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Muere a los 68 años el hispano que ayudó a Robert Kennedy en sus últimos momentos

Juan Romero, el joven que se hizo célebre por la foto en la que aparecía junto a Robert Kennedy, la fatídica madrugada de su asesinato, ha muerto a los 68 años en la localidad de Modesto, en California.
Robert F. Kennedy
FILE - In this April 2, 1968 file photo U.S. Sen. Robert F. Kennedy, D-NY, shakes hands with people in a crowd while campaigning for the Democratic party's presidential nomination on a street corner, in Philadelphia. Friends and family of U.S. Sen. Robert F. Kennedy will host a memorial service at Arlington National Cemetery on June 6, 2018, to honor him on the 50th anniversary of his assassination. (AP Photo/Warren Winterbottom, File)AP / AP

Juan Romero, aquel jovencito mexicano que se hizo célebre por la foto en la que le sostenía la cabeza al candidato demócrata Robert Kennedy, la fatídica madrugada de su asesinato, murió en la localidad de Modesto, en California.

El fallecimiento se produjo el lunes aunque fue anunciado este jueves por la prensa local.

La imagen de Romero, entonces un adolescente que cumplía varias funciones en el hotel Ambassador, recorrió todo el planeta luego de que fuera el primero en intentar auxiliar el 6 de junio de 1968 a Robert Kennedy, quien había caído al suelo tras recibir un disparo en la cabeza.

Kennedy acababa precisamente de estrecharle la mano al joven inmigrante.

 A partir de esa noche, Romero apareció en otras imágenes que relatan el atentado y la investigación que le siguió al crimen del flamante vencedor en las primarias del Partido Demócrata, el hombre que se proponía completar la labor dejada por su hermano John, igualmente asesinado cinco años antes.

De acuerdo con el diario Los Angeles Times, el veterano periodista de televisión Rigo Chacón explicó que Juan Romero aparentemente habría sufrido un ataque al corazón unos días antes de su deceso. Tenía 68 años.

En junio pasado, Noticias Telemundo se hizo eco de la conmemoración de los 50 años del asesinato de Robert Kennedy y le dedicó varias de sus páginas a la presencia fortuita pero no menos impactante del joven Romero en la escena del crimen.

Durante muchos años, Romero se culpó a sí mismo por la muerte de Kennedy, preguntándose constantemente si podía haber hecho algo para evitar aquel magnicidio, uno de los tres más dramáticos de la historia reciente de Estados Unidos.

Romero siempre se preguntó qué habría pasado si Kennedy no se hubiera detenido a saludarlo aquella madrugada.

Sin embargo, no pocos admiradores de la familia Kennedy le hicieron saber en repetidas ocasiones que, con su gesto de auxilio, él había demostrado ser parte de esa gran masa para la que el candidato demócrata trabajaba, en busca de la igualdad racial y el respeto a los derechos civiles.

“Todavía tengo el fuego encendido dentro de mí” -le aseguraba Romero a The Associated Press a inicios de este año.

Nacido en el pequeño pueblo de Mazatán, en el estado mexicano de Sonora, a los diez años Romero se trasladó a Baja California, hasta que su familia lo pudo traer a Estados Unidos cuando tenía 10 años.

Justo cuando comenzaban las manifestaciones y las revueltas escolares contra la discriminación de los estudiantes mexicano-estadounidenses, el jovencito asistía a la Roosevelt High School, en el este de Los Ángeles. Como una manera de alejarlo de ese ambiente, su padrastro se lo llevó consigo al hotel Ambassador, donde trabajó como lavaplatos, botones y ayudante.

Horas antes de que Kennedy recibiera el disparo mortal, Romero fue uno de los que pudo acceder a la habitación del político, como parte del servicio de habitaciones. Fue ahí que lo pudo saludar por primera vez.

“Nunca olvidaré el apretón de manos y la mirada... mirándote directamente con esos ojos penetrantes que decían: 'Soy uno de ustedes. Estamos bien' -relató Romero-. No me estaba mirando la piel, no estaba mirando mi edad... me estaba mirándome como un estadounidense”.

Al día siguiente, luego de su victoria, Kennedy le agradeció a los partidarios en la Salón de los Embajadores del hotel y seguidamente se marchó a través de la cocina, donde un hombre armado -luego identificado como el palestino Sirhan Sirhan- le disparó a boca de jarro.

Cuando el candidato empezó a desplomarse, y en medio del caos inicial, fue Romero el primero en socorrer a Kennedy, sosteniéndole la cabeza para que no golpeara el suelo.

“¿Están todos bien?” -le preguntó Kennedy. El joven que dijo que sí. “Todo estará bien”, replicó el otro, antes de perder la conciencia.

Lo demás lo hicieron los fotorreporteros. Juan Romero entraba en la historia de la barbarie, pero también en la de la lucha por la democracia.

Cuando condujeron de urgencia a Robert Kennedy al hospital, en una de sus manos llevaba un rosario que Juan Romero acababa de regalarle.