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Migrantes sopesan si quedarse en México o seguir hacia EEUU

Miles de migrantes centroamericanos se tomarán al menos un par de días para descansar en un estadio deportivo de la Ciudad de México mientras debaten si aceptar las ofertas para quedarse en el país o continúan su marcha hasta la frontera con Estados Unidos.
Migrantes de la caravana descansan en una carpa improvisada en Ciudad de México el martes 6 de noviembre de 2018
Migrantes de la caravana descansan en una carpa improvisada en Ciudad de México el martes 6 de noviembre de 2018AP / AP

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Miles de migrantes centroamericanos se tomarán al menos un par de días para descansar en un estadio deportivo de la Ciudad de México mientras debaten si aceptar las ofertas para quedarse en el país o continúan su marcha hasta la frontera con Estados Unidos.

La ayuda humanitaria aumentó el martes para los cerca de 4.500 migrantes congregados en el estadio Jesús Martínez tras un arduo periplo que los llevó a recorrer tres países en tres semanas. Ante el goteo de llegadas, las autoridades de la capital mexicana señalaron que esperan hasta 5.500 migrantes en el complejo deportivo.

Miembros de las caravanas de migrantes, a las que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, convirtió en un tema central en la campaña de las elecciones de mitad de periodo, rechazaron el martes en la noche tomar una decisión inmediata sobre si se quedarán definitivamente en México o seguirán hacia el norte, optando por quedarse al menos un par de días más en la ciudad.

México ofrece refugio, asilo o visas de trabajo a los migrantes. El gobierno dijo que emitió 2.697 visas temporales a individuos o familias mientras esperan la resolución del proceso de solicitud de un estatus permanente, que se demora unos 45 días.

Riña Valenzuela, natural de El Salvador, escuchaba atenta las explicaciones de los trabajadores del Instituto Para las Mujeres en la Migración sobre las posibilidades de recibir asilo en México y Estados Unidos. Valenzuela resolvió que ya no seguirá con la caravana.

“¿Para qué irme a pelear allá, tanto esfuerzo y tanto que hemos sufrido para que me regresen? Pues no”, manifestó.

Mientras, cientos de empleados municipales y voluntarios se dedicaron el martes a clasificar donaciones y a dirigir a los migrantes hacia lugares donde encontrar comida, agua, pañales y otros elementos básicos. Los migrantes rebuscaron entre pilas de ropa donada, tomaron leche para los niños e hicieron fila para hacer rápidas llamadas a sus casas en un puesto de Cruz Roja.

Los empleados de la comisión de derechos humanos de la Ciudad de México registraron a los recién llegados con datos biográficos, como la edad y el país de origen, y les colocaron pulseras amarillas en la muñeca para mantener un conteo.

La atmósfera en el estadio capitalino era más institucional y organizada que la situación con la que se encontraron los migrantes en la carretera, donde los residentes les ofrecían bolsas de agua potable, tacos o fruta a su paso por las pequeñas aldeas del sur de México.

Pero había indicios de que el estadio estaba cerca de su capacidad máxima de 6.000 personas.

María Yesenia Pérez, de 41 años, dijo que cuando ella y su hija de ocho años llegaron al recinto durante la noche no había espacio, por lo que estas dos hondureñas tuvieron que dormir sobre la hierba en el exterior. Los migrantes colocaron tiendas en el estacionamiento y levantaron cobertizos improvisados con madera contrachapada cubierta con mantas y lonas. Cuarenta retretes portátiles estaban dispersos sobre el césped.

El espacio cerrado del estadio y la intervención del gobierno complicaban que los trabajadores humanitarios lleguen a los migrantes, señaló Nancy Rojas, una empleada de Oxfam que ha acompañado a los migrantes durante semanas.

Mujeres y niños pasaron la noche en cuatro grandes tiendas de campaña, con finos colchones y mantas, mientras que los hombres fueron relegados a las gradas de concreto el lunes. Las temperaturas cayeron por debajo de los 11 grados (52 grados Fahrenheit) durante la fría noche otoñal de la capital mexicana, ubicada a 2.240 metros sobre el nivel del mar y a cientos de kilómetros (millas) de la frontera estadounidense.

Varias caravanas de migrantes más pequeñas estaban a cientos de kilómetros al sur. El alcalde de la Ciudad de México, Ramón Amieva, dijo que la ciudad tiene que “reforzarse” para cubrir las necesidades de los migrantes, especialmente de los niños vulnerables y de las mujeres embarazadas.

El mercado central de la capital proporcionó 3,5 toneladas de bananas y guayabas para alimentar a la multitud, además de 600 botellas de agua. La comisión de derechos humanos dijo que tiene previsto habilitar más tiendas de campaña y zonas para comer.

Muchos migrantes buscan tratamiento para las ampollas y dolores de pies, infecciones respiratorias, diarrea y otras enfermedades.

Trump ha descrito a la caravana como una amenaza importante, ordenó la movilización de miles de soldados a la frontera entre Estados Unidos y México, amenazó con detener a quienes ingresen ilegalmente y hasta llegó a insinuar, sin pruebas, que entre los migrantes viajaban delincuentes e incluso terroristas.

En docenas de entrevistas desde que la caravana inicial partió de Honduras hace más de tres semanas, los migrantes han dicho que escapan de la pobreza y la violencia desenfrenada en sus países de origen. Algunos se han visto obligados a emigrar porque fueron amenazados por miembros de pandillas o porque perdieron familiares por la violencia de esos grupos. Otros ansían conseguir un empleo que les permita asegurar una buena educación para sus hijos y enviar dinero a sus familiares.