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Bill Clinton y Barack Obama, dos candidatos que ganaron las primarias demócratas contra todo pronóstico

Como antes lo hicieron Bill Clinton y Barack Obama, 24 políticos del Partido Demócrata optan por una única plaza para convertirse en candidatos a la presidencia del país.

Justo a inicios de junio, pero de 2008, el senador por Illinois Barack Hussein Obama II lograba la nominación por el Partido Demócrata para las elecciones que a finales de ese año decidirían quién gobernaría el país.

Cerraba Obama cinco meses de batalla contra su contendiente, la senadora por Nueva York Hillary Clinton, a quien poco tiempo después incorporaría en su gabinete como secretaria de Estado.

El expresidente Obama, en un acto público en 2017. Foto: AP

Obama salía ganador luego de que 35 millones de afiliados a su partido en todo el país ejercieran su derecho al voto. Quien se convertía en el primer candidato negro a la presidencia había superado la marca necesaria de 2.118 delegados en las primarias de Dakota del Sur (donde perdió, pero sumó delegados) y Montana (donde ganó).

Obama recibió el apoyo de no pocos superdelegados, cargos electos del Partido Demócrata y figuras notales entre los que se encontraban el expresidente Jimmy Carter. De acuerdo con un análisis del Instituto Hoover de la Universidad de Stanford publicado el 1 de agosto de 2008, el espaldarazo de los pesos pesados del partido fue esencial para fijar una diferencia notable con su oponente.

En la práctica, luego del conteo de los 35 millones de votos de los afiliados, Obama se alzaba con 150.000 votos por encima de su oponente, apenas un 0,4% de ventaja. Solo que ya acumulaba una superioridad del 3.1% en cuanto a delegados comprometidos.

“Esto implica que los votantes de Obama fueron más eficientes que los votantes de Clinton en la producción de delegados”, de acuerdo con ese análisis.

Seguidores de Hillary Clinton dan su apoyo en un mítin celebrado en California, en 2016. Foto: AP

De hecho, por cada delegado a su favor había 10.788 partidarios suyos, mientras que por cada delegado a favor de Clinton había 11.727 partidarios de la senadora neoyorkina.

Obama tendió a ganar en estados más pequeños, mientras que Clinton ganó en los más grandes. Además, el primero ostentó una enorme ventaja en los estados predominantemente republicanos.

Obama se impuso en primarias tempranas, y su racha de 11 victorias luego del Supermartes del 5 de febrero le costó a Hllary Clinton tanto en delegados, en impulso y en fondos que las grandes victorias de ella más adelante no fueron suficientes.

Algo similar había ocurrido muchos años atrás.

A mediados de marzo de 1992 Bill Clinton, un sureño de 45 años, ya empezaba a perfilarse como el más probable de los candidatos que pugnarían contra George H. W. Bush en noviembre de ese año.

Bill Clinton apoyando a su esposa, la candidata Hillary Clinton, en 2016. Foto: AP

Sin embargo, en la primaria demócrata celebrada en el importantísimo estado rural de Iowa, el también gobernador de Arkansas había quedado en un penoso tercer puesto, por detrás de Tom Harkin y de Paul Tsongas. En aquella ocasión eran apenas seis los contendientes, no como ahora, que la cifra supera la veintena.

Según los analistas, un Clinton en desventaja se lanzó a las calles y a la carretera para contrarrestar la alta rivalidad que manifestaban las elecciones internas de su partido. También se benefició de no pocas apariciones ante la prensa y sobre todo en programas de televisión. Dejaba de ser un desconocido para la gran mayoría de los estadounidenses e impuso su imagen de cambio al referirse sobre todo a temas delicados como el empleo, la educación, los cuidados médicos y el desarrollo del país.

Logró varias victorias en estados sureños, con el apoyo de trabajadores, hispanos y personas de avanzada edad y escasos recursos financieros, en clara contraposición al programa de Tsongas, que estaba enfocado en la clase media y que abogaba por elevar el precio de la gasolina y recortar los beneficios de la seguridad social.

Como mismo ocurriría con Obama, todavía se recuerda el altísimo nivel de organización de la campaña de Clinton, a lo que se sumó luego el respaldo del voto negro, sobre todo en dos ciudades con preponderancia poblacional de afroamericanos (Atlanta, Georgia y Baltimore, Maryland), así como de las clases más populares.

Luego de colocarse a la cabeza de los demócratas y de coronarse ganador, Bill Clinton asumiría la carrera a Washington con el mismo ímpetu, y en noviembre de 1992 ganaba en 32 estados, obteniendo más de 44 millones de votos populares, equivalentes al 43,01% del sufragio, y dejando a Bush padre sin esperanzas de ser reelegido.