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El huracán se llevó a su hijo: “Aún lo recuerdo llamándome, ¡Papi!”. Luego vio 12 muertes horrorosas más

Primero perdió a su hijito tras subirlo al tejado para protegerlo. Luego se hundió la iglesia donde se refugiaba. Entonces, arrastrado por el agua, vio a un hombre perder a toda su familia de la forma más aterradora.

Cuando el huracán Dorian arrasó la isla caribeña de Abaco el domingo con vientos de hasta 185 millas por hora, Adrian Farrington subió a su hijo Adrian, de cinco años, al tejado de su casa, pensando que así lo pondría a salvo de las inundaciones provocadas por la tormenta, que azotó las Bahamas durante 40 horas, inmóvil sobre el archipiélago como nunca antes se había visto.

“Le decía, no llores, cierra la boca”, ha explicado el jueves este hombre de 38 años al diario Nassau Guardian, “no llores, sigue respirando, no llores”.

El agua estaba “tan alta que podría haber subido al tejado apoyándome en mi codo”, contó, “pero antes de que pudiera sentarme en el tejado para sostenerlo, una ráfaga del huracán lo agarró del tejado otra vez a la inundación al otro lado”.

“Aún puedo recordarle intentando agarrarme y llamándome, Papi”, añade.

Farrington se apresuró hacia donde había caído su hijo, apartando los restos arrastrados por la tormenta, pero aunque buceó bajo el agua no logró encontrarle: “Iba tanteando por ver si podía sentir algo de ropa, piel, sus zapatos, algo”, explica, “no encontré nada, volvía a sumergirme, y mientras la gente llevó a mi esposa a un lugar seguro, y me llamaban pero yo no quería ir porque no quería dejar a mi hijo”.

Extenuado, terminó por refugiarse en una iglesia con otras docena de personas, aunque sólo quedaban los muros y el techo, pues el viento había arrancado las ventanas y puertas.

“Las paredes se movían como cuando cuelgas la ropa en un día de viento”, explicó. Sintiendo que el muro temblaba, se levantó y se acercó a la puerta, tratando de sostenerlo, pero se derrumbó, junto al techo, atrapando a todos los que quedaban en el interior.

“Había un tipo, le podía ver, le toqué y le pregunté si estaba bien, pero no hubo respuesta”, explica.

Nadó entonces alejándose de nuevo de la iglesia, y vio entonces a un hombre tratando de rescatar a su familia de una vivienda que se estaban inundando.

“Le vi cómo veía a su familia morir dentro de la casa, y no pudo salvarles porque había asegurado todo”, explica, “el agua estaba a mitad de altura de la puerta y no podía abrirla y la golpeaba, sus niños lloraban dentro y él lloraba fuera”.

“Cuando el agua subió y ellos no pudieron escapar, dejó de nadar”, concluye, “no intentó subirse al tejado, no intentó nada, sencillamente dejó de nadar, se rindió”.

En menos de una hora, Farrington asegura que vio morir a entre 12 y 15 personas. Al final fue llevado a una clínica, donde ahora se recupera de sus heridas.

La cifra oficial de muertos supera las 40 personas, pero no se sabrá la suerte de muchos hasta analizar los restos destrozados de ciudades enteras.

En Abaco, los forenses están embalsamando cadáveres porque ya no hay lugar en los refrigeradores para guardar todos los cuerpos rescatados.

“El público necesita prepararse para la información inimaginable sobre el número de muertes y el sufrimiento humano”, ha dicho el ministro de Sanidad, Duane Sands, “los números van a ser mucho más altos”.