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“Somos prisioneros”. México encierra y vigila con soldados armados a 2.000 inmigrantes que buscan cruzar a Texas

"No podemos salir, no esperábamos esto", dice un centroamericano. Las autoridades aseguran que "están contenido" en un albergue para que los mexicanos sigan "con su vida cotidiana".

Alrededor de 1.800 inmigrantes indocumentados están detenidos en una factoría abandonada del norte de México, al otro lado de la frontera de Texas, rodeados por policías y soldados de ese país fuertemente armados. Algunos intentaron huir saltando un muro de 12 pies, pero fueron devueltos al lugar por las autoridades, que cuentan con equipos SWAT y material antidisturbios.

Las salas de ese edificio, una antigua maquiladora, se han improvisado como dormitorios colectivos, con colchones de espuma azules donde los inmigrantes se hacinan clasificados según su sexo y edades, según informa el diario The San Antonio Express-News. Una cajetilla de tabaco que cuesta 30 pesos en el exterior, allí dentro se cotiza ya en 50 pesos.

En su mayoría son inmigrantes hondureños (entre ellos, muchas mujeres y niños) que forman parte de la primera caravana en los últimos meses en llegar a la frontera de Texas; la anterior, el pasado otoño, prefirió dirigirse a Tijuana para pedir asilo en los puertos de entrada próximos a San Diego (California).

“Somos prisioneros, no podemos salir, no esperábamos esto”, explica Raúl Artaga, un hondureño de 22 años, “cruzamos a Chiapas, nos llevó 22 días hasta aquí, somos pobres, no hay trabajo en Honduras, quiero trabajar en Estados Unidos”.

En Piedras Negras, al otro lado del río Grande de la ciudad texana de Eagle Pass, estos inmigrantes podrían tener que esperar semanas, si no meses, hasta que llegue su momento de pedir asilo, puesto que, de acuerdo con las autoridades mexicanas, los oficiales fronterizos estadounidenses tramitan allí unas 12 o 15 aplicaciones al día, mientras que en Laredo y McAllen (Texas) son 70 u 80, y en Ciudad Juárez son hasta 100.

Una vez su aplicación sea tramitada, el solicitante de asilo tampoco verá en muchos casos franqueado el paso a Estados Unidos, puesto que el Gobierno de Donald Trump ha llegado a un acuerdo con Andrés Manuel López Obrador para que los inmigrantes esperen en México los años que puede tardar en resolverse su petición.

“La situación está bajo control”, ha explicado el Gobierno municipal de Piedras Negras, que tiene 150.000 habitantes. El alcalde, Claudio Bres Garza, asegura que sigue “buscando la mejor solución ante esta problemática”. “Hasta el momento, todos los inmigrantes están contenidos en el albergue y la ciudadanía nigropetense mantiene su vida cotidiana”, añade el comunicado, “seamos inteligentes y pacientes ante esta situación”.

Los inmigrantes llegaron en medio centenar de autobuses hasta la frontera, tras recorrer 270 millas desde Saltillo, la capital del estado de Coahuila. Tal y como aseguró ayer Trump en su discurso del debate de la Unión, ese traslado fue organizado por las autoridades de Coahuila, Saltillo y Piedras negras, según el portavoz estatal, José Gabriel Borrego.

Susana Chacon Jovel, de 32 años, y su hijo de dos, Derek, provienen de San Pedro Sula (Honduras): “Estábamos en la primera caravana, salimos de Honduras el 13 de octubre, hemos estado viajando cinco meses”. “Nos dijeron que nos darían papeles para entrar en Estados Unidos, pero mintieron”, añade, en referencia a los coyotes que les ayudaron a cruzar de Guatemala a México.