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La vigilancia en las ciudades santuario ayuda a ICE a rastrear a los inmigrantes indocumentados

La recopilación de datos no regulados está generalizada en Estados Unidos, incluso en los lugares que más dicen hacer por la protección de los inmigrantes.

Este fin de semana, los estadounidenses se sorprendieron ante los informes de que los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (ICE) explotan las bases de datos estatales de licencias de conducir con tecnología de reconocimiento facial para usarla contra las comunidades de inmigrantes. Pero esa revelación es apenas la punta del iceberg.

Una gigantesca y creciente base de datos de vigilancia recopilada por las ciudades y los estados sobre sus residentes es usada por ICE a diario. Esta información puede ir desde herramientas tradicionales para la aplicación de la ley, como huellas dactilares, fotos y datos de registro de vehículos, hasta datos obtenidos a partir de nuevos tipos de vigilancia biométrica que solo son posibles gracias a los avances en inteligencia artificial, como la tecnología que identifica a los individuos por sus movimientos.

Este tipo de vigilancia local no regulada, así como la cooperación indirecta con ICE, se generalizan en el país, incluso entre las localidades que más dicen proteger los derechos de los inmigrantes: las llamadas santuarios. Estas prácticas desmontan la idea de que los indocumentados están a salvo en estos lugares, algo que debería asustarnos a todos, tanto a los ciudadanos como a los indocumentados.

La promesa vacía del alcalde de Nueva York muestra cuán lejos de la realidad puede llegar la retórica de los funcionarios progresistas. Bill de Blasio prometió que la ciudad “evitaría que las familias se desgarren” al firmar un proyecto de ley que consolida a Nueva York como una ciudad santuario. Pero esto no cambió el hecho de que esta sea quizás la ciudad más monitoreada del país, proporcionando sistemáticamente a ICE la información que necesita para localizar a esas mismas familias.

Recientemente, un empleado del diario The New York Times que tuiteó sobre un sistema de grabación que supuestamente escanea las caras de los pasajeros que ingresan a la estación de metro de Times Square, hizo la pregunta obvia: "¿Con quién están compartiendo esas grabaciones?". De ahí que muchos se pregunten no solo por el hecho de que estos datos sean recopilados, sino con qué otras agencias, incluida ICE, son compartidos.

El problema es determinar qué se supone que prohíben las "ciudades santuario". Algunas jurisdicciones que han adoptado esta etiqueta, como Oakland, hacen un trabajo bastante completo para impedir que los funcionarios compartan información con ICE. Otras solo se limitan a respetar las llamadas "órdenes de detención", solicitudes administrativas que hace ICE para que se encarcele a un inmigrante sospechoso que de otra manera estaría a punto de ser liberado.

Otras ciudades simplemente interpretan la frase en el sentido de que no detendrán a presuntos inmigrantes indocumentados en representación de ICE mientras estos esperan ser llamados por una corte migratoria. Dado que se trata de un asunto un tanto amorfo en docenas y hasta cientos de condados, las ciudades y los estados aplican esta política en dependencia de cómo la hayan definido.

Así que, en Nueva York, los empleados municipales —los oficiales del Departamento de Policía, por ejemplo—, tienen prohibido preguntarles a los individuos sobre su estatus migratorio, a fin de minimizar sus posibilidades de deportación. Pero incluso esta restricción limitada nunca ha tenido manera de ser aplicada. Los funcionarios de la ciudad promulgaron una serie de reformas en 2017 para darle fuerza a la ley original, incluida la creación de la oficina del Director de Privacidad, para supervisar si las agencias cumplían con sus obligaciones de privacidad.

Como en muchas otras ciudades santuario, ninguna ley le prohíbe a la policía de Nueva York que hable con ICE sobre los neoyorquinos que están investigando. Por el contrario, hay innumerables maneras de alentar a esos oficiales a compartir datos, ya sea a través de los centros de fusión del Departamento de Seguridad Nacional, el programa de Áreas de Alta Intensidad de Tráfico de Drogas o la Fuerza de Tarea Conjunta contra el Terrorismo.

Igualmente, a pesar de la promesa de California de ser un "estado santuario", las autoridades locales en la ciudad de Merced y en el Condado de Orange se encuentran entre las 80 agencias locales de cumplimiento de la ley que comparten información con ICE sobre el sistema de matrículas automatizadas.

En ciudades como Baltimore y Austin, Texas, cuando los agentes escanean las huellas dactilares de un sospechoso, ingresan en una base de datos compartida con el FBI y el ICE. De ahí que bajo la administración Trump, oficiales de la corte en ciudades y estados santuarios hayan trabajado con ICE para detener a testigos y víctimas de delitos.

Las alcaldías y las legislaturas estatales están tratando de solucionar los vacíos para salvaguardar la promesa de proteger a los inmigrantes indocumentados. Algunas ciudades como Oakland y San Francisco, en California, y Nashville, en Tennessee, ya han ido más allá y han promulgado prohibiciones generales sobre el reconocimiento facial que lleva a cabo ICE.

Mientras, docenas de proyectos de reforma de vigilancia están pendientes en ciudades y estados de todo el país, para exigirle a la policía que disponga de la aprobación civil antes de adquirir nuevas herramientas de vigilancia y mejorar la supervisión continua por parte de los funcionarios electos y otras personas designadas independientes.

Pero no hay garantía de que estos lugares funcionen mejor que Nueva York para proteger a sus residentes indocumentados. Además, su incapacidad para terminar con el intercambio de información de estas técnicas de vigilancia afecta la privacidad de cada estadounidense. Las herramientas que ICE compra hoy para rastrear a nuestros vecinos indocumentados, pueden ser activadas mañana para los ciudadanos de Estados Unidos. Estas bases de datos hacen que sea barato y fácil espiar a millones de personas a la vez, intentando registrar cada decisión que tomemos en público.

Es difícil imaginar un futuro más en contrario a los valores estadounidenses que ese.

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