Ariel Salaices tiene dos años y está luchando entre la vida y la muerte.
El pasado viernes por la tarde estaba jugando con sus hermanos mayores en el columpio del patio de su casa en el pueblito diminuto de Mountain City, rodeado de bosques.
De repente, sin causa aparente, se desplomó al suelo: una bala había rebotado en un poste de metal y había impactado contra el lado derecho de su cabeza.
La niña intentó correr hacia su padre, pero avanzó 20 pies y se desmayó, según la cadena ABC.
“A veces estoy muy triste, a veces estoy muy enfadado”, explica su abuelo, Michael Sawyer, a la emisora WCYB, “pero sé que nada va a cambiar el resultado, es muy duro”.
El sheriff del condado de Johnson, Edward Tester, está investigando quién pudo disparar a la niña: “La persona que lo hizo no puede vivir muy lejos,. Sobre si lo saben o si no, creo que con toda la información que hay sí saben quiénes son”.
Los investigadores manejan la hipótesis de que una bala perdida disparada por alguien por ocio o deporte pudiera haber alcanzado a la niña
“Si usted va a usar un arma de fuego para practicar o cazar, asegúrese de mirar más allá de adónde está disparando”, añadió el sheriff, “porque la bala puede no detenerse donde usted desea”.
Al menos 150 niños menores de 13 años fueron alcanzados por balas perdidas en la primera mitad de 2017, según informa el diario The Washington Post.
“Sólo Dios sabe cómo ha sucedido”, aseguró la madre de la niña, Christina Salaices.