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Migrantes reconstruyen sitios devastados por huracanes. A veces sin sueldo y con miedo a ICE

"A veces trabajamos y trabajamos, confiamos en las personas y luego no nos pagan", afirma un hondureño a 'The New York Times'
Inmigrantes latinos a la espera de ser contratados para trabajar en obras de reconstrucción tras un huracán (imagen de archivo).
Inmigrantes latinos a la espera de ser contratados para trabajar en obras de reconstrucción tras un huracán en EEUU (imagen de archivo).AP / AP

La amenaza de que huracanes devastadores golpeen comunidades de EEUU crece año tras año. Después de cada uno de ellos, cientos de inmigrantes indocumentados se ponen manos a la obra para reparar los daños de estos temporales demoledores. 

Así suele ocurrir particularmente en Florida, como pasó después del huracán Michael, que justo hace un año azotó con toda su fuerza el noroeste de este estado, según reporta The New York Times. Pero no solo: también estuvieron presentes en Nueva Orleans después del huracán Katrina, en Houston después de Harvey o en Carolina del Norte después de Florence. 

Esta fuerza de trabajo, mayoritariamente compuesta por centroamericanos, mexicanos y venezolanos, ven en este tipo de empleo, entre otros factores, una posibilidad para encontrar perspectivas en EEUU y ayudar a sus familias. 

Sin embargo, a veces las condiciones en las que operan pueden ser complicadas, entre dificultades para recibir sueldos dignos, el tener que alojarse en sitios casi inhabitable y con rentas inasumibles, y el miedo a terminar atrapados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en ingles), refleja en un artículo el periódico neoyorquino. 

"A veces trabajamos y trabajamos, confiamos en las personas y luego no nos pagan", aseguró a este diario desde el condado de Bay, Florida, un hondureño de 44 años que ha trabajado en obras de reconstrucción después del paso de huracanes a partir de Katrina, en 2005. 

El hombre se identificó con su nombre propio, Will, pero no quiso revelar su apellido. La justificación es que le tiene miedo a ICE. En la zona en la que se encontraba cuando dio su testimonio, algunos inmigrantes fueron detenidos por los agentes del alguacil el año pasado y terminaron bajo la custodia de la Migra. 

Florida aprobó este año una ley que prohíbe la presencia de ciudades santuarios, que son las que son las que rechazan colaborar activamente con las autoridades federales de migración en el proceso de deportación de personas en situación irregular. Como Will, varios migrantes trabajadores que hablaron con The Times no quisieron difundir su identidad.

También Bellaliz González, una migrante venezolana que entró en EEUU gracias a una visa de turista, ha tenido los mismos problemas que Will: después de quejarse porque no le llegaba el dinero prometido por trabajar en una obra de reparación tras el huracán Irma en 2017, su jefe la amenazó a ella y a otros compañeros con entregarlos a las autoridades de inmigración, según dijo en una entrevista.

“Me sentí impotente. Abusaron de inmigrantes”. González forma parte de un grupo de trabajadores que el mes pasado presentaron una demanda contra una compañía de restauración de desastres llamada Cotton Holdings y el dueño de una empresa de personal, Daniel Paz, alegando que no se les pagaba el salario mínimo ni las horas extras trabajadas.

En su caso, la venezolana reclama el pago de 2.000 dólares.

Otra migrante de ese país, de nombre Ana Salazar, y de 58 años de edad, explicó el mes pasado a nombre de varios compañeros que una empresa llamada Winterfall Construction, propiedad de uno de los comisionados del condado, Tommy Hamm, no les había proporcionado “absolutamente ningún pago” por su trabajo. Este dijo que no era él quien tenía que pagar, sino empresas subcontratas.

En total, 60 personas se quedaron sin cobrar, y muchos recibieron amenazas de ser echados de la vivienda que les habían dejado para vivir si reclamaban sus sueldos, contó Salazar. "No teníamos ningún otro lugar al que ir", dijo. "Para comer, tuvimos que buscar sobras, comida enlatada, en casas abandonadas".

ARREGLÁRSELAS COMO SEA

El de la vivienda es un problema recurrente entre los trabajadores de la reconstrucción tras los pasos de los huracanes. José Hernández, un experto en enmarcado, y su hermano, Rigoberto, quien lo alcanzó recientemente en el noroeste de Florida desde Honduras, dijeron que estaban pagando 1.200 dólares al mes para vivir en una casa destruida por la tormenta, con un piso de concreto irregular, sin puertas y muebles descuidados.

Su connacional Will aseguró que él y tres compañeros inmigrantes pagaban 250 dólares cada uno para compartir una choza que había estado en ruinas incluso antes del huracán Michael.

Pese a las dificultades, muchos migrantes aseguran que este tipo de trabajo para ellos es una oportunidad. Saket Soni, director ejecutivo de una organización sin ánimo de lucro que defiende los intereses de estos trabajadores, llamada Resilience Force, destaca su papel central en la reconstrucción de lugares destrozados por desastres naturales. 

“Cada año, a medida que nuestro estado enfrenta tormentas más frecuentes y más poderosas, su rol y experiencia se vuelven cada vez más esenciales”, escribió en una columna publicada en el Tampa Bay Times

Muchos residentes de la zona son conscientes de ello. Entre estos vecinos está Joe Geoghagan, de 76 años. "Todos [los trabajadores de la reconstrucción] son mexicanos. No puedes encontrar a nadie más que haga ese trabajo". Contratarlos no le molesta “ni un poco”. “Soy demasiado viejo como para ponerme a gatear por encima del techo de una casa".

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