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Este hombre fue uno de los asesinos en serie más terribles. Fue condenado por matar y comer niños. Era todo mentira

Confesó 39 asesinatos. Fue condenado por violar, matar, descuartizar y devorar a mujeres, hombres y niños. Ahora vive en libertad en un lugar secreto. Fue todo un gigantesco escándalo.

Thomas Quick fue condenado a pasar el resto de su vida en un hospital psiquiátrico por la muerte de decenas de personas. Era uno de los asesinos en serie más terribles jamás conocido. Pero hasta su nombre era mentira.

Se llamaba en realidad Sture Bergwall, y había nacido en 1950 en Falun, un pueblo grande entre lagos y minas de cobre en el centro de Suecia (Europa).

Bergwall fue arrestado en 1991 por intentar robar un banco armado con un cuchillo y vestido de Santa Claus para comprar drogas, pero no fue a la cárcel sino a un hospital psiquiátrico para ser tratado de sus desórdenes mentales. Fue allí donde, apenas unos meses después y durante su terapia, confesó ser el culpable de uno de los crímenes no resueltos más famoso del país.

La víctima era un niño de 11 años, Johan Asplund, que desapareció cuando caminaba hacia su escuela en noviembre de 1980. Su cadáver nunca fue hallado.

Bergwall aseguró que iba detrás de otro niño, pero éste escapó y el otro apareció, así que comenzó a hablar con él, le pidió ayuda para rescatar a un gato, y cuando el menor se agachó le golpeó en la cabeza y le metió en su auto, enfadado porque no fuera tan apetecible como su otro objetivo fallido. Le llevó a un lugar apartado, abusó sexualmente de él, lo estranguló, y lo descuartizó: enterró algunas partes del cuerpo, de otras se deshizo en un arrollo, algunas las guardó, otras se las comió.

Interrogado por la policía, Bergwall confesó que, bajo la personalidad de Thomas Quick, había cometido 39 asesinatos en Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca entre 1964 y 1993. Fue juzgado seis veces, por ocho asesinatos, y condenado a cadena perpetua, a pesar de que las únicas pruebas en su contra eran sus propios testimonios, y en ocasiones se contradijo o directamente mintió (afirmó, por ejemplo, haber matado a personas que luego fueron halladas con vida).

Fueron las propias familias de algunas víctimas impulsaron una investigación en 2006 para declarar nulos los juicios contra Bergwall, afirmando que podía estar loco, pero no era un asesino. En 2008, durante la grabación de un documental para televisión, el hombre terminó confesando que se lo había inventado todo.

“Había quemado tantos puentes, y me había hundido en esta profunda soledad”, aseguró en una entrevista, “quería ser una persona interesante, no quería ser esta mala persona gris, quería ser otra persona”.

Mientras recibía terapia tras ser encerrado por el intento de robo, se fue dando cuenta de que, cuando más oscuro era lo que contaba, mayor interés concitaba. Así fue, cuenta, como empezó a narrar los supuestos abusos sexuales sufridos durante su niñez y, al fin, los asesinatos que presuntamente había cometido.

En 2010 se anuló la primera de las condenas que tenía en su contra. En los siguientes cuatro años, cayeron el resto. Por ejemplo, la sentencia por el asesinato de Therese Johannesen, una niña de nueve años a la que dijo haber roto el cráneo con una piedra y luego arrojado a una laguna en Noruega. La policía drenó la laguna pero no halló el cadáver; sí encontró un fragmento minúsculo que un experto consideró el hueso de un niño. En realidad, era un trozo de madera y plástico.

Tras 23 años en un hospital psiquiátrico, Bergwall fue puesto en libertad en 2014, y ahora vive, escondido bajo otra identidad, en libertad.

Una de las escritoras que relató su caso, Jenny Küttim, y que dice seguir en contacto con él, afirma: “No quiere que se sepa dónde está. Yo obviamente sé dónde se encuentra, pero no se lo puedo decir. No vive en Suecia, eso sí, y está tratando de comenzar de nuevo”.

El próximo viernes se estrena en Suecia una película sobre su vida.