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"Si los humanos usamos mal este planeta, nuestro creador provocará una gran inundación que derretirá el planeta”

“Si perdemos el Amazonas, la gente morirá”. Esta mujer quiere salvar el planeta. Pero para eso tiene que aprender a hablar “con el hombre blanco”.

AMAPÁ, Brasil - Ajareaty Waiapi es la estudiante más vieja en su clase de geografía en la escuela secundaria. Pero asistir a un aula a los 59 años es una parte fundamental de su misión de salvar a su gente y sus tierras en la selva amazónica.

Al ser una de las pocas jefas mujeres del pueblo indígena Waiapi está en una carrera contra el tiempo. Está decidida a decirle a sus compatriotas brasileños y al resto del mundo que salvar a su comunidad indígena en la remota región norte del país es importante para todos.

"Nuestra preocupación es que si perdemos el bosque, la gente también morirá", dijo Ajareaty, también conocida como Nazaré, durante una visita a su aldea en marzo.

Nazaré, jefa indígena de los Waiapi en Brasil/Teresa Tomassoni, NBC News

Durante las últimas semanas, las tierras al oeste de Amapá han estado en llamas con incendios forestales que, según los expertos, probablemente fueron iniciados por ganaderos y madereros ilegales animados por el presidente derechista de Brasil, Jair Bolsonaro, quienes buscan tomar tierras indígenas ricas en recursos.

Nazaré y ancianos de Waiapi predijeron hace meses que tal devastación ocurriría cuando se enteraron de las reiteradas promesas de Bolsonaro de abrir las tierras indígenas y las pertenecientes a los descendientes de esclavos, conocidos como quilombolas, a los agronegocios y la minería.

"Si los humanos usamos mal este planeta, nuestro creador provocará una gran inundación que derretirá el planeta, habrá grandes incendios que destruirán el planeta", aseguró Ororiwa Waiapi, de 98 años, a principios de este año.

Los peligros de la deforestación

En menos de un año, Bolsonaro ha desmantelado las agencias del país encargadas de proteger el medio ambiente y los pueblos indígenas. En consecuencia, la deforestación en la selva amazónica ha aumentado tanto que los científicos advierten que la Amazonía podría comenzar a transformarse en una sabana incapaz de funcionar por más tiempo como uno de los mayores sumideros de carbono responsables de ayudar a estabilizar el clima global.

En julio, alrededor de 860 millas cuadradas de selva tropical fueron destruidas, según el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), lo que resultó en una pérdida total de cobertura forestal mayor que el tamaño de Los Ángeles y Nueva York combinados.

El bosque proporciona comida, refugio y medicinas de las que los Waiapi han dependido durante generaciones. A su vez, Nazaré y muchos otros conservacionistas dicen que los grupos indígenas en Brasil como el Waiapi son algunos de los mejores administradores de la selva tropical más grande del mundo, que produce el 20 por ciento del oxígeno global y a menudo se le conoce como los "pulmones del planeta".

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Nazaré estaba decidida a aprender portugués para poder "hablar con el hombre blanco en las reuniones". Desde entonces ha pasado los últimos años viajando desde su remota aldea con techo de paja a Brasil, Colombia y Alemania, para abogar por los derechos a la educación, la salud y la tierra de su pueblo, todo lo cual se encuentra actualmente en peligro bajo la administración de Bolsonaro.

La mayoría de las mujeres waiapi no hablan portugués, por lo que no hay muchas jefas waiapi, explicó. Sus tres hermanas no fueron a la escuela.

Sentada en la primera fila de una escuela al aire libre en la selva amazónica del norte de Brasil, está rodeada de compañeros de clase más jóvenes cuyas caras y brazos están pintados con patrones geométricos en rojo y negro, que representan escamas de pez y alas de mariposa.

Mientras el zumbido de las cigarras, los pájaros y los monos reverbera en la habitación, Ajareaty mira atentamente a través de sus lentes a una computadora portátil que transmite un documental sobre la propagación de la tala, la ganadería y la minería en el Amazonas.

Una de las áreas de tierra que Bolsonaro ha prometido abrir es la Reserva Nacional de Cobre y Asociados (Renca), que incluye algunas tierras pertenecientes a Waiapi.

"Hablemos de Renca. Renca es nuestra”, dijo Bolsonaro durante un evento televisado en abril. "Usemos las riquezas que Dios nos dio para el bienestar de nuestra población".

Pero abrir Renca para la minería sería "imprudente y peligroso", advirtió Christian Poirier, director de programas de Amazon Watch, un grupo de defensa de los derechos indígenas. No solo se destruiría el bosque, dijo, sino que las fuentes locales de agua podrían contaminarse fácilmente.

En otras áreas de Brasil donde se realiza la minería las personas tienen altos niveles de metales pesados ​​en la sangre, especialmente los niños, dijo.

Alexandre Vidigal, secretario de geología, minería y transformación de minerales del Ministerio de Minas y Energía de Brasil, dijo que no es probable que esto ocurra en el futuro, ya que todos los proyectos y compañías mineras propuestas serán investigados por su agencia antes de que se inicien.

Si hay algún indicio de que las aguas pueden estar contaminadas, las compañías no estarán autorizadas para continuar con sus proyectos, aseguró. También dijo que no se realizará minería en tierras indígenas sin consultar primero a los grupos indígenas.

"Es imposible pensar en la explotación de minerales en tierras indígenas sin la autorización previa de sus comunidades", dijo Vidigal.

Pero según otro informe reciente, el gobierno está en el proceso de presentar una legislación al Congreso de Brasil este otoño que facilitaría la extracción en territorios indígenas.

Los Waiapi dicen que harán todo lo posible para impedir que esto suceda en sus tierras.

Esta misión, dijo Poirier, es crucial.

"Los pueblos indígenas son un componente esencial para la protección de los bosques y la protección de nuestro planeta como resultado", dijo.

La lucha por permanecer en los territorios

Los mineros ya casi diezmaron al grupo en la década de 1970 al exponerlos al virus del sarampión, recuerda el jefe Tzako Waiapi, de 90 años. Mientras descansaba en una hamaca en su aldea, no lejos de la casa de Nazaré, el anciano desdentado recordó haber visto a la mayoría de su comunidad sucumbir a la enfermedad y cómo él mismo casi muere.

"Perdí a muchas personas en mi familia: niñas, niños, adultos, jóvenes", dijo el anciano en su idioma nativo Waiapi. "Solo había tristeza".

Cuando el gobierno brasileño se enteró de la crisis de salud y se puso en contacto con los Waiapi por primera vez en 1973 para vacunarlos, solo quedaban alrededor de 150. Sin esas vacunas, Tzako dijo que cree que los Waiapi se habrían extinguido.

Actualmente hay casi 1,500 waiapi viviendo en 92 pequeñas aldeas camufladas en medio de la densa selva tropical en su área del norte del Amazonas, cerca de la Guayana Francesa. Algunas solo son accesibles por 10 días caminando por la selva o cinco días en un bote. El acceso a todas las aldeas está prohibido para el público, como se observa en las señales a lo largo de la única carretera sin pavimentar que conduce al territorio de Waiapi.

Los waiapi vigilan atentamente cualquier actividad anormal a lo largo de este camino. Hay alertas ante el más leve y poco frecuente sonido de un automóvil acercándose a sus aldeas y los conductores son señalados e investigados inmediatamente por varios miembros de la aldea. Todos visten idénticos paños o faldas con color escarlata, algunos llevan rifles o fajos de arcos y flechas colgados de sus hombros, que se usan para cazar en la jungla jabalíes o armadillos.

Los territorios de los Waiapi fueron oficialmente demarcados y reconocidos por el gobierno brasileño en 1996, lo que se convirtió en una gran fuente de orgullo para la comunidad después de que el difunto esposo de Nazaré y otros ancianos de Waiapi pasaron por un largo proceso y marcado físico de sus fronteras al despejar pequeñas secciones del bosque. Tener un territorio demarcado significa que esta área está reservada exclusivamente para el uso de la comunidad indígena y protegida por la constitución de Brasil.

Pero las tierras demarcadas no protegen de todos los intrusos, como se demostró el mes pasado cuando mineros ilegales en busca de oro, fuertemente armados, invadieron su territorio y asesinaron a una de sus líderes, la jefa Emyra Waiapi.

Aun así, para evitar invasiones más frecuentes, Nazaré dice que es importante que los miembros de la comunidad roten las aldeas en las que viven para que todas sus tierras estén constantemente ocupadas y sus fronteras permanezcan bien definidas, incluso en las áreas más remotas.

"Si no dejamos clara la demarcación, los mineros y madereros pueden esconderse", explicó.

Nazaré comenzó la escuela a los 38 años, para consternación de uno de sus maestros, quien, según ella, la llamó "un viejo loro que no sabe aprender". Pero esos insultos no la disuadieron.

Ahora está alentando a todos los waiapi a que sigan su educación mientras enseña las formas tradicionales de vivir y proteger el bosque, que se ha transmitido por generaciones.

Todas las mañanas, cubre su cuerpo con una pintura aceitosa de color rojo brillante hecha de vainas de semillas de color fucsia que florecen en el arbusto de achiote cerca de su casa. La pintura la protege del sol, picaduras de insectos, arañazos y espíritus malignos.

Explica esto mientras comienza su rutina diaria de caminar por la jungla con su tradicional falda roja brillante hasta la rodilla, verificando las aldeas vecinas para asegurarse de que todos estén y se lleven bien y tengan suficiente para comer.

"Cuidado con las serpientes", advierte en repetidas ocasiones. Ella se desplaza por senderos estrechos de la jungla con su nieta descansando tranquilamente sobre su cadera en un cabestrillo tejido mientras su nieto de 5 años, Heron, y su perro marchan detrás.

En el camino, señala la corteza de un árbol que se prepara en un té y se usa para detener la fiebre y la diarrea, una flor de color naranja brillante que puede curar el dolor de oído y las hojas que se usan para tratar las mordeduras de serpientes.

Ella dice que transmitir el conocimiento tradicional de sus antepasados ​​sobre la medicina vegetal es particularmente importante en este momento, ya que el gobierno ha reducido los presupuestos para los trabajadores de la salud en las comunidades indígenas.

También enseña constantemente a la comunidad cómo plantar y cosechar plantaciones de plátanos, caña de azúcar, papas, maní, acai y mandioca, según la hija de Nazaré, Karota Waiapi, de 20 años, que Nazaré espera que siga sus pasos y se convierta en jefa algún día.

Karota Waiapi/Teresa Tomassoni, NBC News

"Ella siempre me dice que sea la jefa en el futuro, que hable con todos los familiares, que también hable con los jóvenes, para que los jóvenes hablen de la manera en que ella lo hace", comentó Karota.

Nazaré muestra cómo limpiar pequeñas áreas de bosque para sus plantaciones utilizando incendios controlados y enfatiza la importancia de trasladar la ubicación de las plantaciones comunitarias cada pocos años para permitir que el bosque se regenere.

También les enseña a pescar, tejer canastas de hojas de palmera y enrollar carretes de algodón cultivado localmente. Ella les muestra cómo usar su cultivo básico, la yuca para hacer pan plano, tapioca y una bebida fermentada de color lechoso llamada Caxiri, todo para garantizar la supervivencia y la autonomía de su pueblo.

Y a pesar de las continuas amenazas del mundo exterior, les enseña a celebrar, a cantar y bailar.

"Estamos cantando para la mariposa", dijo Nazaré. Según la leyenda de Waiapi, las mariposas vuelan constantemente atando cuerdas invisibles que mantienen el planeta en su lugar. Si no cuidamos a las mariposas y su hogar, dice, no serán felices y dejarán de trabajar, causando que la tierra se desplome.

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