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“Haga lo necesario para mantenerme con vida, doctor”. Un perro lame a un hombre y le coloca al borde de la muerte

Manteufel sabía que le quedaba mucho por hacer con su esposa su hijo y Ellie, una cachorra de pitbull que todos adoran. (Pero ocurrió una tragedia.)
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Greg Manteufel y su perro Ellie en su casa en West Bend, Wisconsin. El hombre perdió partes de sus brazos y sus piernas, así como la piel de su nariz, por culpa de la capnocytophaga, una bacteria que se encuentra comúnmente en la saliva de perros y gatos. Foto Carrie Antlfinger/ AP.AP / AP

En junio de 2018, Greg Manteufel, residente en la ciudad de West Bend, Wisconsin, pensó que se había contagiado de gripa. Tenía fiebre, vómitos y diarrea. Pero cuando su familia vio que comenzaba a desvariar, lo llevaron corriendo al hospital.

Unas horas después los médicos hallaron que tenía una infección en la sangre provocada por la Capnocytophaga, una bacteria que reside en la saliva de perros, y en menor medida en gatos, y que normalmente no suele ser tan severa con los seres humanos.

Pero el mal que aquejaba a este hombre de 48 años sí era grave. De hecho, la infección sanguínea severa provocó el descenso de su presión arterial y el bloqueo de muchos de sus órganos.

“Hagan lo que tengan que hacer para mantenerme vivo”, les dijo a los galenos en cuanto pudo, según un reporte de la agencia The Associated Press

Manteufel creía que todavía le quedaba mucho por hacer. Sobre todo junto a Dawn, su esposa, y su hijo Mike. Se sentía bien en su trabajo de pintor de casas, le gustaba montar en su Harley Davidson Electra Glide y amaba a Ellie, una cachorra de pitbull.

Pero había un problema: había sido precisamente su perra la que le había trasmitido la bacteria a través de su saliva. En más de una ocasión Greg se había dejado lamer las manos por ella; un gesto de amor y de complicidad entre el amo y la mascota.

Ahora, después de más de 20 cirugías, con amputaciones en los brazos y las piernas, y sin la piel de su nariz y de parte de su labio superior, intenta resistir, mantenerse optimista, a pesar de los momentos de frustración.

Sobre todo no puede culpar de su desgracia al animal que tan feliz lo ha hecho.

“La amamos como si fuera nuestra hija”, asegura.

Ella se echa a su lado a toda hora. Y por la noche duerme debajo de sus mantas. A la hora de comer se planta junto a su silla, en espera de que su amo le arroje algo de comer.

La Capnocytophaga suele encontrarse comúnmente en la saliva de las mascotas, pero casi nunca provoca que las personas se enfermen, a menos que tenga un sistema inmunitario comprometido. Lo llamativo es que Manteufel estaba perfectamente sano, lo que vuelve su caso extremadamente raro.

Si bien los médicos del hospital Froedtert & Medical College, de Wisconsin, siguen sin explicarse por qué Manteufel enfermó de esa manera, en los últimos 10 años en el país al menos otras cinco personas sanas han tenido reacciones graves ante la presencia de este germen.

Según investigadores del Hospital Brigham and Women's de Boston, conectados con la Facultad de Medicina de Harvard, con el Instituto de Cáncer Dana-Farber y con el Centro Médico Beth Israel Deaconess, podría tratarse de un cambio genético observado en todas las víctimas, que hace que su sistema inmune funcione de manera diferente.

Los especialistas creen que esta mutación hace que las personas sean más susceptibles a desarrollar problemas médicos graves ante la presencia del Capnocytophaga. De igual manera están tratando de determinar si hay otros factores de riesgo.

Por el momento necesitan reunir más evidencia, pero esperan publicar su estudio dentro de 12 o 18 meses. De confirmarse su teoría, esto ayudaría a diagnosticar nuevos casos más rápidamente, lo que quizás sirva para salvar vidas y evitar amputaciones de extremidades.

Greg Manteufel, por su parte, pasa sus días en sesiones de terapia para perfeccionar su uso de las prótesis del brazo; ya utiliza sin problemas el tenedor para comer y está trabajando para poder sostener el control remoto del televisor, abrir pomos de puertas, cortar verduras y lavar los platos.

Y mientras los médicos se preparan para llevarlo a una nueva cirugía que reconstruya la piel de su nariz, el dueño de Ellie planea poder conducir su auto con la ayuda de algunas transformaciones en su mecánica y de unas prótesis para sus piernas.

“Ahora a todos los que quieran hablar conmigo les cuento en 15 minutos lo que sucedió”, admite entre risas, junto a su perra.

“Ella adora a los niños, a los cachorros, a todos los otros perros”, insiste.

Nada ha cambiado en su amor por ella. “Ni siquiera nos molestamos en analizarla —dice—. De todos modos, no íbamos a deshacernos de ella si hubiera sido quien provocó todo esto”.

“Simplemente la amamos hasta la muerte”, concluye.