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Cómo una redada masiva de ICE cambió la vida en un pueblito estadounidense

O'Neill, Nebraska, se había convertido en un refugio para decenas de centroamericanos que huían de la pobreza y la inestabilidad. Una redada de ICE cambió todo eso.

Esta historia fue publicada originalmente en BuzzFeed News y ha sido traducida al español y publicada por cortesía de BuzzFeed News. Para leer la historia en inglés haz click aquí.

O’NEILL, Nebraska - El día que cambió su vida y dividió la pequeña población donde vive, Angélica se tuvo que agachar dentro de un pequeño compartimento en la parte trasera de un camión que se usaba para transportar cerdos a la planta de procesamiento de carne donde trabajaba en la zona rural de Nebraska. Era un día húmedo de agosto y su trabajo era duro: lavar los compartimientos y limpiar las heces que quedaban de la recogida anterior de animales.

Estaba muy lejos de su Guatemala natal, pero Angélica, de 30 años, y su esposo, Walter, de 31, disfrutaban de la tranquila somnolencia del norte de Nebraska, un lugar donde todo lo que se ve durante largos tramos en la carretera son focos de flores silvestres amarillas y púrpuras, acres de tupidos cultivos de maíz, y ocasionalmente una gigantesca paca de heno.

Todo había sido difícil en Guatemala: estar a salvo, encontrar trabajo, simplemente vivir, pero aquí, en el pequeño pueblo de O'Neill, donde vivían desde 2016, habían encontrado algún refugio. Su hija de 7 años iba a la escuela primaria y habían tenido otra niña, cuatro meses antes. Cientos de otros trabajadores latinos también se habían establecido aquí en la última década.

Angélica, de espaldas con su hija mayor. Foto: Kristina Barker for BuzzFeed News

Aunque ninguno poseía un estatus legal de inmigración, la pareja tenía empleos en granjas en el noreste de Nebraska, una parte del país que depende más de la industria agrícola que en cualquier otro lugar de Estados Unidos. Trabajaron largas jornadas, con la esperanza de encontrar estabilidad y echar raíces. Sólo dos años después, habían empezado a sentir Nebraska como su hogar.

Pero ese día, escuchó las voces de los agentes de Inmigración y Aduanas.

"¡Quédate donde estás! ¡No te muevas! —gritó una voz masculina desde fuera del garaje mientras Angélica lavaba los camiones. Hombres con chalecos oscuros que decían POLICE Homeland Security Investigations ("POLICÍA Investigaciones de Seguridad Nacional") rodearon el garaje y les dijeron a ella y a sus compañeros de trabajo que salieran con las manos arriba.

Los agentes los metieron en un autobús congestionado y se dirigieron a casi dos horas de distancia al centro de procesamiento de ICE más cercano. Angélica se quedó mirando fijamente por las ventanas, intentando pensar para tranquilizarse que Walter estaría esperando a sus hijas cuando la niñera las dejara esa tarde. Puede que no supiera dónde estaba ella, pensó, pero al menos las niñas tendrían a su padre.

Cuando llegaron al centro de procesamiento, los agentes la condujeron dentro de una gran carpa blanca que habían preparado antes de la redada. Angélica vio a casi todos los latinos de O'Neill comiendo sopa caliente y galletas mientras los agentes de ICE tomaban las huellas dactilares y recopilaban información.

Sus ojos escudriñaron la carpa en busca de personas que conocía. Entonces lo vio: Walter, sentado solo con su ropa sucia tras trabajar en un rancho de ganado local, con las manos esposadas y cadenas alrededor de la cintura. Sintió un dolor en el pecho.

Su niña de 4 meses y la de 7 años no tendrían a sus padres ese día, y su futuro en O’Neill, y Estados Unidos, ahora era incierto.

O'Neill, Nebraska. Foto: Kristina Barker for BuzzFeed News

La operación de ICE el 8 de agosto condujo a la detención de 118 presuntos trabajadores indocumentados, principalmente en Nebraska, en múltiples centros laborales, incluido un invernadero de tomates hidropónicos, una planta de producción de carne de cerdo, una fábrica de papas y una empresa ganadera.

Algunos trabajadores se mantienen detenidos por ICE, mientras que muchos fueron liberados y se les pidió que fueran a la corte de inmigración para su proceso de deportación.

Fue una de las redadas en centros de trabajo más grandes en años y parte de un gran impulso de la administración Trump por implementar las leyes migratorias en centros laborales de todo el país.

Más de dos días después de la redada, dos docenas de inmigrantes de toda la pueblo durmieron en las alfombras y entre los bancos de la iglesia pentecostal en idioma español de O'Neill, temerosos de que ICE fuera de casa en casa buscando arrestar más personas.

Algunos eran feligreses, pero muchos no. El pastor de la iglesia dijo que el pánico y el trauma eran peores que cuando muere un miembro de la familia.

Y en las semanas posteriores, la redada ha repercutido en la próspera población inmigrante en O’Neill, un pueblo de poco más de 3,600 habitantes, tan aislada que es la más grande en un radio de 60 millas.

El miedo se ha apoderado de la comunidad de guatemaltecos, hondureños y mexicanos. Muchos ahora rara vez salen de sus hogares, preocupados porque ICE pueda estar a la vuelta de la esquina o de que los residentes más antiguos llamen a las autoridades.

Según estos, más de una docena de inmigrantes han abandonado O’Neill. Las familias se han separado. Y muchos trabajadores atrapados en la redada ya no pueden encontrar trabajo, subsistiendo con donaciones que en algún momento terminarán.

Rosa, en la cocina de su casa. Foto: Kristina Barker for BuzzFeed News

"En este pueblo, no creo que haya nada, todo se acabó", dijo Rosa, una mujer mexicana de 65 años que fue arrestada trabajando en la enorme planta de tomates hidropónicos en el límite del pueblo, donde muchos de los trabajadores también fueron detenidos. “Mucha gente se ha mudado. Fuimos los más felices antes de esto, pero ¿ahora? Somos una comunidad triste".

La redada también sacudió a los residentes de O’Neill, un pueblo conservadora y profundamente religioso que votó abrumadoramente por el presidente Trump, exponiendo las fallas que dividían a los amigos que rara vez, o nunca, hablaban de inmigración.

Mientras que un grupo entusiasta de maestros y activistas se unieron para apoyar a los trabajadores arrestados en la redada, otros se mostraron menos comprensivos. Muchas de esas discusiones ocurrieron en Facebook, otras en público.

El estado migratorio de los trabajadores, su efecto en la economía y su lugar en la comunidad siempre se asumió pero nunca se mencionó. La redada cambió eso.

"Somos una comunidad dividida en este momento. El sistema de inmigración nos ha dividido por la mitad", dijo el pastor Brian Loy, de 56 años, quien dirige la Iglesia Metodista First United en el pueblo y ayuda cada semana a administrar un banco de alimentos para las familias afectadas.

Loy ha perdido amigos por su apoyo a los trabajadores, ha sido "rechazado" en el centro del pueblo y ha tenido que enfrentarse a los feligreses, dijo. Él cree que la mayoría de las personas ignoran el sistema de inmigración, como él mismo, asumiendo que los trabajadores indocumentados tenían acceso ilimitado a los programas de bienestar gubernamentales. "No lo entendí hasta que me metí en medio de esto".

Bryan Corkle, maestro de la escuela secundaria de O'Neill. Foto: Kristina Barker for BuzzFeed News

El banco de alimentos que ayudó a establecer para los afectados por la redada recibe sus donaciones principalmente de otros pueblos, no de O'Neill. A medida que pasaban las semanas, más trabajadores salieron de su escondite para visitar la despensa, y Loy no sabe cómo hacían para comer antes.

Algunos esperaban fuera de la iglesia durante horas antes de que Loy y sus ayudantes comenzaran a servir el almuerzo y repartieran suministros, así que comenzaron a ofrecer desayuno.

La crisis le dio a su iglesia un sentido de propósito, una misión para ayudar a los necesitados.

Si bien los residentes nunca esperaron una incursión de este tipo, el pueblo estaba de hecho en la línea del frente de un cambio importante en la política de inmigración bajo la administración de Trump, que ha enfatizado las investigaciones y operativos en centros laborales que emplean a trabajadores indocumentados.

Los arrestos de inmigrantes indocumentados en los centros de trabajo se han disparado, cinco veces más que el año fiscal anterior en julio, de 172 a 984, excluyendo la redada en O'Neill y un posterior gran operativo en Texas, mientras la administración toma medidas enérgicas contra lo que ellos creen que son negocios que toman una ventaja injusta e ilegal.

Los agentes arrestaron a Juan Pablo Sánchez Delgado por múltiples cargos penales federales, alegando que era líder de una operación fraudulenta que proporcionaba documentos falsos a trabajadores indocumentados, los enviaba a los negocios que ICE terminó allanando y sacaba dinero de sus cheques de pago.

Sánchez Delgado admitió ante el tribunal que llegó al país en piscina inflable sobre el Río Bravo y que no tenía estatus legal.

Contratación en O'Neill. Kristina Barker for BuzzFeed News

Durante el curso de sus órdenes de búsqueda en los centros laborales presuntamente involucrados, los agentes hallaron los trabajadores y los arrestaron por violaciones de inmigración, un cambio en relación con la administración de Obama que durante sus últimos años evitó los arrestos masivos de obreros.

O’Neill es una comunidad con raíces profundas ligadas a su propia historia de inmigrantes. Un general de origen irlandés que luchó en la guerra civil, John O'Neill, fundó la pueblo en 1875, trayendo consigo a tres grupos de inmigrantes irlandeses. Hoy, al igual que el resto de las Grandes Llanuras, es predominantemente blanco y económicamente dependiente de la agricultura. El último estimado del censo en 2016 reveló que poco más de 250 latinos vivían en O'Neill.

Las industrias de cultivos especializados, operaciones pecuarias y procesamiento en el área "dependen de la mano de obra contratada en un mercado laboral muy ajustado", explica Brad Lubben, profesor de economía agrícola en la Universidad de Nebraska, Lincoln. La tasa de desempleo en el condado es un poco más del 2%, la mitad de la tasa general del país. "Históricamente, la mano de obra inmigrante ha sido una parte muy importante de esa fuerza laboral".

Pero los trabajadores inmigrantes atrapados en las redadas no creen que se les reconozca por el trabajo que han hecho. Si bien muchos residentes en el pueblo trabajan en el hospital local, los inmigrantes trabajaron, a veces, en condiciones difíciles en las granjas locales y en plantas de procesamiento.

"El gobierno no aprecia el trabajo que hacemos", dijo Rosa, la mujer de 65 años que trabajó en el invernadero de tomates y fue arrestada. “Sin inmigrantes, ¿quién procesaría papas, recogería tomates y chiles? Hacemos todo el trabajo. No lo aprecian".

Había muchos en O'Neill que querían hacer saber que apoyaban a los inmigrantes y que mencionaban la historia de los inmigrantes del pueblo. Bryan Corkle, profesor de ciencias de la escuela secundaria y entrenador de lucha, ayudó a organizar una manifestación fuera del juzgado local en apoyo a los trabajadores arrestados, y dijo a los medios locales que la vida de estas personas había sido alterada.

Más que nada, pensó en una de sus alumnas, Stephanie González, de 17 años, estudiante reconocida con honores y miembro del equipo de porristas cuya madre fue arrestada en la planta de tomates. Desde la redada, ICE mantuvo detenida a la madre de González, que había sido deportada anteriormente.

González y sus dos hermanos, de 1 y 7 años, se mudaron a otro pueblo a más de una hora de distancia para vivir con familiares. Ella se fue por un mes, pero después regresó a O’Neill para vivir con la familia de su mejor amiga.

"Es muy difícil hablar de esto, incluso para mí, porque sigue sin parecerme bien que una madre esté lejos de sus hijos cuando nos ha criado sola a las tres", dijo. "La separación familiar no es la solución para acabar con la inmigración ilegal".

Como muchos en el pueblo, Corkle ha tenido largas y "apasionadas" conversaciones sobre la redada con un amigo. En este caso, es Dwaine Marcellus, quien posee su propia granja a unas pocas millas de O’Neill. Tras la redada y sus apasionados debates, Corkle y Marcellus se dieron cuenta de que nunca estarían de acuerdo.

Marcellus, que cultiva soja, frijoles secos y maíz en su granja, cree que la codicia, no la necesidad, es la razón detrás de las granjas que contratan trabajadores indocumentados. Sus cuatro empleados son estadounidenses, y él les paga un salario justo. Apoyó la redada y cree que enviaría un mensaje muy necesario a la industria: contratar trabajadores autorizados o ser detenido.

"Esto", predijo, "podría ser lo mejor que ha sucedido".

En cuanto a los trabajadores, sabían los riesgos cuando llegaron al país, afirmó. Los manifestantes que se encontraban fuera del juzgado estaban haciendo el papel de tontos y se mostraron demasiado selectivos. ¿Por qué no ayudan a los residentes más antiguos de O’Neill o no protestan por ellos?

O'Neill, Nebraska. Foto: Kristina Barker for BuzzFeed News

Abajo, en el bar y parrilla local Chesterfield West, que se encuentra al final de las dos cuadras del centro de O’Neill, cerca del trébol verde descolorido pintado en la intersección y frente a una tienda de ropa estilo cowboy, muchos estuvieron de acuerdo con Marcellus.

Con cervezas, filetes y hamburguesas que "nunca se han congelado", los residentes locales, la mayoría de los cuales votaron por el presidente Trump, dijeron que ICE simplemente estaba haciendo su trabajo. Después de todo, dijeron, Estados Unidos no sería un país sin sus leyes de inmigración.

Sin embargo, hubo otros que dijeron que la redada les abrió los ojos ante el impacto personal de la represión de la administración Trump contra los inmigrantes. Una mujer, que se negó a dar su nombre por temor a la reacción en el pueblo, dijo que había votado por Trump, pero que la operación había alterado la forma en que pensaba sobre la aplicación de la ley de inmigración. Los agentes deberían haber arrestado a los presuntos delincuentes y haber ayudado a los trabajadores que solo intentaban sobrevivir, en lugar de detenerlos, opinó.

"Cuando te toca cerca, te hace pensar más en lo que sucedió", dijo.

Para aquellos atrapados en la redada, la supervivencia depende de que los bancos de alimentos y los propietarios les perdonen el pago del alquiler por un mes o dos. Un grupo, O’Neill Cares Coalition, ayudó a algunos trabajadores con un mes de gastos, y la ACLU de Nebraska y el Centro Legal para Inmigrantes han proporcionado abogados de inmigración.

Muchos trabajadores ahora se reúnen en un pequeño salón en la iglesia de Loy todos los jueves, sentados uno junto al otro en pequeñas mesas blancas y esperando que los voluntarios repartan cajas de productos como queso, pan y carne. Se sirvieron nachos para el almuerzo una tarde de septiembre.

Los trabajadores repiten lo que sucedió ese día y dónde estaban cuando los agentes de ICE llegaron a su lugar de trabajo. Algunos dicen que intentarán obtener visas designadas para las víctimas de delitos, mientras que otros sin abogados no saben qué hacer. El encuentro es fundamentalmente silencioso, excepto por los niños que corren círculos alrededor de las mesas jugando.

Rosa, la empleada del invernadero de tomates que trabajaba turnos de 12 horas, seis días a la semana, dice que, como muchos, llegó al pueblo por el consejo de un amigo hace más de una década. Lloró cuando comenzó a pensar en cómo pagará la comida, la electricidad o el alquiler en los próximos meses a medida que avanza su proceso de deportación.

Señaló a una joven pareja en otra mesa con una niña. Eran Angélica y Walter.

“¿Te imaginas cómo se sienten?” preguntó ella. "Puedo comer una tortilla con frijoles, pero ellos tienen una bebé y otra niña para alimentar y cuidar".

El día de la redada, Angélica y Walter suplicaron a los agentes de ICE que les permitieran llamar a su niñera. Nunca se les permitió, dijeron. En cambio, la niñera, temerosa de que ICE también viniera por ella, dejó a los niños en la escuela primaria local, donde los maestros los cuidaron.

Esa noche, las chicas fueron a quedarse con la subdirectora de la escuela, Jill Brodersen. La niña de 7 años preguntó por el paradero de su madre, y todo lo que Brodersen pudo decirle fue que ella estaba a salvo y que la gente la estaba cuidando.

“Mi corazón estaba con su madre, sin saber dónde estaban sus hijas. Solo esperaba que ella tuviera la sensación de que eran amados y cuidados”, dijo Brodersen en agosto.

En medio de la noche, Angelica y Walter finalmente fueron liberados. Hasta el día de hoy, su hija de 7 años les pregunta por qué los dos nunca salen de la casa. ¿Están de vacaciones?, se pregunta. Pero está empezando a darse cuenta de lo que pasó ese día, implorando a su madre que nunca vaya a trabajar "si no tiene papeles". No quiere que las separen de nuevo.

En cuanto a su futuro, Angélica tiene un caso de asilo pendiente que ella espera pelear en la corte, y han elaborado un plan para lo que les sucederá a sus niñas en caso de que sean arrestados nuevamente.

No han encontrado trabajo.

"No sabemos", dijo, llorando, "lo que pasará ahora".