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Las pruebas de ADN a inmigrantes pueden descubrir sorpresas desagradables. O tragedias involuntarias

La Migra hará pruebas de ADN a los padres con hijos en la frontera. Pero algunos pueden no saber que no son los padres naturales. O intentar cruzar con padrastros, tíos... Hay casos, y no son fáciles.

El Departamento de Seguridad Nacional ha puesto en marcha un programa piloto “sin precedentes” para hacer pruebas genéticas de ADN a las familias de inmigrantes que piden asilo en la frontera mexicana.

Su objetivo declarado es evitar que adultos que viajan solos se hagan pasar por familias para acelerar sus trámites, usando para ello a niños con los que no tienen parentesco; esa práctica además favorece el secuestro y explotación de menores.

Sin embargo, las pruebas de ADN pueden tener consecuencias inesperadas.  

Las autoridades migratorias dicen haber descubierto más de un millar de casos de fraude desde octubre. De ahí que hayan contratado a una firma privada, Ande, para realizar pruebas rápidas que ofrezcan un resultado en sólo dos horas.

Luego toda esa información se destruirá, asegura el Departamento de Seguridad Nacional. Hasta ahora, el Gobierno que preside Donald Trump había evitado realizar este tipo de pruebas por cuestiones de privacidad.

Pero no es la primera vez que se usa el ADN con familias inmigrantes.

Tras la separación de miles de niños de sus padres a la que llevó el año pasado la política de tolerancia cero, el Departamento de Seguridad Nacional realizó pruebas genéticas para asegurarse de que estaba devolviendo a los menores a las familias correctas.

Eso provocó alguna sorpresa al descubrirse que quién decía ser el padre de un niño no lo era… pero sin intención de engañar, sencillamente porque los engañados eran ellos.

“[Los padres] pueden no saber que no son los padres biológicos”, explicó entonces una portavoz gubernamental, que no aclaró cómo se afrontó esa situación.

En ocasiones, los niños atraviesan la frontera acompañados por abuelos, tíos, primos u otros parientes. Por ello, asociaciones civiles han mostrado ya su preocupación ante la posibilidad de que se repita la separación de familias en las fronteras.

“Tenemos un caso de un niño que dijo, ‘Este es mi padre’, pero no sabía que en realidad era su padrastro”, explica la activista Jennifer Podkul al diario The Washington Post, “eso es muy diferente a ser víctima de un traficante de personas”.

Y queda también por analizar la situación de familias desesperadas que aceptan que sus hijos emigren a Estados Unidos con otros adultos haciéndose pasar por sus padres, sea a cambio de dinero o para intentar lograr un futuro mejor para los menores.