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México ha construido el ‘muro’ de Trump. Pero no detiene a la nueva oleada migratoria

“No somos racistas”, dice una mexicana. Pero las protestas crecen en la frontera y afectan también a los nuevos migrantes a los que Trump no sabe cómo detener.
Imagen de archivo del presidente, Donald Trump, en la frontera sur.
Imagen de archivo del presidente, Donald Trump, en la frontera sur. AP / AP

Donald Trump llegó a la Casa Blanca prometiendo que construiría un muro en la frontera y México pagaría por ello. Finalmente está levantando en su lugar una valla de acero y a costa de fondos militares, pero sí ha logrado, con presiones comerciales, que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador frene la llegada de migrantes centroamericanos.

El problema ahora es que las mismas medidas que sirven para cortar el paso a estas familias resultan inútiles ante una nueva oleada migratoria.

En el año que le queda a Trump de mandato, pretende construir un milla de muro al día para compensar que, en los tres años anteriores, apenas ha podido hacer otra cosa que remozar la valla ya existente. México se negó a pagar, el Congreso (incluso en manos republicanas) se negó a pagar, y finalmente está pagando el Ejército, aunque un juez lo considera ilegal.

Lo que sí ha hecho México, amenazado con aranceles, es impedir el paso por su territorio de los migrantes llegados de o a través de los países centroamericanos.

López Obrador ha militarizado su frontera sur, desplegando a la Guardia Nacional. “Me gustaría agradecerle al presidente de México la gran cooperación que estamos recibiendo”, dijo Trump en septiembre. El presidente mexicano ha permitido además que Estados Unidos le envíe a sus solicitantes de asilo para esperar en su territorio durante meses hasta saber si serán admitidos.

Esto último está creando tensiones en las localidades fronterizas, donde miles de migrantes se hacinan, sin permiso para seguir su camino hacia Estados Unidos, o esperando a conocer su cita ante una corte migratoria.

“No somos racistas, no estamos en contra de los migrantes”, ha dicho Irma Alicia Mendoza Soto, presidenta del comité de vecinos del Fraccionamiento San Marcos en la ciudad fronteriza de Mexicali (Baja California).

El Gobierno planea construir un albergue para migrantes en la zona, y los vecinos protestan en contra, según ha informado el sitio web de noticias Animal Político.

Lo que nos preocupa es que el Gobierno no pueda atender adecuadamente el albergue y seamos nosotros los que tengamos que atender el problema que nos dejen”, ha indicado Mendoza.

Ese rechazo no se limita a centroamericanos, africanos o asiáticos: “Algunos pasan y nos dicen cosas”, denuncia una mexicana, que se identifica como michoacana, “vino una señora y me dijo que qué hacía aquí, que nos fuéramos, que ésta era su tierra”.

Los mexicanos desplazados por la violencia del narco o la pobreza también viajan hacia el norte, como lo hizo esta mujer, según reportó El Diario en septiembre.

De hecho, ya son mayoría de nuevo en la frontera estadounidense: en agosto superaron a guatemaltecos y hondureños como fuente de migración no autorizada, según informa el diario The Washington Post.

En las últimas semanas, miles de adultos y niños mexicanos han estado acampando en filas en los cruces fronterizos, a la espera de remitir su solicitud de asilo. Y a ellos no se les puede detener con las medidas que Trump puso en marcha para frenar a los centroamericanos.