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Bebió gasolina y escribió “matar". Así escaparon cuando Nikolas Cruz sacó su rifle y empezó a disparar en Parkland

Escondidos en completo silencio, escucharon "los tiros y varios gritos". Fuera, el asesino escapaba tras la matanza y acudía a comprar una bebida y hablar con un desconocido. Éste es su escalofriante relato.

Hace dos años, Nikolas Cruz, un estudiante adolescente de escuela secundaria en un suburbio adinerado de Miami (Florida), escribió la palabra “Matar” en un cuaderno. Le contó a un compañero de clase que quería comprarse un arma y usarla, y le dijo a otro que había bebido gasolina y vomitado. El FBI recibió una llamada alertando sobre la posibilidad de que Cruz cometiera una matanza. Un agente de policía y dos consejeros escolares recomendaron que fuera internado en un centro psiquiátrico. Pero nada se hizo, o no lo suficiente.

Hace un año, exactamente un año, Cruz salió de su casa con un rifle AR-15 y abundante munición guardada en una funda negra. Siempre según los investigadores, y a la espera de que se celebre el juicio, el joven llegó a las 2:19 de la tarde a la escuela de Marjory Stoneman Douglas en un carro Uber, entró en uno de los edificios, sacó el arma y recorrió cuatro aulas de la primera planta disparando a estudiantes y profesores.

Luego subió por una escalera y se metió en otro aula del segundo piso. De allí subió al tercer piso, donde se deshizo del rifle y la mochila, y corrió escaleras abajo, mezclándose con los alumnos que escapaban del edificio. Cruzó unas pistas de tenis y salió de los terrenos de la escuela, en dirección a un centro comercial Walmart.

Dejaba tras de sí 17 personas muertas y 16 heridas de gravedad.

“Yo estaba en clase de español”, cuenta Carlos Rodríguez a Noticias Telemundo, “con mi profesor y dos amigos”. “Fuimos los últimos en salir”, añade, relatando “la confusión” al encontrarse a solas en el pasillo vacío. El vicedirector de la escuela les metió en una oficina y cerró las puertas, y fue entonces cuando, al ver la cara del resto de personas allí, los jóvenes dejaron de reír y hablar entre ellos.
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Luego, escondido en silencio absoluto en una sala con otras 60 personas, Rodríguez pudo escuchar los disparos, “los tiros y varios gritos y los helicópteros y las sirenas de policía, era un caos total”.

Daniel Tabares recuerda “el miedo, el terror”, cuando estando en clase de Español les obligaron a bajar las escaleras y entonces se encontraron con los gritos de “¡Código rojo, código rojo!”.

Tras escapar de la escuela, Nikolas Cruz entró en un restaurante Subway y se compró una bebida. Luego entró en un restaurante McDonald, donde estuvo un rato; tuvo ocasión incluso de hablar con un desconocido sobre la matanza. A las 3:41 de la tarde, fue detenido por un agente de la policía de Coconut Creek sin ofrecer resistencia.

Ahora espera juicio, y Daniel Tabares desea que le condenen a la pena de muerte “para que la noticia se acabe”, pero también, “al mismo tiempo, que vaya a la cárcel para que sufra”. Carlos Rodríguez prefiere “ni mencionar su nombre”, pues eso “le trae más fama”, opina. “En vez de decir su nombre”, añade, “decir el de las 17 víctimas que perdieron la vida en la escuela”

Alyssa Alhadeff, 14 años.

Scott Beigel, 35 años.

Martín Duque, 14 años.

Nicolas Dworet, 17 años.

Aaron Feis, 37 años.

Jaime Guttenberg, 14 años.

Chris Hixon, 49 años.

Luke Hoyer, 15 años.

Cara Loughran, 14 años.

Gina Montalto, 14 años.

Joaquín Oliver, 17 años.

Alaina Petty, 14 años.

Meadow Pollack, 18 años.

Helena Ramsay, 17 años.

Alex Schachter, 14 años.

Carmen Schentrup, 16 años.

Peter Wang, 15 años.

Hoy y todos los días, les recordamos.