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Tras la masacre en México, la comunidad mormona cree que se convertirán en un pueblo fantasma

El temor inunda a los 300 habitantes de La Mora, que este martes fue escenario de una emboscada de narcotraficantes que terminó con la vida de tres mujeres estadounidenses y de seis niños.

El temor acecha a los residentes de La Mora, la aldea de alrededor de 300 habitantes a la cual pertenecían algunas de las víctimas de la masacre ocurrida este martes cuando tres mujeres y seis niños fueron acribillados por narcotraficantes. “Este lugar se va a convertir en un pueblo fantasma”, cree Steven Langford, exalcalde de la comunidad y hermano de una de las víctimas, Christina. 

“Muchas personas se van a ir”, sentenció durante los primeros funerales realizados este jueves, ante una población que aumentó en cientos tras la llegada de familiares y amigos de las familias LeBarón y Langofrd, pertenecientes a la comunidad mormona que reside desde hace un siglo en esta zona de México cercana a la frontera con Estados Unidos.

Y es que el temor provocado por los ataques se mantiene presente al interior de la comunidad. "No me siento seguro aquí, y no me sentiré, porque la verdad es que no estamos seguros aquí como comunidad”, aseguró David Langford entre lágrimas, durante el funeral de su esposa, Dawna Ray Langford.

El ambiente en La Mora es de tensión absoluta, más aún cuando el poblado está ahora resguardado por fuerzas estatales y federales, una medida que tomó el gobierno para proteger a los residentes y a los cientos de personas que llegaron desde otros puntos del país y de Estados Unidos para asistir a las ceremonias fúnebres.

"Estamos aquí en las montañas, no tenemos acceso a las autoridades, o muy, muy poco”, se quejó David Langford.

Los sepelios fueron custodiados por soldados mexicanos en un territorio que se disputan dos cárteles de droga, La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez, y Los Salazar, integrantes del Cártel de Sinaloa.

El ataque se produjo en momentos en que integrantes de las familias LeBarón y Langford se trasladaban desde La Mora, en Sonora, hasta la Colonia LeBarón, en el vecino estado de Chihuahua. Tres vehículos fueron atacados con más de 200 disparos, los que causaron la muerte de tres mujeres de nacionalidad estadounidense y de seis menores. Otros siete niños se salvaron y pudieron huir del lugar para buscar ayuda. 

Durante la ceremonia fúnebre, los familiares relataron los valientes intentos de rescatar a sus seres queridos luego del ataque y cómo algunos de los niños caminaron por las montañas para volver a la comunidad, situada a unas 70 millas al sur de la frontera con Arizona.

Pero entre los habitantes mormones, muchos de los cuales tienen doble nacionalidad estadounidense y mexicana, no se hablaba de venganza, sino de justicia.

“Dios se encargará de los malvados”, señaló Jay Ray Langford, padre de Dawna, una de las mujeres asesinadas.

David Langford dijo que su esposa era una heroína por decirles a sus hijos que se escondieran mientras su vehículo era atacado. “Me resulta difícil perdonar”, apuntó. “Generalmente soy un hombre muy misericordioso, pero este tipo de atrocidades no tienen cabida en una comunidad civilizada”.

“Mis hijos fueron asesinados de manera brutal, brutal (...) y mi amada esposa”, agregó.

Las autoridades mexicanas manejan la teoría de que pistoleros del Cártel de Juárez habrían montado la emboscada dentro de una guerra territorial con el Cártel de Sinaloa, y podrían haber confundido las camionetas en las que iban las mujeres con las que utiliza el cártel rival.

Sin embargo Julián LeBarón, cuyo hermano Benjamín fue asesinado por sicarios de un cártel en 2009, rechazó esa versión. “Tenían que saber que eran mujeres y niños”, dijo agregando que los menores que sobrevivieron contaron que una de las madres salió de su camioneta con las manos en alto y aun así fue baleada.

Para muchos, la masacre es una señal de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha perdido el control de vastas zonas de México ante los narcotraficantes, y ponen en duda la estrategia de seguridad que se centra en tratar de resolver los problemas sociales subyacentes en lugar de combatir a los cárteles con la fuerza militar.

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