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Seis niños latinos han muerto en manos de la Migra. ¿Por qué?

"No están tratando de dañar deliberadamente a niños”, pero van a morir más, dijeron expertos. "Me temo que sólo es cuestión de tiempo", dijo el Gobierno. Mientras los inmigrantes dan "gracias a Dios" por sobrevivir. No todos lo consiguen.
/ Source: TELEMUNDO

Las autoridades fronterizas “no están tratando de dañar deliberadamente a niños”, advirtieron dos expertos hace meses, pero si las condiciones en las que se encierra a los inmigrantes no mejoran, morirán más niños.

Su funesto vaticinio se ha hecho realidad.  

¿Qué está pasando?

“Estamos haciendo todo lo posible simplemente para evitar una tragedia”, dicen las autoridades fronterizas, “pero es cuestión de tiempo”. Responsabilizan a la llegada masiva de familias y a las enfermedades que traen. Los inmigrantes, por su parte, dan “gracias a Dios” por sobrevivir a los centros de detención. Y, en el Congreso, republicanos y demócratas mantienen bloqueados 3.300 millones de ayuda humanitaria mientras discuten sobre el alcance de ICE.

¿Qué está pasando?

Se lo contamos paso a paso, tenga paciencia.

Seis menores han muerto bajo custodia federal tras haber cruzado la frontera para solicitar asilo en Estados Unidos en el último año.

Ayer se supo que una niña salvadoreña de 10 años falleció el 29 de septiembre en un hospital de Omaha (Nebraska) con fiebre y problemas respiratorios cuando estaba bajo custodia del Departamento de Salud, a la espera de ser puesta en manos de una familia de acogida.

El lunes, un adolescente guatemalteco de 16 años, Carlos Gregorio Hernández Vásquez, falleció en un centro de detención de Texas por causas aún no aclaradas. Anteriormente habían muerto, también bajo custodia, otros cuatro menores guatemaltecos: Wilmer Josué Ramírez Vásquez, de dos años; Juan de León Gutiérrez, de 16; Felipe Alonzo Gómez, de ocho; y Jakelin Caal Maquin, de siete.

La Patrulla Fronteriza interceptó a 98.977 personas en abril, un nuevo récord que eleva a 460.294 los inmigrantes arrestados este año fiscal (desde octubre). De ellos, 248.197 llegaron en familia, frente a 167.318 adultos y 44.779 menores de edad que intentaron cruzar en solitario.

La mayoría son familias centroamericanas que huyen de la violencia y la pobreza y se entregan en la frontera para solicitar asilo. En comparación en el mismo periodo del año fiscal 2017 llegaron 59.509 personas en familias, frente a 210.298 adultos y 29.590 menores en solitario.

Así, la emergencia nacional decretada por el presidente, Donald Trump, en la frontera no sólo tiene que ver con un incremento en el número de solicitantes de asilo sino en el hecho de que los recién llegados tras un largo y duro viaje son más vulnerables: familias con niños pequeños o menores de edad solos.

Y no sólo el viaje es largo y duro: los propios inmigrantes han denunciado las terribles condiciones de su encierro en centros de detención.

“Gracias a Dios que estamos bien”, explica Carmen Juárez a la radio pública (NPR, en inglés). Terminó en el centro de la Patrulla Fronteriza en McAllen (Texas) tras caminar desde Chiquimula (Guatemala), a 1.410 millas, con su hija de seis años, Estefani.

Dormimos sobre el suelo duro, bajo las estrellas, sin colchón, sólo con una manta plateada. Mi hija tenía fiebre y por eso nos pidieron que durmiéramos fuera”, cuenta la mujer. Finalmente llevaron a su niño a un hospital y mejoró.

“Algunos niños tenían catarros, fiebre, tos, fue duro”, añade, “somos pobres, pero nunca he experimentado estas condiciones en toda mi vida”.

Ese centro de McAllen fue donde murió el lunes Carlos Hernández Vásquez. Sólo unas horas después, fue puesto en cuarentena por una epidemia de gripe.

El centro está a su máxima capacidad, con unos 2.500 detenidos.

“A menudo nos encontramos con personas que están a menudo enfermas”, contó una fuente oficial al diario The Washington Post, “hacemos 69 viajes diarios al hospital”.

En marzo, el secretario del Departamento de Seguridad Nacional, Kevin McAleenan, admitió que llegaban inmigrantes con enfermedades graves.

“Estamos haciendo todo lo posible simplemente para evitar una tragedia”, explicó, “pero con estas cifras, con las enfermedades que estamos viendo en la frontera, me temo que sólo es cuestión de tiempo”.

El Congreso, entre tanto, sigue sin aprobar los 4.500 millones de dólares requeridos por el Gobierno para la crisis en la frontera, que, aunque no incluye fondos para el muro prometido por Trump, sí prevé aumentar el número de detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ahora tiene dinero para 45.000 aunque mantiene bajo custodia a más de 50.000).

 En concreto, serían 1.100 millones para ICE y operaciones similares, y 3.300 millones para asistencia médica y humanitaria a los inmigrantes en la frontera. Los demócratas están de acuerdo con la segunda parte pero no con la primera, así que los fondos están retenidos por el enfrentamiento político con los republicanos.

Los demócratas han exigido además una investigación de las condiciones del centro de detención de McAllen tras la muerte de Carlos Gregorio Hernández Vásquez, al que se había diagnosticado gripe, se medicó y luego se halló sin vida.

Investigaciones, sin embargo, ya ha habido: y sus conclusiones fueron terribles.

Los doctores Scott Allen y Pamela McPherson ya lo denunciaron en diciembre, tras la muerte de Jakelin Caal Maquin, de siete años. La niña se empezó a sentir mal en el autobús, cuando era trasladada por la Patrulla Fonteriza junto a su padre desde la zona desértica de Nuevo México donde habían cruzado hasta el centro más cercano, a 90 millas de distancia. Falleció tras un paro cardiaco unas horas después en un hospital de El Paso.

Pudo sorprender a muchos, pero no a nosotros”, dijeron los doctores en el diario The Washington Post. Hoy, los dos expertos insisten en sus advertencias a la cadena CNN.

“Durante cuatro años hemos inspeccionado centros de detención como contratistas del Departamento de Seguridad Nacional. Somos expertos del Gobierno en cuidados médicos y de salud mental para niños y familias en centros de detención”, explicaban los doctores.

“Nos tememos que, a menos que las autoridades estadounidenses dejen de detener a niños, Jakelin no será la última niña en morir bajo custodia del Gobierno”. Su funesto pronóstico se ha demostrado acertado.

Los dos expertos aseguran haber documentado hace años lo mal preparado que está el Departamento de Seguridad Nacional para proveer un cuidado adecuado a los niños bajo su custodia. En el centro de detención de Artesia (Nuevo México) encontraron, por ejemplo, a un niño de 16 meses tan enfermo que su vida corría peligro después de que el personal del centro lo tratara de forma inadecuada.

Avisaron entonces a “múltiples agencias”, incluyendo a altos cargos del departamento, del riesgo que corrían los niños en estas instalaciones, y lo cerca que estuvo en aquella ocasión de suceder una tragedia.

Recomendaron cerrar aquel centro, y se cerró casi de inmediato, pero se abrieron otras dos instalaciones a cambio. “Nuestros esfuerzos de avisar a los oficiales han fracasado a la hora de lograr resultado alguno”, concluyeron.

Dicen no estar solos en esta denuncia, que respaldan 14 asociaciones médicas. Y añaden: “No están tratando de dañar deliberadamente a niños, pero cuando su detención se prioriza sobre su cuidado, los riesgos derivados de las condiciones de su detención previsiblemente se disparan”.