IE 11 is not supported. For an optimal experience visit our site on another browser.

En el pueblo más violento de México se camina sobre los muertos. A este migrante le tocó "la triste historia de volver"

Lo agarraron con varias libras de marihuana en California, se robó una patrulla de la policía y terminó en la prisión de San Quintín. Perdió a su esposa, a su hija y la ciudadanía. Y hubo de regresar al infierno.
Imagen de archivo de una fosa común en México.
Imagen de archivo de una fosa común en México. AFP via Getty Images / AFP via Getty Images

Tecomán (México).— La primera vez que nació, Ángel de Jesús Corona nació en Tecomán, una ciudad de 130,000 almas junto al océano Pacífico que encabeza desde hace tres años el listado de los municipios más peligrosos de México.

Pero aquella fue sólo la primera: desde entonces dice haber vivido varias vidas, y ninguna parece mejor que la anterior.

Tiene sólo 29 años, la mirada profunda cargada de naufragios, y un listado pormenorizado de sus “aventuras”.

Con 13 comenzó a consumir cristales y a robar en los cultivos de limones: terminó desterrado por su propia familia, que lo envió ilegalmente a Estados Unidos.

Cargó sus infiernos en la maleta: trabajó con cocineros de metanfetaminas y transportando drogas a Minneapolis, Las Vegas, Nueva York o Chicago.

Se casó con una estadounidense y logró la ciudadanía, tuvo una hija, pero entró y salió de la cárcel más veces de las que cuenta, mientras intentaba dejar “la mala vida”.

Los cristales parecían interponerse con sus buenas intenciones.

Finalmente lo agarraron con varias libras de marihuana en California, se robó una patrulla de la policía y terminó en la prisión de San Quintín por cuatro años.

Perdió a su esposa, a su hija, y la ciudadanía.

“Y me tocó la triste historia de volver a Tecomán”, casi susurra con voz queda.

“Muy pronto volví a estar drogado todo el tiempo, pero acá las cosas habían cambiado”, indica, “no hay un mercado libre para esto, cada quien tiene su zona, no puedes comprar aquí y allá porque existe la gran presión de que te van a hacer daño por andar chapulineando. Te matan si le compras a varias personas”.

Ahora está ingresado en el centro de rehabilitación Lois Burnham, el mismo en el que ya estuvo varias veces Daniela Guadalupe Carreón Gutiérrez. La joven, de 17 años, desapareció el pasado 3 de diciembre: al día siguiente ya estaba en una morgue, pero su familia no la identificó hasta tres semanas después.

Al final, dos tatuajes cerraron su historia ya para siempre [Léala aquí, la de Carreón Gutiérrez, pero también la de este “pueblo maldito” que “acostumbra a los muertos”].

¿Y Ángel de Jesús Corona? Sigue vivo, que no es poco después de tantas “aventuras”. Dice llevar ocho meses sobrio, pero mira a la calle con aprensión y miedo: no quiere abandonar el centro de rehabilitación.

El pánico es interno: no le teme tanto a Tecomán como a sí mismo: “Quise quedarme aquí porque no estoy preparado, a la fecha sigo ayudando a otras personas. Eso me mantiene ocupado y estoy haciendo el bien. Por ahora, no puedo pensar en otra cosa”.

Ángel de Jesús Corona. (Foto: Carlos A. López)

El consumo de metanfetaminas ha crecido 28 puntos porcentuales  en los últimos cinco años, según María del Carmen Gutiérrez Ayala, directora del Centro de Integración Juvenil Colima, y con 30 años de experiencia en tratamiento de adicciones.

“Para conseguir drogas las personas hacen lo que tengan que hacer”, cuenta, “hay una relación muy estrecha entre violencia y metanfetaminas”. “Se está incubando una crisis de salud mental”, añade, “no hay psiquiátricos ni personal suficiente para lo que viene”.

La crisis de violencia, sin embargo, ya está aquí.

Entre enero y octubre se registraron 542 homicidios por cada 100,000 habitantes. El promedio en México son 68. En el estado de Nueva York son 3.

En Tijuana, que pasa por ser una de las ciudades más violentas del mundo, la tasa ronda los 140. Pero Tijuana, como muchas otras con parecida leyenda, tiene casi dos millones de habitantes: es violenta, pero la mayor población diluye la estadística.

Entre ciudades mayores de 100,000 habitantes, ninguna es como Tecomán.

Estaba yendo a la escuela de belleza y desapareció

El municipio tiene unas 325 millas cuadradas de suelos aluviales: es tierra fértil para cultivos, pero también rica en minerales. Sus 20 millas de litoral albergan un puñado de playas que sirven de frontera natural para los cultivos de palmas y plátanos, surcados una intrincada maraña de caminos rústicos que actúan como vasos comunicantes.

“Por aquí siempre dejan muchos cuerpos, de día y de noche”, dice ya sin asombro Esmeralda Serrano, de 41 años, mientras recorre una brecha entre propiedades privadas tan cerca del mar como para escuchar el oleaje.

Es 25 de diciembre, Navidad, y la ciudad vive un raro periodo de paz: la última ejecución registrada por los medios había sucedido el 16 de diciembre

“Hace 17 días vinimos a buscar fosas aquí en el municipio de Armería y conseguimos los restos de siete personas”, dijo Serrano señalando la verja de una propiedad. Luce un gran letrero amarillo (“Frutas del valle de Manzanillo. Propiedad privada”), y el sello de la Fiscalía. 

Serrano forma parte de la Red Estatal Desaparecidos en Colima, y participa en las búsquedas de nuevas fosas porque, explica, no pierde la esperanza de encontrar a su hermana, Miriam Guadalupe.

Desapareció a las cuatro de la tarde del pasado 21 de enero. Tenía 32 años.

“Ella no consumía drogas ni nada de eso, es madre de tres hijos y muy solidaria con todo mundo. Esa vez estaba yendo a la escuela de belleza y unos hombres se bajaron de una camioneta y la levantaron. Desde ese día no sabemos nada de ella”, explica Serrano con la voz quebrada por el llanto.

“Se me hace muy raro, cada dos o tres meses, hay lugares en los que se desaparecen mujeres; y son jóvenes bonitas, no sé si se las llevan para trata o alguna otra cosa porque son puras muchachitas”, añade.

Esmeralda Serrano. (Foto: Carlos A. López).

Como caminar sobre una fosa

En el estado de Colima, con 710,000 habitantes, hay 593 personas desaparecidas a 30 de abril de 2018, la última vez que se actualizó el registro nacional.  

Este año se han encontrado 106 fosas clandestinas con 136 cuerpos y algunos restos humanos. Más que en ningún otro estado.  De ellas, 71 en Tecomán.

 “Es una zona problemática por la incidencia de cárteles delictivos”, explica Fernando Vega Alcaraz, fiscal de Colima especializado en desapariciones.

“Lamentablemente”, añade, “la gran mayoría se encuentra relacionada, no ellos directamente sino su desaparición y fallecimiento, con actividades del crimen organizado, que ha estado operando en ese municipio que colinda con Michoacán y con el puerto de Manzanillo”.

Aquí es donde Esmeralda Serrano sigue buscando a su hermana. Y entre tanto ha tenido que aprender rápidamente sobre topografía y orografía

Cuenta que, cuando entró al terreno de las fosas de Armería, se percató de que había claros, zonas cuidadas en el terreno entre los árboles que lucían raras. 

 “Todo se veía muy silvestre pero esas partes estaban como planas, y ahí empezó a excavar la fiscalía; al rato empezaron a sacar cuerpos”, indica, “yo pensé que no iba a poder, pero estar ahí te da fuerza porque si yo ayudo, alguien también me va a ayudar a conseguir a mi hermana”.

“A veces me da nervios”, concluye, porque en Tecomán “en cualquier lado se siente como si caminaras sobre una fosa”.

El predio en la carretera Armería-Paraíso donde recientemente se encontraron varias fosas. (Foto: Carlos A. López).