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Este hombre moribundo escondía un secreto: la clave de dos horribles asesinatos estaba guardada en un gabinete

A este hombre se le estaba acabando el tiempo: la enfermedad avanzaba por su cuerpo, y no le quedaban muchos días de vida. Pero aún guardaba el secreto de la muerte de dos mujeres. Y no pudo llevárselo a la tumba.
/ Source: TELEMUNDO

A este hombre se le estaba acabando el tiempo: la enfermedad avanzaba por su cuerpo, y no le quedaban muchos días de vida. Pero aún guardaba el secreto de la muerte de dos mujeres. Y no pudo llevárselo a la tumba.

Jane Morton Antunez, de 30 años, fue hallada muerta a las dos de la tarde del 18 de noviembre de 1977 en el asiento trasero de su carro, abandonado en una carretera de tierra en el pueblo californiano de Atascadero, tendido en la ladera de las montañas a igual distancia de Los Ángeles y San Francisco.

Había salido a visitar a una amiga el día anterior, pero nunca llegó a su cita: fue violada y luego le cortaron la garganta. Su cadáver fue hallado cerca de su casa.

Justo una semana antes, también a primera hora de la tarde, fue encontrada muerta Patricia Dwyer, que estaba a punto de cumplir 29 años. Su cuerpo fue hallado en su vivienda de Atascadero, apuñalado en el pecho con uno de sus cuchillos de cocina después de ser violada.

Dwyer le había contado a una amiga que iba a ir a una tienda de alimentos y luego se quedaría en casa a limpiar. Nunca habría dejado entrar a un desconocido a su casa, pero guardaba una llave bajo la alfombrilla de entrada.

Las dos víctimas frecuentaban un bar de Atascadero y tenían amigos comunes, pero no se conocían. En ambos casos, se encontraron muertas con los brazos atados a la espalda.

¿Quién era el hombre moribundo que guardaba el secreto de sus muertes?

Arthur Rudy Martinez tenía 29 años cuando ocurrieron los crímenes, y acababa de llegar unos meses antes a Atascadero, donde trabajaba en un taller de soldadura. Había salido en libertad condicional, pero pronto volvería a la cárcel.

En enero de 1978, unas semanas después del segundo asesinato, se mudó a Spokane (Washington), a más de mil millas al norte del pueblo californiano.

Allí cometió varios robos y dos violaciones, por los que fue condenado a cadena perpetua. Entró en la cárcel en noviembre de 1978, pero en 1994 escapó de prisión.

Durante los siguientes 20 años vivió en California, en las cercanías de Fresno, hasta que el 30 de abril de 2014 se entregó a la policía tras descubrir que sufría un cáncer terminal. Murió en la prisión de Spokane el 18 de junio, apenas un mes y medio después, a los 65 años de edad.

Martinez nunca confesó los dos asesinatos.

Sin embargo, la Oficina del Sheriff del condado de San Luis Obispo (donde se encuentra Atascadero) recibió una pista en junio de 2017 del Departamento de Justicia: un prisionero que estaba cumpliendo condena por cargos que nada tienen que ver contaba con un perfil de ADN similar a los restos hallados en los escenarios de esos crímenes.

Los investigadores averiguaron que ese prisionero tenía un pariente que había vivido en Atascadero en el momento de los asesinatos: Arthur Rudy Martinez.

La policía contactó a una antigua novia del hombre, con la que había vivido mientras estaba huido de la justicia en Fresno, y la mujer acudió a su cajón de medicinas y recuperó una antigua navaja que Martinez había usado para afeitarse.

Se comparó entonces el ADN recuperado de la navaja con los restos hallados, y el caso se dio al fin por resuelto, más de cuatro décadas después, según informa el diario The Washington Post.