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Suicidios, insultos y comida en mal estado: los agentes de la Patrulla Fronteriza sufren por las críticas a su trabajo

La impopularidad pasa factura a los agentes fronterizos. Estos son sus lamentos.

Los agentes de la Patrulla Fronteriza, encargados de aplicar las normas migratorias endurecidas por el Gobierno de Donald Trump, sufren una crisis de moral explicable en buena medida por la impopularidad de su misión en las comunidades en las que operan.

­­Un reporte del diario The New York Times recoge testimonios de varios agentes, abrumados por miles de inmigrantes desesperados y conscientes de que son criticados por maltratar a las personas bajo su cuidado.

Un agente en Tucson dijo que lo habían llamado “vendido” y “asesino de niños”.

Otro, en El Paso (Texas) aseguró que él y sus colegas evitaban acudir a la mayoría de los restaurantes, pues “siempre existe la posibilidad de que escupan en tu comida”, dijo.

Antes del cambio de política migratoria fijado por el presidente Trump, los agentes llamaban a su especialidad ‘de cámara lenta’, ya que su principal misión era esconderse en el desierto, esperar y observar durante horas.

El centro de su labor estaba en la captura de narcotraficantes y la interrupción de intentos de entrada de drogas al país.

Cuando Trump llegó a la Casa Blanca con la promesa de cerrarle la puerta a la inmigración ilegal, los casi 20,000 agentes de la Patrulla Fronteriza se convirtieron en la vanguardia de esa política. Y eso les ha afectado.

Entre 2007 y 2018, más de 100 empleados del CBP, muchos de los cuales habían trabajado para la Patrulla Fronteriza, se quitaron la vida presuntamente por estrés laboral.

“La monotonía repetitiva de hacer lo mismo una y otra vez y no ver ningún resultado, no ver el final y que nada cambie —estimó Ross Davidson, quien se retiró en 2017 tras 21 años en la agencia—. Es un problema que simplemente penetra más y más profundo, y que empeora cada vez más”.

Un cambio drástico en las tareas

“La diferencia entre hacer el trabajo ahora y cuando comencé es como la noche y el día —estima Eduardo Jacobo, un agente del sector del Centro de California—. Antes, era una descarga de adrenalina cuando atrapabas a personas con drogas. Estabas haciendo más cosas de policía. Ahora es trabajo humanitario”.

“Si antes le preguntabas a alguien sobre cómo se imaginaban ser miembro de la Patrulla Fronteriza, todos se hacían una escena de película en su cabeza, saltando a un edificio en llamas y salvando a gente —rememoró—. Ahora lo identifican con cuidar a los niños y darles fórmula para bebés”.

En los últimos meses, prosigue el diario neoyorkino, el hacinamiento extremo en la frontera ha comenzado a disminuir, producto de que los migrantes son rechazados y obligados a esperar en México mientras son procesadas sus solicitudes de asilo.

La semana pasada, la Corte Suprema permitió que la administración redujera aún más las opciones legales para entrar a Estados Unidos, al menos por ahora, al exigirles a los migrantes no mexicanos que demuestren que ya se les ha denegado el refugio en otro país que han atravesado antes de solicitar asilo.

La mala imagen de los agentes de inmigración

Para empeorar las cosas, a principios de este año salieron a la luz pública imágenes de un grupo privado de Facebook en el que los agentes publicaron referencias sexistas e insensibles tanto contra los migrantes, como contra los políticos que los respaldan, lo que refuerza la percepción de que los oficiales desprecian a estas personas vulnerables que tienen bajo su cuidado.

Ese grupo fue creado en 2016 y, en el momento del escándalo, tenía ya más de 9,000 miembros. En los comentarios quedaba claro que los implicados se desahogaban continuamente sobre la naturaleza cada vez más ingrata de sus trabajos y sobre el fracaso de las sucesivas administraciones para asegurar completamente la frontera.

Muchos de estos oficiales culpaban a los padres inmigrantes por exponer a sus hijos a una situación de peligro y desorden. Su ira comenzó a crecer en tiempos del presidente Barack Obama, pero fue con la elección del Trump que encontraron una voz en la Casa Blanca y en ciertos medios de prensa.

The New York Times procuró conversar con más de una veintena de oficiales y exoficiales vinculados a puestos fronterizos en Texas, California y Arizona. Varios de ellos prefirieron mantener el anonimato, pero el retrato que han llegado a pintar de esta situación es revelador de la actual crisis moral y el desgaste emocional que los agobian.

“Haber pasado de una situación en la que la gente no sabía mucho sobre nosotros, a otra en la que nos odia activamente es difícil —reconoció Chris Harris, quien fue agente durante 21 años, hasta junio de 2018—. No hay duda de que el entusiasmo ha sido pobre en el pasado, y que ahora está en un abismo. Sé que muchos de nosotros sólo desean largarse”.

"La intensa crítica que se le hace a la Patrulla Fronteriza es necesaria e importante, porque creo que hay una cultura de la crueldad o la insensibilidad —opinó el exagente Francisco Cantú—; hay una falta de supervisión y hay mucha impunidad”.

“Las bromas no son el problema —dijo por su parte Josh Childress, un exagente de Arizona que renunció en 2018 porque el trabajo había comenzado a desgastarlo—; el problema es tratar a las personas como si no lo fueran”.

De septiembre de 2018 hasta la fecha, diez inmigrantes han muerto mientras permanecían bajo la custodia de la Patrulla Fronteriza y de su agencia matriz, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).