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