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Este latino tenía el plan perfecto para robar un banco en Alaska. Pero no contó con su mala suerte en México

Si no hubiera sido por ese instante fatal, ahora estaría "bebiendo margaritas y disfrutando de sus millones robados". El plan perfecto lo estropeó la 'astucia' mexicana.

Meses antes del robo, Gerardo Adán Cazárez Valenzuela se lo contó a su novia.

Llevaba tiempo trabajando al cargo de la caja fuerte de una sucursal de KeyBank en la ciudad de Anchorage, en Alaska. Pero tenía otros planes para el futuro.

A su novia le dijo que el banco disponía de vigilancia por vídeo, pero no tenía guardias de seguridad. El hombre, natural de Alaska y de 34 años, estaba convencido de que podía robarlo.

En junio de 2011 puso en marcha su plan: lo primero fue pedirle a su hermano que le comprara un arma de fuego.

Días después, el 8 de julio, hizo creer que estaba dando un curso de formación a nuevos empleados, pero en realidad eliminó el requisito de dos personas para controlar la caja fuerte, preparando así el camino.

El 26 de julio compró un billete de avión para que su novia volara hasta Seattle (Washington), en el territorio continental contiguo de Estados Unidos. De allí podrían escapar a cualquier otro lugar sin pasar los controles de la frontera canadiense.

El 28 de julio, robó 30.000 dólares del banco para pagar los 24.000 dólares que le costaba el viaje en avión privado hasta Seattle.

El 29 de julio, le contó a su jefe que iba a organizar una fiesta con helado para los clientes, lo que le dio la oportunidad de quedarse más tarde a limpiar después del trabajo, cuando todos se habían ido ya a casa.

Esa noche, sin embargo, lo que hizo fue entrar a la caja fuerte y agarrar 4,3 millones de dólares en efectivo. Cargó el dinero en la cajuela de su carro, estacionado en las cercanías, y manejó hasta donde le esperaba el avión privado.

Antes de marcharse, sin embargo, programó la caja fuerte para que no pudiera abrirse durante seis días, el tiempo máximo que permitía el sistema.

Ése era el plazo del que disponía para huir.

Para cuando el banco descubrió el robo, Valenzuela y su novia estaban ya en México, adonde habían viajado en carro atravesando California en un Ford Fusion recién comprado.

Además, habían gastado 4.000 dólares en una pistola y un rifle AK-47.

Pero no contaban con la astucia de las autoridades mexicanas.

O con su mala suerte.

Su plan era reunirse con un tío de Valenzuela en México; el hombre les sugirió que viajaran en autobús para evitar la dureza de las carreteras mexicanas, así que en Tijuana abandonaron el Ford y compraron billetes hasta Sonora.

Pero el 2 de agosto, en un control rutinario de carretera, agentes mexicanos descubrieron en sus valijas 3,8 millones de dólares, armas de fuego y munición. Fueron arrestados.

“Si no fuera por ese control aleatorio en el interior de México, ahora estaría bebiendo margaritas y disfrutando sus millones de dinero robado”, aseguró la Fiscalía, según informa el diario The Washington Post.

Tras cumplir una condena de siete años en una cárcel mexicana (“el lugar más sucio que se pueda imaginar”, lamentó), Valenzuela fue extraditado a Estados Unidos, donde este lunes fue sentenciado a 10 años más en una prisión federal.

Al juez le contó que había robado el dinero para pagarle un tratamiento médico a su padre (ya muerto). “Es obvio que no valgo nada como criminal”, añadió, “cuando me cazaron sentí que me liberaban de un gran peso sobre los hombros”.

¿Pero dónde está el dinero que falta?

El Departamento de Justicia ha indicado además que el hombre tenía un plan de emergencia: escondió medio millón de dólares en Washington por si era atrapado, con la idea de recuperarlo cuando saliera de la cárcel.

Ese dinero no ha sido hallado.