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“Todos y cada uno de los niños están aterrados. Nosotros somos el enemigo”

NIñas violadas y torturadas. Niños traumatizados que vieron morir a sus madres. Violencia y sufrimiento. Y luego, en manos del Gobierno de Trump, aún más trauma, según este informe oficial.

Una niña violada y torturada, que quedó embarazada. Un menor que huyó con su madre de un padre que les maltrataba y vio como mataban a la mujer y a otros familiares. Un niño secuestrado que presenció ejecuciones. Y, tras estos traumas, de repente, la separación de sus padres, el creer que eran abandonados, el miedo, la falta de esperanza. ¿Cómo cuidó el Gobierno de estos menores inmigrantes? Según un informe oficial, con muchos problemas, y con uno fundamental: al trauma ya existente, las políticas de Donald Trump añadieron aún más trauma.

Los niños que llegan solos a la frontera, o que son separados de sus familias por las autoridades migratorias, terminan bajo custodia del Departamento de Salud, que se encarga de cuidarles y buscarles lo antes posible un hogar temporal de adopción. Esto último debería llevar sólo días, pero por complicaciones diversas (aumento en la llegada de migrantes, falta de voluntarios, nuevos trámites de seguridad, miedo a represalias, etcétera) se extiende en ocasiones meses o años.

Por ley, las autoridades federales deben cuidar de su bienestar físico pero también de su salud mental. La Oficina del Inspector General, que se encarga de vigilar que todo se haga como se debería hacer, ha desnudado este martes las carencias en la atención a los menores bajo custodia del Departamento de Salud.

Los inspectores visitaron entre agosto y septiembre del año pasado 45 centros financiados con fondos federales (casi la mitad de la red completa del Departamento de Salud para menores inmigrantes), y entrevistaron a un centenar de doctores, especialistas médicos, y administradores.

Entre enero y septiembre de 2018 llegaron casi 40.000 menores no acompañados a la frontera, pero a ellos se sumaron los miles de niños separados de sus familias por la política de tolerancia cero puesta en marcha por el Gobierno en primavera.

Durante la elaboración de este informe, había 12.400 niños bajo custodia, y el Congreso había dotado al Departamento de Salud con 1.600 millones de dólares para cuidar de hasta 49.100 menores.

El Gobierno ya ha admitido los gravísimos errores cometidos durante esas separaciones familiares. Este nuevo informe incide en los daños para la salud mental de los niños bajo custodia federal, y admite incluso que la separación de familias ya se llevaba a cabo de forma no oficial desde 2017, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el endurecimiento de las políticas migratorias.

Muchos de los menores llegaban ya traumatizados por abusos físicos o sexuales u otros tipos de violencia en sus países de origen (secuestros por pandillas o carteles de narcotráfico, torturas, violaciones, etcétera). Un menor huyó con su madre de un padre que les maltrataba, y presenció como la mujer, su abuela y un tío eran asesinados. Otra menor fue torturada, violada y quedó embarazada.

El viaje hasta la frontera les obligó además a sufrir o presenciar episodios violentos. Por ejemplo, un menor fue secuestrado por una pandilla cuando cruzaba de Guatemala a México, y fue llevado a un lugar donde otra persona fue ejecutada de un tiro en la cabeza; la mujer que le ayudó a escapar murió baleada.

Ya en Estados Unidos, muchos tuvieron que sufrir el trauma adicional de la separación de sus familiares de forma inesperada, e incluso aquellos que llegaron solos estaban afectados por la pérdida de sus amigos, de su rutina, de su mundo.

Los especialistas del Departamento de Salud compartieron su miedo a que, ante ese nivel de trauma, su atención no fuera suficiente, sobre todo por la interinidad del tratamiento: en vez de ayudarles a curar las heridas, se les aplicaba terapias de emergencia para que permanecieran estables dentro de lo posible.

Los propios doctores aseguraron no estar profesionalmente preparados para esta situación. Y la política de separación de familias añadió “una tremenda presión” adicional, según el informe. Algunos niños, por ejemplo, estaban furiosos y confundidos porque creían que sus padres les habían abandonado. Otros se sentían culpables o aterrados por la suerte de sus progenitores.

Todos y cada uno de los niños separados están aterrados. Nosotros somos el enemigo”, aseguró un especialista. Muchos menores se aislaban, e incluso se negaban a comer. El proceso de reunificación acelerada, ordenado por una juez, fue llevado a cabo en condiciones caóticas que complicaron aún más las terapias.

La política de tolerancia cero disparó el número de niños de cero a 12 años de edad bajo custodia federal en mayo de 2018 (1.495, tres veces más de lo habitual hasta entonces). Y eso desbordó a los especialistas, una situación agravada porque se multiplicó también el tiempo necesario para encontrarles un hogar de adopción (de una media de 55 días a más de 90).

Eso provocó en los menores frustración y falta de esperanza, además de ideas suicidas o intentos de dañarse a sí mismos.

Las conclusiones del estudio van dirigidas a mejorar la atención médica de los menores, pero también, sobre todo, a “tomar todas las medidas razonables para minimizar el tiempo que el niño permanece bajo custodia” del Departamento de Salud.

El Gobierno de Donald Trump ha decidido en agosto acabar con el acuerdo judicial que limitaba a 20 días el tiempo que los menores pueden estar detenidos en centros de acogida, para que puedan permanecer de forma ilimitada.