Caleb Hammond tiene sólo 11 años pero no le queda mucho más tiempo de vida.
Sufre leucemia, y su familia lo sacó hace tres semanas del hospital de Des Moines (Iowa) porque, en su opinión, el tratamiento, muy doloroso, no estaba siendo efectivo. Pese a no tener muchas opciones ya, Hammond no aguarda la muerte: tiene aún varios sueños que cumplir.
“Decidieron dejarlo y volver a casa, para que fuera un niño e hiciera las cosas que no había podido hacer en el último año y medio”, explica su tío, Chris Playle.
Durante las visitas a casa de Playle, en Oskaloosa, Hammond se aficionó a los carros de competición cuando apenas tenía dos años. Juntos visitaban el cercano circuito de Southern Iowa Speedway, según ha contado el hombre al diario The Des Moines Register.
Ahora, su familia ha decidido llevarle a pasar sus últimas horas a esta casa cerca del circuito, y allí ha tenido la ocasión de cumplir uno de los objetivos que tenía cuando se hiciera mayor: pilotar un carro de competición. “Es un sueño hecho realidad”, ha explicado su padre, John Hammond, al diario The Oskaloosa Herald.
El pasado sábado, el niño se vistió un traje de carreras y aceleró por una pista en un carro construido especialmente para menores de edad y con la ayuda de otro muchacho, Jacob Foster, un piloto de sólo 12 años.
Ahora el niño tiene otro pedido: quiere recibir todas las pegatinas de competición que sea posible. Decoraran su ataúd cuando muera, según ha explicado su tío: “Estamos haciendo todo lo posible con él mientras aún esté aquí”.