El mexicano Martín Duarte maneja cinco horas desde Ciudad Juárez, donde vive con su hija, hasta El Paso, en Texas, para donar su plasma sanguíneo. Este día le han pagado 25 dólares, aunque pueden llegar a ser hasta $60. Se los va a gastar en un Walmart, en pañales, que son más baratos a este lado de la frontera.
Sangre por pañales.
En la clínica, dice, lo motivan asegurándole que está salvando vidas. ¿Y si fuera la vida del presidente, y si Trump necesitara su plasma para sobrevivir, por ejemplo, a un accidente? “Yo creo que si sabe que es sangre de un mexicano se la quitaría”, responde Duarte, “prefiere morirse, así de racista es, de intolerante”.
“La única persona que podría enseñarme algo del negocio de bienes raíces es Jorge Pérez”, dijo en su momento Donald Trump. Este empresario mexicano conoce al presidente desde hace 20 años, han ganado dinero juntos y tiene muchas cosas buenas que decir de él.
“Es un tipo divertido”, asegura, “nos reímos mucho”, y “es un hombre generoso” con el que “hablaba de negocios, de mujeres, de la vida, de los hijos”.
Hasta que llegó la política.
Pérez, que se considera inmigrante y, por ello, “un típico americano”, cuenta que Trump le ofreció construir el muro. Él le dio tres razones para no hacerlo: porque es inútil; porque le perjudicaría en sus negocios en México; y porque su nombre es Pérez. “¿De qué lado del muro voy a quedar yo?”, le preguntó en un mail el empresario al mandatario.
Trump le respondió: “Jajaja”.
Jaqueline Montes cruzó desde Ciudad Juárez a El Paso en la noche de Acción de Gracias de 1999: “Mientras todas las familias estaban reunidas, yo estaba cruzando el río Grande para reunirme con la mía”. “Mamá, ya estás en casa”, le dijo su hijo mayor al llegar a la orilla estadounidense.
Desde entonces, no ha salido de un radio de 200 millas, cercada por los puntos de control de la Patrulla Fronteriza. En todas las fotos de eventos familiares en México, falta ella. En 2008 se murió su mamá y tampoco pudo ir a enterrarla, explica entre lágrimas.
El resto de su familia está legamente en el país. Su hijo mayor es ahora médico en el Ejército. Cuando Trump decretó la emergencia en la frontera y movilizó a la Guardia Nacional, fue enviado allí para vigilar que no entraran personas como su madre.
Para detener a personas como su madre.
Arturo del Cueto va armado incluso cuando no está trabajando. Siempre le han gustado las armas, desde chico, desde que veía muchas películas de vaqueros.
Le encanta el Llanero Solitario.
Quería ser el vaquero bueno con el sombrero blanco que llegaba a salvar a la gente. Ahora es patrullero fronterizo.
Entrevistado en Tucston (Arizona), defiende las políticas migratorias de Trump: “Tú cuando estás en tu casa de noche, ¿cierras la puerta, le pones candado? Todo el mundo me dice que sí. ¿Cuál es la diferencia entre eso y la frontera? Yo no cierro las puertas de mi casa de noche porque le tengo odio a la gente de fuera, cierro porque le tengo amor a la gente que vive conmigo. Y si tu quieres venir a mi casa, igual que si tú quieres venir al país, tienes que tocar la puerta y decir, disculpe, ¿me permite entrar?”.
La actriz Kate del Castillo, los periodistas José Díaz-Balart y Jorge Ramos, el precandidato demócrata a la presidencia Bernie Sanders, el chef José Andrés y otros ciudadanos anónimos dan también su opinión sobre cómo Trump ha cambiado Estados Unidos y, en concreto, la vida de millones de latinos.
Conozca sus vivencias, en conversación con el prestigioso periodista Jordi Évole, en el documental para Noticias Telemundo…
Mr. Trump, disculpe las molestias.
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