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Denuncian abusos del multimillonario de ‘la isla de la pedofilia’ mientras estuvo bajo custodia de la policía

"Literalmente mientras estaba, entre comillas, en la cárcel” estaba abusando sexualmente de mujeres. Así operaba este multimillonario con excelentes contactos en el poder

Jeffrey Epstein, el multimillonario dueño de un pequeño archipiélago en las Bahamas que los locales bautizaron como la ‘isla de la pedofilia’, habría incurrido en abusos sexuales mientras estuvo bajo custodia de las autoridades en el año 2008, acusado en Florida de cargos similares a los que ahora se le han imputado en Nueva York.

Además, el abogado Brad Edwards, que representa a una las presuntas víctimas, también ha denunciado a la policía de Nueva York por no acatar una orden de un juez en 2008 que requería que Epstein fuese monitoreado y se presentara ante las autoridades cada 90 días, reportó este martes el diario The New York Post.

“Realmente estoy muy, muy sorprendido de que el departamento de policía de Nueva York lo haya dejado salirse con la suya, a sabiendas de que era un agresor sexual de nivel tres”, dijo Edwards, en referencia al hallazgo de miles de fotografías de mujeres desnudas, incluidas algunas niñas, en su mansión de Manhattan valuada en más de 70 millones de dólares.

Asimismo, un reportero de la cadena Fox News dijo que, durante la audiencia de este martes, Edwards acusó a Epstein de recibir a mujeres jóvenes en la oficina privada donde en 2008 se le mantuvo bajo arresto domiciliario.

Ese año, Epstein había sido sentenciado a 13 meses de cárcel tras ser acusado de abusos sexuales por menores de edad en Florida, sin embargo, en virtud de un acuerdo favorable con la fiscalía se le juzgó por delitos menores y se le permitió pasar 12 horas diarias en su oficina privada.

El fiscal a cargo del caso en ese entonces, Alex Acosta, renunció a su posición como secretario de Trabajo en la administración Trump este 12 de julio, tras un alud de críticas por el cuestionable acuerdo con Epstein.

Aunque la fiscalía inicialmente había presentado suficientes cargos en su contra como para condenarlo a pasar el resto de su vida en prisión, Epstein consiguió que sólo se le procesara por dos delitos estatales: solicitar sexo, incluido con un menor de edad.

Edwards dijo que Epstein había recibido múltiples visitas mientras estuvo en custodia, con las que había tenido conductas sexuales inapropiadas. Las mujeres, no sabía si alguna era menor de 18 años, creían que estaban allí por otros motivos y se sorprendían cuando la situación se tornaba sexual.

“Estaba recibiendo visitas en la oficina, algunas de las cuales las traían en avión desde Nueva York, y su conducta seguía siendo similar, literalmente mientras estaba, entre comillas, en la cárcel”, dijo Edwards según el New York Post.

La semana pasada, fiscales de Nueva York presentaron nuevos cargos contra Epstein por trata de menores con fines sexuales, acusando al rico inversionista financiero de abusar de decenas de niñas de hasta 14 años.

Epstein se declaró inocente de los cargos, que incluyeron pagar cientos de dólares a chicas para recibir masajes y luego abusar de ellas en su mansión de Florida. A raíz de las investigaciones, más mujeres han salido a acusarlo, incluido una mujer que dice que la violó cuando tenía 15 años en su mansión de Manhattan (Nueva York).

En caso de que un jurado lo encuentre culpable, podría pasar el resto de su vida en prisión.

En entrevistas con la agencia de noticias The Associated Press, algunos pobladores de Santo Tomás, en las Islas Vírgenes estadounidenses, se han atrevido a hablar sobre las niñas que el multimillonario Jeffrey Epstein llevaba a las habitaciones en su lujosa isla privada.

“Todos la llamaban ‘la isla de la pedofilia’”, dijo a la agencia citada Kevin Goodrich, un operador de transporte marítimo originario de Santo Tomás. “Es nuestro rincón oscuro”.

Durante la construcción de la mansión, dijo un exempleado de Epstein que no quiso ser nombrado, el magnate tenía cinco barcos con los que trasladaba a los trabajadores desde Santo Tomás, al este de Puerto Rico, a su isla privada. En un día normal llegaban unas 200 personas, entre ellas un puñado de mujeres jóvenes, que le parecían mayores de 18 años.