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¿Se puede frenar un huracán con una bomba atómica? ¿Y con un iceberg? Se acerca una tormenta y hay ideas locas para pararla

El Gobierno tenía un proyecto secreto para disolver tormentas. Pero hay ideas más locas, como usar bombas o icebergs. Le explicamos qué pasaría.

El Gobierno estadounidense llevó a cabo durante décadas un proyecto para intentar detener huracanes. Utilizó para ello un compuesto que antes había servido para tomar fotografías, pero a lo largo de los años se han barajado ideas mucho más extravagantes, como lanzar bombas nucleares contra el ojo o llenar el mar de icebergs para frenar la tormenta. ¿Funcionaría? Ahora que comienza a activarse la temporada la huracanes y una tormenta se acerca a Puerto Rico, vale la pena analizarlo:

¿Cómo se mide la fuerza de un huracán? A principios de los años 70, el entonces director del Centro Nacional de Huracanes, Robert Simpson, inventó junto al ingeniero Herbert Saffir una escala con la que medir la fuerza de los huracanes de una manera similar a la que se utilizaba con los terremotos.  Esta escala, que lleva el apellido de sus creadores, toma en cuenta la fuerza del viento: categoría 1, hasta 95 millas por hora, puede dañar casas y romper ramas; categoría 2, hasta 110 millas por hora, supone un riesgo sustancial para las personas; categoría 3, hasta 129 millas por hora, vuela tejados y rompe ventanas; categoría 4, hasta 156 millas por hora, daña edificios y tiene un alto riesgo de herir o matar personas; categoría 5, con vientos superiores a 157 kilómetros por hora, es catastrófica.

¿Cuánta fuerza tiene un huracán? El Centro Nacional de Huracanes propone dos métodos: por la energía de sus lluvias y por su viento. Una tormenta produce de media 0,6 pulgadas de lluvia al día en un radio de 360 millas, lo que equivale en energía a 200 veces la producción eléctrica mundial. Sus vientos son mucho menos poderosos… relativamente, claro: equivalen a la mitad de la producción eléctrica mundial.

¿Alguien ha tratado alguna vez de detener un huracán? Entre los años 60 y 80, el Gobierno estadounidense llevó a cabo el proyecto StormFury para encontrar la forma de reducir la potencia del viento y evitar así tormentas destructivas. Los intentó con cuatro huracanes, usando yoduro de plata. En los primeros años pareció tener éxito, pero más adelante los científicos se dieron cuenta de que los resultados aparentemente positivos no tenían que ver con el experimento sino con el comportamiento impredecible de los huracanes. El proyecto se canceló en 1983.

¿El yoduro de plata detiene los huracanes? Este compuesto, que servía para tomar fotografías, se ha usado para sembrar nubes (creando así lluvia artificial) y para intentar frenar huracanes. El experimento pasaba por alimentar los laterales de la tormenta para que las nubes fueran más fuertes allí en detrimento del ojo del huracán. No funcionó, y de hecho, podría incluso haber reforzado el ciclón. 

¿Y si lanzamos una bomba nuclear? No parece una buena idea aunque sólo fuera porque el viento esparciría los residuos atómicos, contaminando así grandes áreas del planeta. Científicamente hablando, el problema tiene que ver con la cantidad de energía: el huracán libera el equivalente a una bomba nuclear de 10 megatones cada 20 minutos (aproximadamente 750 veces más potente que la que destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima durante la II Guerra Mundial). Ni siquiera valdría la pena intentarlo con tormentas tropicales menores para evitar que se conviertan en huracanes: primero, porque hay muchas y es difícil predecir cuáles crecerán a tal punto; y, además, porque aún así haría falta una cantidad de energía extraordinaria.

¿Y utilizando icebergs? Los huracanes se alimentan de agua caliente del océano, luego enfriar el mar podría restarles potencia, ¿no? De nuevo es un problema de escala: sólo el ojo de la tormenta, que es por dónde se alimenta, por así decirlo, ocupa cerca de 2.000 millas cuadradas, y está en constante movimiento (a unas 10 millas por hora). Eso, por supuesto, sin contar con que enfriar los trópicos probablemente destruiría la mayoría de la vida marina en la zona.

Bueno, ¿podríamos al menos aprovechar el huracán para producir electricidad? Los huracanes producen mucha energía, pero muy desperdigada: harían falta campos de molinos de vientos desperdigados por docenas de millas cuadradas… y que fueran además móviles, para poder ponerse en la trayectoria de la tormenta (sin gastar para ello más energía de la que producen, claro). Además, esas turbinas deberían soportar los golpes de todo aquello que arrastra consigo un huracán, desde un tronco hasta un pedazo de edificio.

Y se acerca ya la primera gran tormenta: