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Chupeta se vuelve a robar los reflectores en el caso en contra de El Chapo

Este martes los abogados de Guzmán tuvieron la oportunidad de interrogar al siniestro narcotraficante colombiano.

El siniestro narcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía continuó con su testimonio este martes en la corte donde se lleva el caso en contra de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Interrogado por la defensa, Abadía, también conocido como Chupeta, presentó detalles escalofriantes sobre su vida y su antiguo negocio.

En un desplante de sus dotes criminales, Chupeta admitió haber llevado un registro escrito de los asesinatos que ordenaba. Lo guardaba todo, el nombre de la víctima, el número de sicarios empleados y el precio que había pagado para ver desaparecer a sus enemigos. No escatimaba recursos. En una ocasión, relató, pagó alrededor de 340.000 dólares para matar a una sola persona, Víctor Patiño. En sus libros de contabilidad figuran 150 nombres de gente que ordenó matar.

Los abogados de la defensa mostraron una fotografía de Laureano Rentería, supuestamente uno de los colaboradores de Chupeta, a quien éste habría mandado matar cuando estaba preso en una cárcel de máxima seguridad en Colombia. Chupeta no reconoció estas acusaciones.

Presionado por los abogados de la defensa, que condujeron el interrogatorio este martes en la corte, Chupeta reconoció haber mentido a autoridades colombianas, mexicanas y estadounidenses. A la DEA (la Agencia de Control de Drogas estadounidense) le dijo que estaba trabajando para terminar con el cártel del Valle del Norte, mientras seguía operándolo.

-“¿También mintió a autoridades mexicanas?”, preguntó uno de los abogados de Guzmán.

-“Absolutamente”, respondió Chupeta.

Mediante este procedimiento, la defensa intenta desestimar el testimonio de Chupeta, quien en los últimos días ha descrito hasta el último detalle cómo su organización vendía toneladas de cocaína a los cárteles mexicanos para su distribución en Estados Unidos.

En esta misma línea, los defensores de El Chapo consiguieron que Chupeta reconociera que se había reunido al menos 10 veces con el fiscal principal para preparar su testificación.

Los que han visto al narcotraficante colombiano de cerca atestiguan que su semblante se corresponde con la vileza de sus crímenes: un rostro completamente deformado por cuatro cirugías estéticas mal llevadas, que se suponía protegerían su identidad. Un resultado de la interrupción de su tratamiento, luego de que lo arrestaran en Brasil en el 2007.

William Púrpura, abogado de la defensa, preguntó a Chupeta por qué lo apodaban de ese modo, reportó la corresponsal de Noticias Telemundo en la corte, Rebeka Smyth. “Por bombón”, respondió Chupeta con coquetería y una sonrisa atravesada, un epíteto que en Colombia quiere decir persona atractiva.

El interrogatorio de la defensa continuó, después de una breve pausa para almorzar, con una cascada de sobornos. Según Chupeta, en la lista de instituciones que aceptaron regalos y dinero de su organización criminal estaba el Congreso colombiano, donde repartió 10 millones de dólares para evitar su extradición a Estados Unidos; el presidente colombiano Ernesto Samper y la agencia antinarcóticos estadounidense.

A los agentes de la DEA, por ejemplo, no les obsequiaba dinero, sino regalos, departamentos y prostitutas.

La defensa mostró videos de las casas, yates, relojes y escondites de Chupeta, como una bocina donde guardaba fajos de billetes mal habidos. Al final, mostraron al jurado que habrá de sopesar la evidencia y testimonios contra El Chapo imágenes de 150 personas, el número de víctimas de Chupeta supuestamente.

El día anterior en la corte Chupeta había relatado cómo se había hecho socio de Guzmán para trasegar la droga a Estados Unidos, a su socio mexicano le apodaba El rápido, porque nadie salvo él era capaz de mover 10 toneladas de cocaína en una semana a Estados Unidos.

Después del testimonio de Chupeta, este martes se presentó Germán Rosario, quien dijo ser un antiguo colaborador de Chupeta. Cuando su jefe se entregó a la DEA, dijo Rosario, tuvo un último encargo, viajar a México para ponerle un cuatro a sus socios del cártel de Sinaloa, en argot criminal: una trampa tendida por las autoridades estadounidenses para obtener pruebas para eventualmente procesarlos.