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Cocaína, asesinatos y escapes: tan sólo una pequeña parte de la historia de El Chapo que cuenta Zambada

En medio de una guerra de acusaciones, las autoridades mexicanas han salido a relucir como cómplices de la corrupción del Cártel de Sinaloa.

En una de esas raras ocasiones en las que la realidad supera a la ficción, los relatos de Jesús, El Rey, Zambada ante la corte de Nueva York sólo parecen acrecentar la ya de por sí grande y negra leyenda de Joaquín, El Chapo, Guzmán.

Jesús Zambada García, alias "El Rey", ha sido el primer testigo estelar del Gobierno estadounidense en el caso contra Guzmán. Durante varias horas estos últimos dos días El Rey se ha explayado con minucioso detalle en cómo surgió y cómo operaba el Cártel de Sinaloa.

La fiscalía ha acusado a Guzmán de ser el cabecilla que dirigía el cártel, la mente maestra detrás de la organización criminal más lucrativa de la historia, más incluso que la de Pablo Escobar, un conocido narcotraficante colombiana de las décadas de los años ochenta y noventa. En caso de ser declarado culpable, cumpliría la cadena perpetua.

Vestido con uniforme de presidiario, tranquilo y con un lenguaje claro y conciso, Zambada García desmintió de entrada uno de los ejes de la estrategia de la defensa: que su hermano, Ismael "El Mayo" Zambada, y no El Chapo, era el líder único del Cartel de Sinaloa.

"Eran socios", dijo sobre los dos capos. Según dijo, el Mayo y el Chapo tenían "una relación de trabajo, una sociedad para la importación de cocaína, de narcotráfico", en la que iban "a medias".

Una segunda parte de la estrategia de la defensa ha estado dirigida a desacreditar a los testigos de la fiscalía, especialmente a aquellos de extracción criminal como El Rey.

"Es gente que miente desde que empezó a andar”, dijo el abogado Jeffrey Lichtman, que pidió al jurado mantener una actitud de mente abierta, como si El Chapo “fuese un familiar suyo”, sin suponer de antemano que es culpable.

El propio Zambada reconoció que él pertenecía a la organización criminal que El Chapo y su hermano dirigían. Se describió a sí mismo como un sublíder que estaba encargado de administrar varias bodegas y negocios en la Ciudad de México donde se vendía y almacenaba la droga.

Aunque habían trabajado para la misma organización por años, Zambada García conoció a El Chapo en persona por primera vez en 2001, poco después de su huida del penal de Puente Grande, cuando junto a su hermano fletó un helicóptero para evitar que su "compa", tal y como se referían a él, fuese capturado nuevamente por las autoridades.

Después de que el helicóptero depositase a Guzmán sano y salvo en Querétaro, El Rey y su esposa se encargaron de llevarlo en automóvil hasta la Ciudad de México.

Ocultándose detrás de un periódico para evitar ser visto, el Chapo se encontró a su llegada a la capital con una patrulla policial. Según "El Rey", el narco se preocupó por un momento, pero él lo tranquilizó inmediatamente: "Están aquí para protegernos. Nadie nos va a tocar".

La cooperación entre el cártel y autoridades mexicanas fue uno de los puntos más polémicos del testimonio de Zambada García. Tal como los abogados de la defensa que acusaron sin pruebas al presidente de México y a un ex presidente de recibir sobornos de El Mayo Zambada, su hermano dijo ante la corte que autoridades del Ejército, la Procuraduría General de la República, la Policía Federal, la policía de la Ciudad de México y la Interpol recibían sobornos del cártel.

Según El Rey, repartían hasta 300.000 dólares mensuales a funcionarios y policías de la Ciudad de México para proteger sus negocios ilícitos. También dijo en la corte que llegó a pagar sobornos en nombre de El Chapo. En 2004, por ejemplo, entregó 100.000 dólares al general Toledano, que estaba al mando de la zona militar del estado de Guerrero, para que permitiera el desembarco de cargamentos de cocaína colombiana.

"Me dijo que le diera de parte de él 100.000 dólares y que fuera a saludarlo" y avisarle que iba a empezar a trabajar en la zona, dijo Zambada.

Según el relato de Zambada, el cártel no sólo se imponía mediante sobornos a las autoridades, también tenía que resolver disputas violentas con sus competidores de otros grupos criminales.

En los años noventa, el Cártel de Tijuana se enfrentó con la Federación, el papá del Cártel de Sinaloa. El conflicto casi le costó la vida al propio Zambada García, que sobrevivió a una bala que le rozó la cabeza y le dejó una importante herida. Menos suerte tuvo su hermano Vicente, que fue asesinado a la puerta de su casa en Cancún.


El Chapo fue otro de los objetivos de los sicarios del clan de los Arellano Félix, que en 1993 fallaron en su intento de liquidarlo en el aeropuerto de Guadalajara y que, por error, mataron allí al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
También hubo víctimas inocentes cuando Guzmán, poco antes, había tratado de acabar con Ramón Arellano Félix en la discoteca Christine de Puerto Vallarta donde murieron seis personas.


Diez años más tarde, y tras escapar por primera vez de prisión, El Chapo logró su objetivo y éste fue asesinado en Mazatlán. Según El Rey, un par de años después El Chapo le dijo que "si algo le dio gusto, fue haber matado" a Ramón Arellano.


Esta semana, un Guzmán elegantemente vestido escuchó con atención y gesto impasible el relato desde el banquillo de los acusados.


A partir del lunes, sus abogados tendrán ocasión de cuestionar a Zambada y defender su teoría de que la historia de El Chapo es más "leyenda" que realidad, un juicio que arrancó el 5 de noviembre con la elección del jurado y que se prevé que pueda durar hasta cuatro meses.