Este martes el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, estuvo presente en una reunión entre el secretario de Estado Mike Pompeo y el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Los tres se reunieron en Brasil, durante la inauguración del presidente conservador Jair Bolsonaro.
Según medios israelíes la reunión fue orquestada por Netanyahu, a petición del mandatario hondureño, que buscó la intercesión de Israel, uno de los principales aliados de la administración Trump, para tratar el asunto de la migración irregular de hondureños a Estados Unidos.
La semana anterior, el presidente Donald Trump criticó al Gobierno hondureño por no frenar una nueva caravana de migrantes, que supuestamente se estaba formando en su país. Y amenazó nuevamente con retirar la ayuda que Estados Unidos envía.
A cambio de su apoyo para lograr la reunión, reportó el periódico The Washington Post Honduras se comprometió a mover su embajada en Tel Aviv, donde están las delegaciones de la mayoría de los países, a Jerusalén, donde los israelíes dicen que está su capital, algo que los países árabes disputan.
A raíz de la victoria del Partido Republicano que llevó a Trump a la presidencia en 2016, Estados Unidos cambió la sede de su embajada a Jerusalén y la reconoció como la capital de Israel. La medida ocasionó fuertes protestas en esta ciudad, que los israelíes comparten con los palestinos, una entidad árabe sin un Estado. La Organización de Naciones Unidas no reconoce Jerusalén como la capital del estado de Israel.
Tras la inusitada reunión, Israel acordó que construiría una embajada en Tegucigalpa, la capital hondureña y el país centroamericano se comprometió a trasladar su embajada a la ciudad en disputa. Aunque esta medida puede congraciar a las autoridades hondureñas con Trump, un defensor del reclamo israelí de esta antigua y simbólica ciudad, el mandatario estadounidense difícilmente cambiará su actitud hacia los inmigrantes, especialmente los hispanos.
Trump ha utilizado a la caravana de migrantes centroamericanos, la mayoría hondureños, que salió de la ciudad de San Pedro Sula en ese país en octubre, como un chivo expiatorio de los males que aquejan a Estados Unidos y una bandera política de cara a las elecciones de noviembre pasado; incluso argumentando sin pruebas que había terroristas entre los migrantes.