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Una muerte y dos historias de amor: el nuevo giro en el caso sin resolver más extraño del mundo

Un profesor sigue la pista que dejó un hombre muerto en la playa y descubre que la clave para el misterio que ha eludido a todos durante 70 años es nadie menos que el amor de su vida.
The Rubaiyat of Omar Khayyama
Fotografía del libro, The Rubaiyat of Omar Khayyama, hallado en diciembre de 1948 que contenía el resto de la página arrancada hallada en la ropa interior del 'hombre de Somerton'.Newspix via Getty Images / Newspix via Getty Images

Dos jinetes lo encontraron en la playa una mañana de diciembre de 1948 tendido en la arena, inmóvil, y sin responder a sus llamados. Uno de ellos lo tomó de una pierna y lo sacudió para ver si despertaba, pero se quedó tan quieto como antes. El hombre estaba muerto.

Llevaba puesto un traje de doble solapa, perfectamente planchado, zapatos recién boleados. Sobre su pecho había un cigarrillo a medio fumar y otro en su oreja. Las etiquetas de la ropa, sin embargo, habían sido arrancadas. No tenía cartera, credenciales o alguna seña que lo pudiese identificar. Terminó siendo bautizado como el hombre de Somerton, la playa australiana en la que había sido hallado.

Otros objetos que encontraron incluyeron un chicle de sabores frutales, un peine americano de metal, un boleto de autobúu a North Glenelg y cigarrillos y fósforos del Army Club (club del ejército). Y dos mensajes, posiblemente cifrados.

Un mes después, el 14 de enero, trabajadores hallaron en la estación de tren de Adelaide, Australia una maleta que pudiera pertenecerle. Dentro encontraron un par de tijeras, lustro para zapatos, una corbata, un cenicero, una cuchara y un cepillo de dientes, entre otras cosas, según el diario citado.

Una de las teorías que más se ha propuesto es la de que era un espía de la posguerra. Dos mensajes hallados en su ropa refuerzan esta suposición, reportó el diario británico The Daily Mail.

Se trata de una frase persa que reza ‘Tamam Shud’ y que significa ‘acabado’ o 'finado', y unas letras al lado de esa frase en la última hoja (arrancada) de El Rubaiyat de Omar Khayyam, un libro de poesía inglesa del siglo XII. 

Somerton Beach Mystery
Fotografía de la nota hallada en el cadáver de un hombre en la playa de Somerton, que pertenece al libro 'The Rubaiyat of Omar Khayyam' y se traduce del persa como 'finado'.  Newspix via Getty Images / Newspix via Getty Images

Fotografía de la nota hallada en el cadáver de un hombre en la playa de Somerton, que pertenece al libro 'The Rubaiyat of Omar Khayyam' y se traduce del persa como 'finado'.

Cinco meses más tarde, el hombre de Somerton fue enterrado sin que nunca se supiera su identidad y qué hacía en Adelaide, sólo se supo que había muerto por envenenamiento.

Casi 71 años después el caso sin resolver ha cobrado nuevo interés y las autoridades australianas han aceptado exhumar el cadáver para hacerle pruebas genéticas con la esperanza de al fin encontrar una respuesta.

"Es un caso de intriga y misterio, por lo que ha estado en mi agenda durante más de 40 años", dijo al Daily Mail el fiscal general del sur de Australia, Vickie Chapman, quien aprobó la exhumación del cuerpo en aras de resolver el misterio con el uso de técnicas forenses que no existían hace 70 años.

Pero la aprobación de Chapman tuvo una condición, que los interesados en la exhumación lo pagaran, unos 20.000 dólares australianos (13.700 dólares estadounidenses), algo que no le importó al profesor Derek Abbot de la Universidad de Adelaide, quien hizo la solicitud. Aún no ha juntado ese dinero.

Tras una década de rastrear la pista del hombre de Somerton, el profesor Abbot, experto en ingeniería eléctrica y convertido en una especie de detective forense, creía que estaba más cerca que nunca de descifrar el misterio.

Y la clave estaba sentada frente a él, una hermosa mujer rubia que había respondido a su carta pidiéndole reunirse porque creía que estaba relacionada con el enigma que había obsesionado a Australia por largos años.

La primera impresión de Rachel Egan era que se trataba de un profesor con una extraña curiosidad intelectual por la forma de sus orejas y dientes, según dijo en una entrevista con la cadena ABC.

“Quería ver mis orejas y mis dientes. También estaba tras mi ADN”, dijo Egan a ese medio. “Probablemente es la primera vez que un hombre me hace una petición así”.

Después de esa cena en un lujoso restaurante de Brisbane, el interés profesional había dado paso a algo más y, al final de la noche, Abbot y Egan habían decidido contraer matrimonio. Ahora son una pareja felizmente casada con tres hijos.

“La gente ha dicho que probablemente Derek se casó conmigo por mi ADN”, dijo a la ABC Egan riéndose. “Y creo que hay algo de verdad en ello”.

La sospecha de Abbot era que el hombre de Somerton había tenido un hijo: el abuelo de Egan.

Así como el amor lo había llevado a su actual esposa, el profesor sospechaba que el amor había llevado a su misterioso hombre a la playa de Somerton, donde murió muy cerca de la casa de Jessica Ellen ‘Jo’ Thomson, madre de Robin, abuelo de Egan, y quien Abbot sospecha fue su hijo.

Más tarde, un químico que respondía a un anuncio del periódico, donde se preguntaba si alguien tenía un libro del Rubaiyat con la última página arrancada, lo entregó a las autoridades tras encontrarlo en la parte trasera de su auto el día o días después de que hallaron al hombre muerto en la playa.

El resto de la página arrancada tenía escrito un número de teléfono que condujo a la policía a una joven enfermera. Cuando se descubrió esto, las autoridades de fines de la década de los años 40 especularon que además de ser un posible espía tal vez se trataba de un homicidio o un suicidio, según la cadena ABC.

Sin embargo, la enfermera Jo’ Thomson nunca quiso hablar con las autoridades y, a pesar de la conmoción que le causó ver la fotografía del hombre muerto, negó durante toda su vida que lo conociese.

Thomson murió en 2007 llevándose sus secretos. Antes de morir, sin embargo, le dijo a una amiga que siempre estaría agradecida con George por casarse con ella a pesar de que estaba embarazada de un hijo que no era suyo.

El niño que tuvo Thomson tenía 16 meses cuando el hombre de Somerton fue hallado a unas pocas yardas de su casa en la playa.

"Tal vez vino a ver a Jo Thomson y su hijo y murió por cualquier motivo en la playa, y tal vez a ella le interesaba no identificarlo", dijo a la ABC el profesor Abbot.

Pero la pista que terminó por convencerlo fueron dos raros defectos genéticos que Robin y el hombre de Sommerton compartían: una malformación en los dientes y otra en los lóbulos de las orejas: una coincidencia de entre una y 10.000 ó una y 20.000, según sus estimaciones.

Robin, el abuelo biológico de Egan (quien fue dada en adopción a otra pareja), murió en 2009 antes de que el profesor pudiese hablar con él.

Egan dice que está consciente de que el hombre de Somerton podría no ser su abuelo, pero desea más que nada conocer la verdad.

Cuando el matrimonio logre juntar el dinero para la exhumación y la prueba genética, aclararán sus dudas y quizá también resuelvan el caso inconcluso más famoso de Australia.