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Jake Thomas Patterson confiesa el secuestro de la niña Jayme Closs en Wisconsin y el asesinato de sus padres

Jake Patterson ha confesado lo que hizo con la niña Jayme Closs durante los tres meses en que la tuvo secuestrada en una cabaña, y cómo mató a sus padres. Le contamos sus explicaciones.
/ Source: TELEMUNDO

Jake Thomas Patterson se ha declarado este miércoles culpable del secuestro de Jayme Closs, la niña de 13 años a la que tuvo encerrada durante tres meses en una cabaña en los bosques de Wisconsin, y del asesinato de sus padres, a los que mató la noche en la que entró en la casa de la familia en busca de la joven.

Patterson, de 21 años, sollozó y se le quebró la voz al admitir su culpa, un gesto que evitará a Closs tener que pasar por el trauma de testificar en el juicio.

A cambio, la Fiscalía ha retirado el cargo de robo con violencia, aunque Patterson ha admitido dos cargos de homicidio y uno de secuestro, por lo que pasará con toda probabilidad el resto de su vida en la cárcel. En Wisconsin no hay pena de muerte.

El 28 de febrero, Patterson escribió una carta en la cárcel anunciando su intención de declararse culpable para que la niña “no tuviera que preocuparse por el juicio”. Admitía además “grandes cantidades” de remordimientos por sus crímenes: “No puedo creer que hiciera eso”. “Lo siento, Jayme”, escribió en grandes letras, “por todo; sé que no significa mucho”.

Semanas después, en una entrevista con la emisora WCCO, aseguraba que, durante el secuestro, “sólo veíamos la televisión, jugábamos a juegos de mesa, hablábamos de cosas; cocinamos un montón, todo era hecho en casa, ¿sabes?”. “Sólo la amaba”, dijo. Entre tanto, la policía les buscaba desesperadamente.

Patterson había crecido cerca de Gordon, un pueblito diminuto entre lagos en Wisconsin. Allí fue a la escuela, y tras graduarse en mayo de 2015 se alistó en los marines: sólo duró un mes, fue rechazado por no cumplir “las normas y expectativas”. Encontró trabajo en una fábrica de queso, y hacía allí se dirigía un día cuando su carro se detuvo tras un autobús escolar del que observó como descendía Closs: así decidió “la niña que iba a secuestrar”, y que mantendría atada bajo su cama durante más de tres meses en una remota cabaña.

Patterson visitó en dos ocasiones la casa en la que vivía la joven en Barron, otro pequeño pueblo de Wisconsin, con la intención de secuestrarla, pero se echó para atrás en el último minuto porque había demasiada gente, según la denuncia interpuesta en su contra. Regresó por tercera vez el 15 de octubre, vestido completamente de negro, con una máscara cubriéndole la cara y guantes, y un arma de fuego. Había cambiado las placas de su carro por otras robadas para que la policía no pudiera rastrearle, y había desactivado la luz de la cajuela.

Llegó a la casa poco antes de la una de la madrugada, y el perro de la familia comenzó a ladrar. La joven despertó a sus padres, asustada: el padre, James, se acercó a la puerta principal, mientras la madre, Denise, y la niña se refugiaban en el baño, abrazadas dentro de la bañera con la cortina echada. Escucharon un disparo, y la joven supo que su padre estaba muerto. Patterson confesó después haber disparado a través de la puerta. Luego reventó la cerradura con otro balazo.

El hombre encontró a las dos mujeres en el baño. Obligó a la madre a tapar la boca a su hija con cinta adhesiva, pero terminó haciéndolo él mismo; luego le ató las muñecas y los tobillos, la sacó del baño, y le pegó un tiro en la cabeza a la mujer. En total, el ataque entero duró sólo cuatro minutos, según la denuncia.

El Departamento del Sheriff del condado de Barron recibió una llamada del teléfono 911 de emergencias esa madrugada, y se escuchaban gritos de fondo, así que envió a tres agentes a toda velocidad a la casa de la familia Closs. Con las luces de policía encendidas, su carro se cruzó con otro vehículo, aparentemente un Ford Focus rojizo, que viajaba en dirección contraria. En aquel momento no lo sabían, pero en su cajuela iba escondida la niña secuestrada.

La policía llegó 20 segundos demasiado tarde. Desde su encierro, la niña pudo escuchar las sirenas de dos carros de la policía durante un instante nada más salir de la casa.  Patterson también fue consciente de que había logrado escapar por sólo unos segundos: si le hubieran detenido, admite que hubiera disparado a los agentes.

Pero logró sacar a la niña atada de la casa, resbalando sobre la sangre de su padre, la arrastró por el patio y la metió en la cajuela de su carro. La llevó a una cabaña cerca de Gordon, el pueblito donde había crecido, perdida en un denso bosque en el condado de Douglas.

Allí la desnudó, quemó sus ropas para destruir evidencias, y la hizo vestir un pijama de su hermana. La mantuvo allí secuestrada durante tres meses y medio, aunque no existen evidencias de que abusara de ella sexualmente. Cuando llegaba una visita a la casa, la obligaba a esconderse en silencio bajo la cama

Trató de escapar en dos ocasiones: la primera vez él la gritó, golpeando la pared para asustarla y que no volviera a intentarlo. Cada vez que la dejaba a solas en la casa, amenazaba con que “cosas malas pasarían” si intentaba huir. En Navidades, estuvo 12 horas fuera de la vivienda, que la niña pasó escondida bajo la cama.

El 10 de enero, volvió a salir de la casa: cuando regresó, Jayme había escapado. Él siguió su rastro, tratando de capturarla de nuevo, pero unos vecinos la encontraron antes y llamaron a la policía. Patterson fue arrestado cuando circulaba en el mismo carro rojo en el que secuestró a la niña aquella noche. Al acercarse los agentes, él supo que todo había acabado y dijo: “Yo lo hice”.