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Aquí pocos padres latinos tienen diplomas. Así irán sus hijos a la universidad

Los latinos tienen algunos de los más bajos niveles educacionales del país, pero el temor a la pobreza y a los problemas de inmigración no son un impedimento para alumnos y escuelas que tratan de romper el ciclo

EL PRIMER PASO HACIA LA CLASE MEDIA: Más de 27 millones de americanos de 25 años de edad o mayores no tienen un diploma de escuela secundaria o un certificado de GED, la credencial básica necesaria para cumplir con los requisitos del 80 por ciento de los empleos en el país. Hechinger Report viajó a tres condados con números muy altos de adultos sin credenciales de escuela secundaria para conocer los obstáculos que las escuelas y las familias deben superar para proveer y dar el primer paso esencial para vivir en la clase media. Los tres condados, todos en regiones rurales del sur, son profundamente diferentes en términos de raza y origen étnico, así como en sus experiencias de racismo y segregación. Enfrentan, sin embargo, muchos de los mismos desafíos, incluyendo bajos fondos para escuelas, pobreza intergeneracional y pocas oportunidades bien pagadas que motiven a los estudiantes. Comparten también un tema pertinaz: Los padres conocen el riesgo de abandonar los estudios y desean desesperadamente que sus hijos se gradúen de secundaria y más allá en su educación.

ROSE HILL, Carolina del Norte — El verano pasado, Mayko Calmo-Gómez pasó la mayor parte de su tiempo recogiendo tomates. Las paredes plásticas del invernadero en que trabajaba concentraban calor y humedad, y el aire parecía casi sólido. Se ponía una bandana sobre la cara para limitar los elementos químicos que aspiraba y así respirar con mayor facilidad. En la primera hora de esos días de 12 horas, se le empapaba la camisa y se le pegaba al cuerpo cuando se agachaba entre los estrechos espacios entre los surcos.

Mayko, que ahora tiene 19 años, ha pasado la mayoría de sus veranos desde que estaba en la escuela intermedia trabajando con su padre en la agricultura y los invernaderos de este condado rural en el centro de Carolina del Norte. Sus hermanas trabajaban en los almacenes, toda la familia contribuyendo para pagar sus cuentas y alquilar su casa tráiler de doble ancho. La familia necesitaba cada hora de trabajo que podían conseguir.

Hace seis años, su mamá fue a una entrevista de trabajo para una posición que ofrecía más dinero que lo que ella podía ganar trabajando en hoteles y factorías. Pero hubo un accidente automovilístico y ella nunca regresó, dejando atrás a Mayko, que tenía entonces 13 años, y sus tres hermanas que tenían 11 meses, 9 años y 12 años de edad.

Cuando su madre murió, el mundo de Mayko se desplomó y su perspectiva cambió. Se fue a trabajar para ayudar a su padre a mantener a sus hermanas, pero también recordó la insistencia de su madre de que estudiara. Había sido constante. Ni ella ni su padre, que había emigrado de Guatemala en 1993, habían terminado la escuela intermedia.

El adolescente diseñó un plan para sacar a su familia de la pobreza y a su padre de la agricultura. Cada día después del trabajo, separaba tiempo para hacer sus tareas escolares, aunque tuviera que dormir menos horas que las que su cuerpo necesitaba. Buscó en internet carreras que pagaran bien y que requirieran matemática, asignatura en que él se destacaba.

“Mi papá siempre nos decía que necesitábamos una educación”, dijo Mayko. “Por ser el mayor, tengo que ser un ejemplo para mis hermanas menores. Mi padre les dice, y yo también les digo, que ‘no se den por vencidas’”.

Mayko es parte de una generación de estudiantes latinos en el Condado de Sampson que lucha por lograr algo que sus padres no lograron. Al condado se le conoce por cerdos y arándanos, los cuales proveen empleos estables que atraen a cientos de familias de inmigrantes latinos. El porcentaje de estudiantes latinos en el condado ha aumentado de 27 a 40 por ciento en la última década. Pero los empleos han disminuido. El trabajo es duro, las horas son largas y los jornales exiguos, todo lo cual ha exacerbado un ciclo de pobreza difícil de cambiar. Solamente el 31 por ciento de los latinos adultos mayores de 25 años tienen un diploma de escuela secundaria, una de las tasas más bajas del país.

Sin un diploma de escuela secundaria o una certificación de GED, será imposible encontrar un empleo decente en las próximas décadas. Sin embargo, hay 27 millones de americanos adultos en esta difícil situación, sin el nivel básico de educación que necesitan para alcanzar la clase media. Es un problema particular de inmigrantes de México y Centroamérica, que abandonan la escuela secundaria en porcentajes superiores a los que han nacido aquí.

Parte de la disparidad comienza en sus países de origen donde a menudo el acceso a la educación es limitado. Los porcentajes de graduación en México han mejorado durante la última década, pero el 52 por ciento de jóvenes de 25 a 34 años de edad carecen de una educación secundaria. En Guatemala y El Salvador, cerca de una cuarta parte de los estudiantes ni siquiera terminan la escuela primaria, según el Banco Mundial, mientras en Honduras, alrededor del 17 por ciento de niños no pasan de escuela primaria. Para muchos inmigrantes, la búsqueda de algo mejor para sus hijos es una razón por la que vienen a Estados Unidos. Pero la necesidad financiera de que todos los miembros de la familia trabajen puede socavar sus metas. Adultos procedentes de Centroamérica y México a menudo terminan en trabajos de bajos salarios debido a su estatus migratorio, discriminación y la falta de una educación formal.

Algunas políticas estatales colocan a estudiantes que no hablan bien el inglés en una mayor desventaja. Los estados de Georgia, Arkansas y Florida, por ejemplo, tienen leyes que reconocen solamente el idioma inglés, las cuales prohíben enseñar en español. Y 32 estados, incluyendo Carolina del Norte, no requieren entrenamiento para aprender inglés más allá de los requisitos federales mínimos para maestros de aulas generales. Hay distritos en todo el país que también enfrentan una escasez de maestros bilingües y de ESL (inglés como segunda lengua).

Mayko Calmo-Gómez trabajó recogiendo tomates mientras cursaba la escuela secundaria, ayudando a su familia a sobrevivir mientras alcanzaba un grado GPA de 4.2. Foto: Meredith Kolodner/The Hechinger Report

Los desafíos del Condado de Sampson ejemplifican las barreras que muchos estudiantes latinos enfrentan en el camino hacia la graduación, pero el condado ha encontrado maneras de ir disminuyendo esos obstáculos. Los porcentajes de graduación de escuela secundaria se han ido elevando. El 79 por ciento de los estudiantes latinos se graduaron de escuelas del Condado de Sampson, un aumento del 3 por ciento desde 2014 y cerca de igualar el promedio estatal.

No obstante, aún existen obstáculos significativos. En la Escuela Secundaria Union, donde estudiaba Mayko, solo el 21 por ciento de los entrantes de noveno grado podían resolver problemas de matemáticas o leer al nivel de su grado en 2017.

El 27 por ciento de adultos latinos mayores de 25 años en el Condado de Sampson, Carolina del Norte, se han graduado de la escuela secundaria, uno de los por cientos más bajos del país.

El distrito está entre los más bajos de Carolina del Norte en gastos por alumno, que fue $9,263 en 2018, y el estado ya es uno de los más bajos del país en gastos por alumno. Presupuestos demasiado apretados mantienen los salarios de maestros muy bajos, lo cual ha dificultado nuevas contrataciones y las escuelas han tenido que sacrificare esfuerzos y calidad en las aulas. A veces no hay suficientes libros de texto para repartir. Los maestros de ESL tienen que enseñar también en escuelas intermedias y secundarias porque no hay suficientes para que cada escuela en el condado tenga los suyos propios. La capacidad del condado para recaudar fondos que suplementen los fondos estatales que reciben es mínima. Ocupa el lugar 96 entre 100 condados en valor de la propiedad, según un análisis del Foro de Escuela Pública de Carolina del Norte.

Y el 42 por ciento de los residentes latinos del condado viven en la pobreza, más del doble del porcentaje de residentes blancos.

Muchos latinos adultos trabajan en la agricultura, y esos trabajos, cuyos jornales a menudo se basan en el número de cajas de arándanos o cajones de boniatos que pueden llenar, desaparecen cuando termina el tiempo de cosecha. Para que las familias puedan sobrevivir, los hijos tienen que ayudar. Ellos pueden trabajar en la agricultura a partir de la edad de 12 años. Las largas horas que algunos alumnos de secundaria trabajan los fines de semana y después de sus clases, en la agricultura o en restaurantes pueden chocar con las exigencias de sus tareas escolares.

“Hay veces que mis alumnos trabajan hasta la una, dos o tres de la mañana recogiendo arándanos”, dijo Julie Hunter, la directora de la Escuela Secundaria Union, que tiene 500 alumnos. “Llamé a esos negocios y les dije, ‘Ustedes tienen que dejar a estos muchachos irse a casa a las 10 p.m.’ Cuando llegan a la escuela están exhaustos”.

Las recientes redadas de inmigración de la administración de Trump y las constantes amenazas de más redadas han creado más problemas, y el temor a la deportación se extiende por todo el condado, alejando a los padres de instituciones gubernamentales como las escuelas y en ocasiones creando una ansiedad perjudicial en sus hijos.

A principios de esta primavera, agentes de la policía de inmigración llegaron a Newton Grove, un pueblo varias millas al norte de la Escuela Secundaria Union, y comenzaron a hacer arrestos.

“La escuela estaba en pánico”, dijo Kendric Faison, un especialista de apoyo estudiantil en la secundaria Union.

Faison está a cargo, entre otras cosas, de buscar a alumnos que faltan con frecuencia. Llama y visita las casas de familias en un esfuerzo por elevar la asistencia. A veces llega a una casa tráiler y la encuentra abandonada por familias inmigrantes que se ha mudado a estados más al sur donde todavía hay trabajo agrícola. Se van en el invierno y regresan en la primavera. Cuando sus hijos se vuelven a matricular en las escuelas de Sampson en el mes de mayo, en la temporada de arándanos, se supone que pasen el examen estatal de Carolina del Norte después de haber estado ausentes durante meses.

“Cuando un chico o chica abandona sus estudios, lo más grande es el trabajo”, añadió Faison. “A veces la familia simplemente no sabe que un diploma de secundaria puede abrir puertas. A veces tienen miedo a la deportación y que sus hijos regresen a la escuela”.

Narivi Roblero-Escalante, de 19 años, solía viajar con su familia después de las temporadas de cosecha. Sus padres, que emigraron de Guatemala en 2000, estaban entre los que nunca habían terminado la escuela primaria. Ese hecho la motivó a quedarse en la escuela, como también lo hizo un incidente cuando estaba en segundo año de la secundaria Union.

Algunas familias Latinas del Condado de Sampson, Carolina del Norte, viven en casas tráileres junto a los campos donde trabajan. Foto: Meredith Kolodner/The Hechinger Report.

Estaba ella sentada junto a su amiga Lorena en la clase detrás de dos chicas blancas que discutían acerca de los mejores alumnos de su clase. Narivi había acabado de llegar ese año a la escuela, que está situada a varias millas de la tienda más cercana y en medio de campos de trabajo que se extienden hasta el horizonte. En ese momento, ella no sabía lo que era un rango escolar, pero al escuchar, se le hizo claro. Una de las chicas, cuyo rango era segunda en la clase, le dijo a su amiga, que tenía el primer lugar, que no había hispanos en los diez primeros alumnos de su clase.

“Recuerdo que mi amiga Lorena se disgustó mucho”, recordó Narivi, en un receso del trabajo en el campo una tarde de temperaturas en los 90 grados en el mes de mayo. “Lorena y yo, desde entonces, se podría decir que hemos acordado que nuestra misión sea lograr alcanzar el primero y segundo lugar”.

Ella pensaba en su pacto a veces cuando estaba recogiendo boniatos y arándanos con sus padres en el Condado de Sampson. En el verano viajaban a Michigan o Nueva Jersey donde los días de trabajo son de 7 a.m. a 7 p.m.

“Yo sabía que no quería que ese fuera mi futuro. No quería eso para mis padres tampoco. Y sabía que si habría de ayudarlos tenía que ir más allá de lo normal”, dijo Narivi, quien vino a Estados Unidos cuando solo tenía pocos meses de nacida. Ella es una de los llamados DREAMERs, con un estatus conocido como DACA, por sus siglas en inglés, que los protege contra la deportación. “Soy también una indocumentada, por lo que tenía que esforzarme más para compensar eso y tratar de encontrar otro trabajo para mantenerme a mí y mi familia en el futuro”, dijo.

El verano anterior al último año de secundaria, aunque ya el curso había terminado y ella tenía aun que trabajar en la agricultura todo el día, continuaba estudiando, a veces hasta muy tarde en la noche. Ese verano, ella terminó un curso de secundaria y dos cursos de colegio universitario por internet.

Ese sacrificio tuvo su recompensa. En 2018, Narivi se graduó la primera en su clase y recibió una beca completa en la Universidad de Carolina del Norte. Acaba de termina su primer año allí. Su amiga Lorena ocupó el segundo lugar de la clase en la secundaria Union.

La raza y el origen étnico juegan un papel complicado y en evolución en los resultados educacionales del condado. Al igual que los latinos, los afroamericanos han tenido históricamente menos acceso a la educación de alta calidad. La situación ha mejorado notablemente para los residentes de la raza negra en el Condado de Sampson, pero todavía existen algunas brechas significativas.

El año pasado en el Condado de Sampson, los estudiantes afroamericanos tuvieron porcentajes más altos que los latinos en las cuatro escuelas secundarias tradicionales. Al mismo tiempo, tuvieron menos probabilidades de haber tomado cursos de Colocación Avanzada (asignaturas universitarias) que los latinos o personas blancas. Estudiantes de la raza negra también tuvieron la tendencia de tener notas inferiores en los exámenes estatales de matemáticas así como en exámenes ACT que latinos o personas blancas, incluso en las secundarias donde se graduaron en porcentajes mayores que los otros grupos.

Los afroamericanos tienen una baja representación en las pequeñas secundarias del distrito que incluyen estudios universitarios, las cuales matriculan alrededor de 250 alumnos, de los que más de la mitad son latinos, con un por ciento de graduación por encima de 95.

La Escuela Secundaria Union, donde Narivi estudió, tiene 43 por ciento de  estudiantes latinos y sirve a muchos de los niños inmigrantes del distrito. La escuela graduó al 72 por ciento estudiantes latinos el año pasado, por encima del 69 por ciento de los graduados blancos.

La brecha entre graduados latinos y blancos en las escuelas secundarias de Hobbton y Midway es todavía significativa — 10 puntos de porcentaje — pero el porcentaje de graduados latinos en ambas escuelas aumentó alrededor de 7 por ciento en cuatro años.

Jennifer Daughtry, directora de la secundaria de Hobbton desde 2013, dijo que el factor clave de las mejoras de su escuela fue forjar relaciones más estrechas con los estudiantes y sus familias.

“Es básicamente llegar a conocer a los estudiantes”, dijo Daughtry, quien fue seleccionada en enero para supervisar las cinco escuelas secundarias. “Si tenía alumnos que tenían problemas en sus casas y yo sabía que estaban faltando a clases, me preguntaba, ‘¿Qué puedo hacer para mantenerlos en la escuela?’ Algunos tenían que quedarse en la casa cuidando a sus hermanos mientras sus padres trabajaban. Les buscaba una computadora y les permitía tomar esas clases en la casa”.

En algunos casos, sus alumnos necesitaban viajar con sus padres a México u otras partes del país por asuntos de familia. Ella procuraba que los maestros les dieran tareas escolares durante el período de tiempo que iban a estar fuera y separaba tiempo en la escuela para que le hicieran preguntas a los maestros y ponerse al día en su trabajo.

Daughtry y su equipo también comenzaron a usar data para encontrar a alumnos entre sus 500 estudiantes que estuvieran a punto de abandonar sus estudios. Se reunía regularmente con su consejero guía y especialista de apoyo a estudiantes para encontrar un plan para esos alumnos, mediante recuperación de créditos, escuela de verano, cursos en internet y visitas a sus casas para adelantarlos.

La escuela añadió cursos de Colocación Adelantada, a veces utilizando un programa de internet cuando no tenían los maestros o la matrícula no era suficientemente alta para llenar una clase completa.

“Muchos de mis estudiantes latinos tomaron esas clases de Colocación Adelantada”, dijo Daughtry, sonriendo.

Un programa llamado Juntos, desarrollado en colaboración con la Universidad Estatal de Carolina del Norte, también produjo un sentido de comunidad entre los estudiantes latinos. El programa tuvo reuniones por las noches en español con comida latinoamericana para ayudar a los padres a conectarse con la escuela. A través de Juntos, los estudiantes visitaron universidades y se familiarizaron con el proceso de solicitud de aceptación. Los estudiantes dijeron que simplemente tener un lugar donde reunirse y conversar sobre sus desafíos compartidos los había inspirado a perseverar.

La escuela tenía necesidad de tener personal bilingüe, pero los pocos que tenían que sabían español — incluyendo un consejero pagado por la Universidad De Duke — salvaron la situación, dijo Daughtry. Ella los citó para comunicarse con los padres y los alumnos recién llegados que todavía no hablaban inglés. Los maestros modificaron los planes de educación para ayudar a alumnos que todavía no hablaran bien en inglés, además de introducir una clase aparte de inglés como segundo idioma para estudiantes que necesiten más apoyo.

Daughtry también ordenó que todos los alumnos solicitaran ingreso en por lo menos uno o dos colegios universitarios comunitarios y universidades de cuatro años. Ella tenía personas en diferentes posiciones que venían a la escuela a hablar con los alumnos sobre las credenciales que necesitarían para encontrar trabajo en cada área de empleo. El personal también llevaba a los alumnos a ferias de trabajo.

Aunque hay más estudiantes latinos en el Condado de Sampson que han tenido éxito debido a que las escuelas le abren caminos a estudiantes como Narivi y Lorena, todavía existen grandes brechas entre los estudiantes latinos y los blancos, y las mejoras han sido disparejas.

Otra de las escuelas secundarias del condado, la de Lakewood, ha tenido dificultades para conectar y motivar a estudiantes latinos. Solamente el 64 por ciento de sus alumnos latinos se graduaron el año pasado, comparado con 88 por ciento de estudiantes blancos. La escuela de 540 estudiantes, donde el 19 por ciento de los alumnos son latinos, es una de las más pobres del distrito. El año pasado alrededor de una cuarta parte de los maestros no regresaron. Sin embargo, la escuela cumplió las metas académicas establecidas por el estado y elevó las notas de exámenes estatales de sus alumnos latinos.

Daughtry dijo que había algunos problemas que las escuelas no podían resolver.

“Entre algunos que no son ciudadanos, la pregunta es, ‘¿Cómo me voy a beneficiar con una educación?’” dijo Daughtry, que se graduó de la Escuela Secundaria de Hobbton en 1983. “‘No puedo avanzar más porque no puedo ingresar en la Universidad. Puedo ganar más dinero trabajando, y un diploma de secundaria no me va a resolver nada porque no tengo adonde ir con él’”.

Así y todo, muchos estudiantes indocumentados desean más que un diploma de secundaria. Algunos tienen esperanzas de abrir sus propios restaurantes y otras convertirse en peluqueras. Narivi está pensando en programación de computadoras. Mayormente, simplemente no quieren trabajar en la agricultura.

Daughtry a veces usa su propia historia para alentar a sus alumnos a imaginar un futuro mejor.

“He estado en todos los trabajos del sistema además de trabajar en la cafetería”, dijo Daughtry, quien comenzó como asistente de maestro en 1985. “Trabajé los veranos como custodio. He sido secretaria, chofer de autobús, maestra, consejera de carrera, asistente de director, y directora. Se lo dije a mis hijos. Les dije, ‘No siempre van a poder empezar en los más altos puestos, pero pueden trabajar hasta llegar a lo más alto’”.

Esmeralda Pascual, de 18 años, obtuvo su diploma de la Escuela Secundaria de Hobbton esta primavera. Ella trabajó en la agricultura con su tío y tía a la edad de 12 años. Los últimos veranos trabajó con su mamá y su papá en una planta de empacar boniatos en la línea de ensamblaje, sosteniendo abiertas las bolsas de 50 libras para sacar las papas podridas. Durante el curso escolar trabajó algunos fines de semana como camarera en un restaurante local. Ayudaba en las tareas del hogar después de las clases pero tenía tiempo para concentrarse en sus tareas escolares. Los horarios eran manejables, dijo.

“Quería estudiar primero que todo porque ni mi padre ni mi madre terminaron su secundaria”, dijo Esmeralda, cuyos padres emigraron de México hace unos 20 años. “Quería hacerlos sentir orgullosos y graduarme a tiempo y ser un ejemplo para mi hermanita”.

Esmeralda Pascual, cuyos padres nunca se graduaron de la escuela secundaria, recibió su diploma de la Escuela Secundaria de Hobbton en mayo. Foto: Meredith Kolodner/The Hechinger Report.

Las escuelas del Condado de Sampson han estado acopiando todos los recursos que puedan encontrar para que estudiantes como Esmeralda se puedan graduar, dijo Daughtry, pero igual que el resto del personal, cree que todas las escuelas del distrito han sido afectadas por falta de fondos. Hay solamente dos trabajadores sociales para las 18 escuelas en un distrito donde las familias y los estudiantes necesitan mucho más apoyo. No tienen dinero para contratar a un psicólogo, y el distrito tiene que acudir fuera del sistema para obtener diagnósticos para algunos alumnos con necesidades especiales.

Para Mayko, el impacto de la pobreza en su familia — y especialmente en su padre — tuvo más peso que el trabajo que él hacía en la agricultura o los desafíos académicos de la escuela.

“Ha habido momentos en que he estado deprimido y esos han sido los peores momentos. Cuando a mi familia no le alcanza el dinero”, dijo. “Esto ocurrió a principios de este año, cuando mi papá tenía dificultades y llegaron todas las cuentas a la vez. No me gustaba verlo de esa manera y me causaba mucha tristeza”.

Trataba de ocultar sus sentimientos para que no afectaran a nadie alrededor suyo. Pero a principios de este año finalmente habló con algunos de sus maestros, dijo.

“Esto me ayudó a superar más pronto mi depresión, que era muy fuerte”, dijo. “También he hablado con mi pastor, y he llorado frente a él y he orado. Le estoy muy agradecido”.

Jugar fútbol — juega cualquier posición— le ayudó también a ser más optimista. En el mes de mayo, se puso una toga negra de graduación sobre una camisa de vestir, una corbata negra y pantalones negros. Llevaba varias collares en el cuello, que reciben los estudiantes con un récord académico estelar. Uno era por tener una nota GPA de 4.2 y otro por ser miembro de la Sociedad Nacional de Honor. Cuando llamaron su nombre, se levantó a buscar su diploma y caminó de vuelta en el escenario de la Escuela Secundaria Hoppton hacia el abrazo de su padre.

“Graduarme es realmente un honor”, dijo Mayko. “Me siento orgulloso de ser quien soy, llevando la sangre de mi papá y mi mamá, representándola a ella aunque no esté aquí. Llevarla siempre conmigo es algo muy importante para mí”.

El próximo año, Mayko irá a la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte. Va a graduarse del programa de ingeniería, dejando atrás la agricultura y acompañado de su padre.

Este artículo sobre estudiantes latinos lo produjo The Hechinger Report, una organización de noticias independiente sin fines de lucro enfocada en la desigualdad y la innovación en la educación. Inscríbase al boletín informativo de Hechinger.